Muere el cofundador de AC/DC Malcolm Young a los 64 años

Militó en el grupo australiano como guitarrista y compositor hasta 2014

Diego A. Manrique
El País
Malcolm Young, cofundador de AC/DC, falleció hoy sábado en Sidney (Australia), a los 64 años, un mes después de que muriera su hermano George. Malcolm se había jubilado de la banda en 2010, tras una gira en la que el grupo anuló o cambiar de fecha varios conciertos (su última actuación tuvo lugar en Estadio de San Mamés, de Bilbao). Se difundió por entonces que Malcolm andaba mal de salud —se habló de cáncer de pulmón y dolencias cardíacos— aunque finalmente la prensa australiana reveló que sufría demencia y que había sido internado en una residencia.


Nacido en Glasgow en 1953, Malcolm tenía diez años cuando emigró con su familia a Australia. Eran ocho hermanos, muchos con inclinaciones musicales; uno de ellos, Alexander Young, se quedaría en Inglaterra; como parte de Grapefruit estuvo brevemente conectado con los Beatles. El primero del contingente australiano en destacar fue George, que triunfó con los extraordinarios Easybeats y que luego formaría con Harry Vanda un prolífico tándem de compositores-productores, aparte de reencarnarse en dúo de techno-pop como Flash and the Pan.

Malcolm y su hermano menor, Angus, no tenían ambiciones tan sofisticadas. Despegaron como AC/DC a finales de 1973 y se ganaron un hueco en el duro circuito australiano, ante públicos belicosos a los que contentaban con versiones hard de clásicos del rock and roll y variaciones raka-raka del boogie-rock estadounidense. Sus temas propios exploraban un humor de sal gorda, aparte de desarrollar cierta épica del rock transgresor.

Ubicados en Londres a partir de 1975, consiguieron un contrato internacional con Atlantic Records. Exhibieron una profesionalidad implacable: para Highway to hell (1979), álbum con el que logran el perseguido éxito global, el equipo Vanda-Young fue reemplazado por el productor rodesiano Robert John Mutt Lange. La muerte trágica de su incendiario vocalista, Bon Scott, en 1980, fue tapada rápidamente por la incorporación de Brian Johnson, excantante del grupo Geordie, y la publicación del celebérrimo Back in Black.

En los ochenta, ya habían perfeccionado la fórmula: himnos al sexo incansable, celebraciones del alcohol, formulaciones del poder unificador del rock, riffs más que contagiosos. Y no se desviaron un milímetro. Su único reto fue adaptar su espectáculo a festivales al aire libre, estadios olímpicos y recintos similares. Lo resolvieron con pirotecnia, disparos de un cañón, una campana gigantesca y las imparables carreras de Angus vestido como un colegial.

Como organización empresarial, demostraron sensibilidad ante las circunstancias económicas de sus seguidores, aquilatando su caché para que las entradas no alcanzaran cantidades obscenas. Simpatizaban con el fervor de los públicos hispanoparlantes, grabando videos en la madrileña Plaza de las Ventas (No bull, 1996) o en un estadio porteño (Live at River Plate, 2011).

Conscientes de que se repetían, quisieron reanimar la antigua llama con la colaboración de Rick Rubin. El fruto resultante fue el excelente disco Ballbreaker (1995), lento en elaboración y marcado por los conflictos entre el productor y Malcolm Young, defensor de las esencias de AC/DC.

Aunque no rehuían las entrevistas, el grupo funcionaba como un núcleo pétreo, sin que se filtraran las turbulencias internas. Así, la gira Black Ice Tour (2008-2010), se realizó prácticamente sin cambiar el orden de las canciones, para facilitar el desempeño de Malcolm como guitarra rítmica y corista.

El lema de AC/DC parece ser “el espectáculo debe continuar”. Se ha prescindido del baterista Phil Rudd, amante de la vida peligrosa, en varios momentos. Para el tramo final de la gira Rock or Bust, el vocalista Brian Johnson (aquejado de sordera) fue reemplazado por Axl Rose, el líder de Guns N’ Roses. Dado que el bajista, Cliff Williams, también anunció su retirada, cabría pensar que los días de AC/DC están contados. Pero no apuesten por ello: este gato tiene muchas vidas.

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