Reino Unido rebaja medio punto la previsión de crecimiento debido al Brexit
Londres cuadruplica el dinero reservado para el proceso de separación de la Unión Europea
Patricia Tubella
Londres, El País
Rehén de una minoría parlamentaria y del liderazgo laborista en los sondeos, el Gobierno británico presentó este miércoles su primer presupuesto desde la activación del Brexit, que revisa a la baja las previsiones de crecimiento y cuadriplica la dotación reservada para afrontar las consecuencias de la salida de la UE. Las anunciadas inversiones en vivienda, educación y sanidad apuntan al votante de los tories, mientras que el impulso a las infraestructuras y nuevas tecnologías invita a abrazar una “economía del futuro” y fuera de las hechuras de Europa. La Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, en inglés) ha recortado sus previsiones de crecimiento económico para el país, hasta situarlo en el 1,5% en 2017, frente al 2% previsto anteriormente.
Con el reloj marcando la cuenta atrás hacia el Brexit, cuya consecución se ha fijado en el 29 de marzo de 2019, el ministro de Economía britanico, Philip Hammond, presentó este miércoles ante los Comunes un presupuesto que reconoce una merma del crecimiento en los años venideros pero que pretende contrarrestar con una inversión en la confianza de los británicos ante un futuro fuera de la UE. Esos caramelos que acapararán titulares —como la exención de impuestos para los compradores de una primera vivienda en su capítulo social, o la garantía de nuevas inversiones en sectores tecnológicos punteros en aras de la competitividad—, no han conseguido borrar la perspectiva de una mengua en la economía al salir de Europa.
Las cuentas del Estado expuestas por Hammond presentan más que nunca una lectura política por encima de lo económico, en un momento en el que el Ejecutivo británico se debate entre un Brexit duro o el acatamiento del pragmatismo que le exige Bruselas. El presupuesto expuesto por el canciller del Exchequer reserva una partida extraordinaria de 3.000 millones de libras (3.500 millones de euros) para capear los efectos todavía desconocidos del Brexit, frente a los 700 millones de libras (816 millones de euros) inicialmente considerados.
Ese paso entraña una victoria para los defensores de la posición más intransigente de Londres, que quieren garantizar los fondos necesarios en caso de un colapso de las negociaciones en curso y la consecuente salida del Reino Unido de la UE sin que medie un acuerdo comercial bilateral.
En tiempos menos agitados, Hammond habría optado por un presupuesto de continuidad que priorizara su conocida obsesión por reducir el déficit a través de una firme política fiscal. Pero el contexto político, aderezado con el agotamiento de los británicos después de siete años de recetas de austeridad, le ha forzado a relajar su objetivo de borrar los números rojos del presupuesto estatal a principios de la próxima década, poniendo sobre la mesa inversiones en infraestructuras y tecnología para apuntalar el crecimiento, que en el curso presente será del 1,5%, frente a las iniciales previsiones de un 2%, y que seguirá en línea descendiente hasta el inicio de la siguiente década.
Infraestructuras
Otras medidas anunciadas por el canciller del Exchequer congelarán el IVA a las pequeñas empresas y elevarán el umbral de los ingresos exentos de los impuestos sobre la renta, pero, sobre todo, se centrarán en las demandas de los ciudadanos con menores recursos en pro de inyecciones (muy matizadas, a tenor de las cifras) en los fondos de educación, sanidad y vivienda, con el compromiso de revisar los proyectos inmobiliarios que los especuladores no acaban de consumar y que tendrían que traducirse en decenas de miles de viviendas. Hammond comprometió también una discreta porción de los recursos públicos en apuntalar infraestructuras de Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte, dentro de su apuesta por el desarrollo de una economía post-europea.
El responsable económico del Gobierno de May aceptó suavizar sus políticas fiscales sin alarmar demasiado a los mercados. De sus propuestas depende, no solo su propio futuro en el Gabinete, sino el de una primera ministra demasiado debilitada para afrontar los retos del Brexit. Las campanas de elecciones anticipadas resuenan estos días con fuerza en los pasillos del poder de Westminster.
Patricia Tubella
Londres, El País
Rehén de una minoría parlamentaria y del liderazgo laborista en los sondeos, el Gobierno británico presentó este miércoles su primer presupuesto desde la activación del Brexit, que revisa a la baja las previsiones de crecimiento y cuadriplica la dotación reservada para afrontar las consecuencias de la salida de la UE. Las anunciadas inversiones en vivienda, educación y sanidad apuntan al votante de los tories, mientras que el impulso a las infraestructuras y nuevas tecnologías invita a abrazar una “economía del futuro” y fuera de las hechuras de Europa. La Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, en inglés) ha recortado sus previsiones de crecimiento económico para el país, hasta situarlo en el 1,5% en 2017, frente al 2% previsto anteriormente.
Con el reloj marcando la cuenta atrás hacia el Brexit, cuya consecución se ha fijado en el 29 de marzo de 2019, el ministro de Economía britanico, Philip Hammond, presentó este miércoles ante los Comunes un presupuesto que reconoce una merma del crecimiento en los años venideros pero que pretende contrarrestar con una inversión en la confianza de los británicos ante un futuro fuera de la UE. Esos caramelos que acapararán titulares —como la exención de impuestos para los compradores de una primera vivienda en su capítulo social, o la garantía de nuevas inversiones en sectores tecnológicos punteros en aras de la competitividad—, no han conseguido borrar la perspectiva de una mengua en la economía al salir de Europa.
Las cuentas del Estado expuestas por Hammond presentan más que nunca una lectura política por encima de lo económico, en un momento en el que el Ejecutivo británico se debate entre un Brexit duro o el acatamiento del pragmatismo que le exige Bruselas. El presupuesto expuesto por el canciller del Exchequer reserva una partida extraordinaria de 3.000 millones de libras (3.500 millones de euros) para capear los efectos todavía desconocidos del Brexit, frente a los 700 millones de libras (816 millones de euros) inicialmente considerados.
Ese paso entraña una victoria para los defensores de la posición más intransigente de Londres, que quieren garantizar los fondos necesarios en caso de un colapso de las negociaciones en curso y la consecuente salida del Reino Unido de la UE sin que medie un acuerdo comercial bilateral.
En tiempos menos agitados, Hammond habría optado por un presupuesto de continuidad que priorizara su conocida obsesión por reducir el déficit a través de una firme política fiscal. Pero el contexto político, aderezado con el agotamiento de los británicos después de siete años de recetas de austeridad, le ha forzado a relajar su objetivo de borrar los números rojos del presupuesto estatal a principios de la próxima década, poniendo sobre la mesa inversiones en infraestructuras y tecnología para apuntalar el crecimiento, que en el curso presente será del 1,5%, frente a las iniciales previsiones de un 2%, y que seguirá en línea descendiente hasta el inicio de la siguiente década.
Infraestructuras
Otras medidas anunciadas por el canciller del Exchequer congelarán el IVA a las pequeñas empresas y elevarán el umbral de los ingresos exentos de los impuestos sobre la renta, pero, sobre todo, se centrarán en las demandas de los ciudadanos con menores recursos en pro de inyecciones (muy matizadas, a tenor de las cifras) en los fondos de educación, sanidad y vivienda, con el compromiso de revisar los proyectos inmobiliarios que los especuladores no acaban de consumar y que tendrían que traducirse en decenas de miles de viviendas. Hammond comprometió también una discreta porción de los recursos públicos en apuntalar infraestructuras de Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte, dentro de su apuesta por el desarrollo de una economía post-europea.
El responsable económico del Gobierno de May aceptó suavizar sus políticas fiscales sin alarmar demasiado a los mercados. De sus propuestas depende, no solo su propio futuro en el Gabinete, sino el de una primera ministra demasiado debilitada para afrontar los retos del Brexit. Las campanas de elecciones anticipadas resuenan estos días con fuerza en los pasillos del poder de Westminster.