Un duplicado de Helsinki bajo el suelo

La capital de Finlandia viene construyendo a lo largo de los años una ciudad subterránea como protección frente a la amenaza rusa

Belén Domínguez Cebrián
Helsinki, El País
En la plaza principal de Helsinki confluyen todos los elementos de la cultura finlandesa: la catedral luterana, el Consejo de Estado, la Universidad y una solemne estatua del zar Alejandro II. Las alusiones al pasado común con Rusia —este 2017 el país celebra el centenario de la independencia de sus vecinos del este— son constantes en la superficie de la capital nórdica. Pero bajo tierra se respira un ambiente más bien de la Guerra Fría. El Ayuntamiento, el Estado e inversores privados, en su mayoría estadounidenses y europeos, desarrollan desde hace décadas una ciudad subterránea como protección frente a un potencial ataque exterior.


No es fácil reconocer las entradas a este submundo. Muchos de los aproximadamente 400 túneles que recorren las calles a una profundidad de entre 20 y 80 metros bajo el nivel del mar —y cuyo diámetro es algo más del de un coche— se confunden con los pasillos y las escaleras del metro, o con los accesos a un simple aparcamiento público, o con un paso peatonal subterráneo que conecta la Casa de la Música con la Casa de Finlandia, un espectacular edificio blanco a orillas de la bahía de Töölö proyectado por el arquitecto Alvar Aalto y gran reclamo turístico de la ciudad. "No me doy cuenta de estar en medio de este laberinto porque está integrado con otros puntos de la ciudad", esgrime Jani Taskinen, de 24 años pelo rubio y piel clara. "Puede haber hasta cuatro pisos de túneles", desvela Eija Kivilaakso, responsable del proyecto.

Todo parece normal hasta que uno levanta la vista y observa que está en una auténtica cueva. La roca está a la vista, ondulada, rugosa, impenetrable. “Esta piedra es de una calidad extraordinaria para cavar, pero también para proteger. Si algo sucede en el exterior es muy difícil que se note ahí abajo”, explica Kivilaakso desde una sala de reuniones empapelada con mapas junto a su despacho.


La construcción de este Helsinki subterráneo comenzó en los años 60, en plena Guerra Fría entre los bloques soviético y occidental y en los que Finlandia se encontraba peligrosamente cerca —a tan solo 200 kilómetros— del gran enemigo. Hoy, Kivilaakso es la encargada de continuar con la ampliación de esta doble ciudad hasta 2020 de la que presume ya ha alcanzado una capacidad de nueve millones de metros cúbicos. Justo el espacio para 600.000 personas, la población de Helsinki.

A pesar de que la postura oficial es que este proyecto responde a la necesidad de descongestionar el tráfico y la densidad de la ciudad, en el propio plan —redactado también en inglés— se advierte que “estas infraestructuras pueden ser utilizadas como refugios humanos (...). Algunas se han adaptado para un uso protector" en caso de que haya un conflicto. “Si cae una bomba fuera, bajo esta roca no notaríamos nada”, dice un funcionario que pide no ser citado. Como todos los finlandeses, tiene formación militar y aunque cree que las amenazas ahora son cibernéticas, asegura que el país tiene que saber defenderse y estar “preparado” frente a enemigos externos. “Soy soldado y estoy entrenado para saber qué hacer en caso de conflicto”, explica con orgullo.
Mapa del plan suburbano de Helsinki. Azul claro: túneles; azul oscuro: infraestructuras estratégicas; amarillo: tipo de roca; gris: ya finalizado. El 70% son facilidades del Gobierno y son secretas.
Mapa del plan suburbano de Helsinki. Azul claro: túneles; azul oscuro: infraestructuras estratégicas; amarillo: tipo de roca; gris: ya finalizado. El 70% son facilidades del Gobierno y son secretas. Departamento de urbanismo de Helsinki

Y es que la preparación se ha convertido en casi una obsesión en una región que está aumentando su militarización. En Suecia, por ejemplo, la mili volverá en 2018 a ser una realidad, algo que ya existe en Noruega, Finlandia y Dinamarca. "La situación [de tensión con Rusia] es preocupante", admitía el pasado miércoles el ministro de Exteriores danés, Anders Samuelsen, durante la cumbre del Consejo Nórdico.

En Helsinki, las infraestructuras más estratégicas para la población como las centrales eléctricas, de agua, de carbón y de petróleo, se encuentran protegidas también bajo esta roca dura y que “sólo” se encuentra en Finlandia, y especialmente en su capital, según Kivilaakso. La salvaguarda a largo plazo de todas estas construcciones es "absolutamente esencial”, estipula el plan.

Una buena mayoría de los edificios de Helsinki tiene su propio búnker construido en décadas pasadas de mayor tensión. Pero este plan contempla también la construcción de nuevos refugios, reconoce la responsable, aunque ni desvela el lugar ni dice cuántos son. Fuentes diplomáticas aseguran que buena parte del recorrido subterráneo está clasificado y es “secreto” pero revelan que el edificio del Eduskunta (Parlamento finlandés) y el de Yle, la televisión pública, están conectados bajo las rocas con una temperatura permanente de siete grados centígrados. Varios puntos de la ciudad conectan a través de estos túneles con el aeropuerto, según se lee en el propio plan, lo que desliza la idea de que estos caminos llevan a una salida en caso de asedio. "Sé que hay varias conexiones, pero eso es confidencial", cierra la responsable no sin antes adelantar que una biblioteca de archivos del Gobierno con información delicada también se encuentra protegida bajo esta roca, en el submundo de Helsinki.

“Este proyecto es único en Europa”, repite ante las preguntas incómodas la responsable. Y enumera mientras pasa unas diapositivas: “Hay una pista de patinaje, una pista de hockey sobre hielo, otra pista de atletismo…".

-¿Se pueden visitar?

-Estas no.

Sólo alrededor de un 30% del Helsinki subterráneo está abierto al público, según el Ayuntamiento, entre ellos muchos de los 30 aparcamientos “especiales” construidos en el marco de este plan, y una piscina en los suburbios de la ciudad. Al descender a uno de los túneles abiertos al público que conectan dos de las zonas más concurridas de la capital —y en un día donde los termómetros no suben a valores positivos—, la soledad y el silencio se apoderan del visitante. Tan solo unas plantas adornan las paredes rocosas de este laberinto disfrazado de ciudad moderna. No se escucha nada.

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