Trump recibe a familiares de los japoneses secuestrados por Corea del Norte

Los parientes buscan 40 años después respuestas sobre los civiles capturados por los Kim para entrenar a sus espías. Es la tercera vez que se reúnen con un presidente de EEUU

Macarena Vidal Liy
Pekín, El País
La japonesa Megumi Yokota, de 13 años, había terminado su clase de bádminton y regresaba a casa paseando por la solitaria orilla del mar aquella tarde del 15 de noviembre de 1977. Nunca llegó a su hogar. Soldados de las fuerzas especiales norcoreanas desembarcaron y se la llevaron a la fuerza. Sus padres y sus dos hermanos menores nunca han vuelto a verla.


Este lunes, su madre, Sakie, ya anciana y con la prisa que da el saber que su tiempo se agota, se han reunido en Tokio con el presidente de EEUU, Donald Trump, junto a otros familiares de los ciudadanos japoneses secuestrados por Corea del Norte en la década de los setenta y ochenta. Trump había mencionado el caso de Megumi en su discurso ante la Asamblea General de la ONU en septiembre, en el que amenazó con la destrucción de Corea del Norte si ese país no se pliega a las exigencias internacionales y renuncia a su programa nuclear.

“Vamos a colaborar y ver si podemos hacer algo, ahora que el foco está sobre este asunto”, afirmó Trump tras el encuentro, en una rueda de prensa junto al primer ministro nipón, Shinzo Abe, que ha prometido en varias ocasiones no descansar hasta haber esclarecido el destino de los secuestrados y conseguido el regreso de los que aún queden vivos. “Quizás el régimen mismo los devuelva. Creo que sería una señal tremenda si Kim Jong-un [el actual líder norcoreano] los devuelve”, apuntó el presidente estadounidense.

Esas desapariciones, entre 1977 y 1983, son uno de los episodios más peculiares de la historia reciente de Corea del Norte, y que Kim Jong-il, el entonces líder del régimen, solo reconoció en 2002. Diecisiete ciudadanos japoneses, según el recuento de Tokio, fueron capturados por fuerzas especiales norcoreanas y transportados de modo forzoso a aquel país, con la pretensión de que enseñaran a los espías norcoreanos su idioma y cómo hacerse pasar por japonés adecuadamente. Dos de ellos fueron secuestrados en Madrid en 1980.

Cinco de los desaparecidos pudieron regresar después de la admisión de Kim Jong-il. De los doce restantes, Pyongyang aduce que ocho murieron -incluida Megumi, que según esta versión se suicidó ahorcándose en 1994- y que a los otros cuatro nunca los secuestró.

Tokio lo pone en duda. Aunque Corea del Norte envió en 2004 los supuestos restos de Megumi a Japón, las pruebas de ADN no fueron concluyentes. Su familia, y el Gobierno nipón, están convencidos de que aquella niña sigue viva y en algún lugar del reino ermitaño.

En Japón, el asunto de sus ciudadanos secuestrados acarrea una fuerte carga emocional. “Es el único caso en que nacionales japoneses han sido atacados por fuerzas enemigas desde la Segunda Guerra Mundial”, recordaba el profesor Mataye Kamiya, de la Universidad Nacional de Defensa, en declaraciones a la cadena de televisión nipona NHK.

Las familias de los supervivientes, muchos de ellos, como los padres de Megumi, ya muy mayores, tratan de presionar para que se esclarezca el paradero de sus hijos y hermanos. Han pasado cuatro décadas, y temen que sus casos caigan en el olvido. Es cada vez más difícil, aseguran, recoger firmas en la calle. Con el tiempo, cada vez serán menos. Pero el dolor continúa, pese al tiempo pasado.

Hitomi Soga, de 58 años, forma parte del puñado que ha podido regresar. Fue secuestrada en 1978 cuando era poco más que una adolescente, junto a su madre, de la que no se ha vuelto a saber.

Trump, ha contado Soga, le felicitó por haber podido regresar. Ella, según cuenta, le replicó que lo importante es que vuelva su madre. Si continúa viva, tendrá ahora 86 años.

“Las familias pueden hacer muy poco”, se lamentaba Sakie, la madre de Megumi, en una rueda de prensa tras la reunión. “Esto es una cuestión política, diplomática”.

Los familiares se lamentan de que, hasta ahora, pese a las promesas, no ha habido más avances. Es la tercera vez que se reúnen con presidentes estadounidenses: ya se vieron con Barack Obama en 2014 y antes, en 2006, con George W Bush. Corea del Norte prometió crear una comisión para investigar las denuncias, pero el deterioro de las relaciones entre Pyongyang y Tokio hizo que le diera carpetazo.

Koichiro Iizuka era un bebé que quedó abandonado en un corralito cuando su madre, Yaeko Taguchi, desapareció en 1978. Es uno de los que demanda más acción de manera inmediata. “Parece que el presidente escuchó con atención nuestras historias y se quedó impresionado”, cuenta, “pero si eso es todo el resultado de la reunión, será una vergüenza”. Según subraya, “lo que importa es cómo resolvemos el abandono anterior y tomamos medidas”.

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