Lo que da miedo es el alquiler de los puestos

El mercadillo de Berlín, que sufrió un atentado la pasada Navidad, abre con más preocupación por las ventas que por el terrorismo

Enrique Müller
Berlín, El País
Tradición obliga. Como cada año por estas fechas, decenas de ciudades alemanas recuperan una tradición centenaria y abren sus pintorescos puestos de Navidad. Incluida Berlín, cuyo más famoso mercadillo, en la céntrica plaza de Breitscheid, fue escenario el 19 de diciembre del pasado año de un brutal atentado que causó la muerte de 12 personas. Ayer abrió sus puertas en medio de fuertes medidas de seguridad.



La tragedia aún flota en el aire. A los pies de la capilla de la Gedächtniskirche, en la misma plaza, se acumulan cruces blancas, velas, flores, fotos y la pregunta Warum? (“¿Por qué?”) escrita sobre un trozo de madera. Es el lugar donde el tunecino Anis Amri sembró el pánico irrumpiendo con un camión en medio de la multitud.


El mercadillo se abrió ayer con un servicio religioso para recordar a las víctimas del atentado. El altar estaba adornado con 12 velas blancas, una por cada fallecido. “Lo que pasó hace un año todavía está presente en nuestras mentes”, dijo el pastor Martin Gerner, durante una breve homilía.
Todo recuerda la tragedia un año después. El mercadillo está rodeado de bloques de hormigón para impedir que un nuevo camión conducido por un terrorista irrumpa en la plaza. También se ha preparado un importante despliegue policial, aunque pasará inadvertido. Hay escasa presencia de policías uniformados, pero porque la estrategia esta vez es diferente. “Habrá muchos policías de civil”, explica Martin Blume, un comerciante de 54 años que controla varios puestos y que fue testigo de la matanza. Blume estuvo a punto de morir el 19 de diciembre y logró salvar la vida gracias al sistema de frenos automáticos del camión, que logró detener el vehículo a escasos metros de su local. “La vida debe continuar”, dice Blume.

Los comerciantes aseguran que no tienen miedo a un nuevo atentado. Dimitri, un griego de 52 años que vende adornos navideños en un pequeño local, está convencido de que nada ni nadie puede impedir una nueva tragedia. “Si pasa algo no hay forma de evitarlo. Uno también puede morir si viaja en un avión”, dice resignado. Jorge C., un peruano que regenta desde hace diez años un local donde vende joyas importadas de India y de Tailandia, tampoco parece estar preocupado y solo tiene una idea fija: el alquiler de su puesto le cuesta 10.700 euros y solo espera poder cubrir los gastos. “El ambiente está enrarecido por lo que pasó el año pasado, pero no se percibe el temor entre los colegas”, admite. “Lo que importa ahora son las ventas”.


El mercadillo fue inaugurado oficialmente por la noche por el jefe del Gobierno regional de Berlín, Michael Müller. A causa de la lluvia y el frío, el político socialdemócrata estuvo poco acompañado. El público prefirió seguir bebiendo Glühwein (vino caliente) a escuchar las palabras de la primera autoridad de la ciudad. En el curso del día, el político había hecho un llamamiento a la población para que no se dejara intimidar por la amenaza terrorista. “Tenemos que impedir que nos arruinen la vida”, dijo, y añadió una frase que está incrustada en la mente de cada alemán: “Todos lo sabemos: no existe la seguridad total”.

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