La huida antieuropea de Puigdemont
Europa, según el expresidente catalán, es “un club de países decadentes, obsoletos"
Claudi Pérez
Bruselas, El País
El discurso de Carles Puigdemont y el de eurófobos como Nigel Farage y Marine Le Pen son ya prácticamente indistinguibles. “El proyecto europeo está en decadencia. La UE actúa como la mafia. No tiene legitimidad, es un chanchullo que ni siquiera respeta la democracia. Es una casa fría, con escasa democracia en su interior”, decía en perfecto inglés Nigel Farage allá por 2016. “La UE es un club decadente”, bramaba desde su escaño en la Eurocámara la ultraderechista francesa Marine Le Pen hace unos meses en Estrasburgo; “Europa está controlada por la oligarquía económica”, escribía poco después en el New York Times. Decía Robert Frost que la poesía es lo que se pierde al traducir un poema a otra lengua. Carles Puigdemont encaja perfectamente en ese aforismo: el expresidente catalán hizo ayer una bella traducción de Farage y Le Pen que apenas pierde poesía euroescéptica en una entrevista a la televisión pública israelí Canal 1 Kan, reproducida por La Vanguardia. Europa, según el expresidente catalán, es “un club de países decadentes, obsoletos, en el que mandan unos pocos, ligado a intereses económicos cada vez más discutibles”.
Pero Puigdemont empieza a ir más allá de las palabras: empieza a sugerir la idea de un referéndum sobre la pertenencia de Cataluña a la UE; un Brexit a la catalana, algo muy similar también a lo que reclama Le Pen para Francia, Wilders en Holanda o todos y cada uno de la veintena de partidos ultras que han brotado en toda Europa. Se trata del último capítulo de la huida hacia delante de Puigdemont y su partido, que patrocinó la independencia de Cataluña bajo la idea de que la Unión Europea reconocería las aspiraciones de los nacionalistas y daría encaje legal al secesionismo.
De ahí pasó a pedir la mediación de Europa entre Cataluña y España. Cuando quedó claro que Bruselas no iba a participar en nada de eso empezaron las críticas, que han ido subiendo de tono hasta el tirabuzón final: “No paran de decirnos que vamos a quedar fuera de la UE, pero quien debe tomar esa decisión son los ciudadanos de Cataluña, como deberían tomarla libremente los otros ciudadanos de Europa. ¿Quieren ustedes pertenecer o no a esta Unión Europea? ¿Y en qué condiciones? Vamos a ver qué dice el pueblo de Catalunya”.
La deriva euroescéptica del expresidente catalán llega, paradójicamente, en pleno exilio en Bruselas para tratar de internacionalizar el procés. Puigdemont perseguía ganarse a las instituciones europeas para su causa; ocurre que con sus últimas entrevistas, plagadas de ataques a la Unión, ha conseguido poco más o menos lo opuesto. Este es un resumen sucinto de esa deriva euroescéptica, que ha coincidido con la defensa del independentismo por los Farage, Le Pen, De Wilders y el resto de ultraderechistas del Parlamento Europeo.
Septiembre de 2013: “Una Cataluña soberana seguirá en el euro”. El mentor político de Puigdemont, el expresidente Artur Mas, desafiaba a la UE a finales de 2013 al asegurar que una Cataluña independiente seguiría “en el euro”; “no debe haber ningún temor a quedar fuera de Schengen [el acuerdo de libre circulación de personas]”. El secesionismo ha patrocinado durante años los informes jurídicos que aventuraban que una Cataluña independiente nunca saldría de la UE. La Comisión Europea, desde los años del presidente Romano Prodi, dice lo contrario: "Cuando un territorio de un Estado miembro deja de formar parte de ese Estado, porque se convierte en un Estado independiente, los tratados dejarán de aplicarse a ese nuevo Estado". El presidente Jean-Claude Juncker ha sido tajante al respecto: “Una Cataluña independiente quedaría fuera de la UE".
Enero de 2017: “Europa no puede mirar hacia otro lado”. Puigdemont se agarró en todo momento a los citados informes sobre una Cataluña independiente dentro de la UE, del euro y de Schengen, pero a medida que se iba preparando el referéndum de independencia la tesis del expresidente era que tanto Bruselas como los Estados miembros verían con buenos ojos la secesión. “No está en juego la independencia sino la democracia; Europa no podrá mirar hacia otro lado”. Poco a poco, el bloque independentista iba reclamando que Bruselas mediara entre España y Cataluña: “Europa intervendrá con diálogo político en un primer momento, y facilitando el encaje jurídico después”, decía Puigdemont a principios de año, cuando aún se declaraba “profundamente europeísta” y subrayaba la “clara vocación de pertenencia de Cataluña en el proyecto europeo”.
Puigdemont en Bruselas: empiezan las críticas a la UE. Bruselas nunca ha querido oír una sola palabra de la mediación. La Comisión Europea ha cerrado filas con Mariano Rajoy, y tanto el Consejo Europeo como los Estados miembros han dado un respaldo sin fisuras al Gobierno español, solo algo empañado por las críticas a las cargas policiales del 1-O. A medida que quedaba claro que el discurso independentista no calaba en Europa llegaron los ataques de Puigdemont. El día de su llegada a su autoproclamado exilio de Bruselas, a finales de septiembre, lanzó los primeros dardos contra la Unión. Desde entonces, el crescendo antieuropeo no se ha detenido. “Europa da la espalda a Cataluña: la UE solo es valiente cuando habla de países sobre los que tiene competencia” (entrevista a AP, 28 de septiembre). “Señor Juncker, ¿es esta UE la que quieren construir, la que apoya a un Gobierno español que ha dado un golpe de Estado?” (Palacio de las Bellas Artes de Bruselas, 7 de noviembre). “La UE es una caricatura de lo que es Europa”; sus dirigentes “han corrompido los valores fundacionales de la Unión” (entrevista a ACN, 12 de noviembre).
En la presentación de la lista de PdeCat, este sábado en un hotel cerca de Brujas, lanzó algo parecido a un alegato antieuropeo: “Europa no puede pretender seguir dando lecciones a China, a Turquía o en Sudamérica si permite violaciones de los derechos civiles en su propio territorio, en Cataluña”. “Basta de permitírselo todo al Gobierno español. ¿Va a seguir validando Juncker la legitimidad del 155 y de un Gobierno que nos quiere condenar a 30 años de cárcel por hacer lo que decía nuestro programa electoral en 2015?”, se cuestionó. Y ayer culminó esa deriva y subió el último peldaño en esa escalada euroescéptica: “La UE es insensible al atropello de los derechos humanos de los derechos democráticos de un territorio solo porque a derecha posfranquista española tiene interés en que se así. Los catalanes “deberían decidir si squieren pertenecer a esta UE” y “en qué condiciones”. “Vamos a ver qué dice el pueblo de Cataluña”, apuntó sugiriendo un referéndum sobre el Catexit.
Claudi Pérez
Bruselas, El País
El discurso de Carles Puigdemont y el de eurófobos como Nigel Farage y Marine Le Pen son ya prácticamente indistinguibles. “El proyecto europeo está en decadencia. La UE actúa como la mafia. No tiene legitimidad, es un chanchullo que ni siquiera respeta la democracia. Es una casa fría, con escasa democracia en su interior”, decía en perfecto inglés Nigel Farage allá por 2016. “La UE es un club decadente”, bramaba desde su escaño en la Eurocámara la ultraderechista francesa Marine Le Pen hace unos meses en Estrasburgo; “Europa está controlada por la oligarquía económica”, escribía poco después en el New York Times. Decía Robert Frost que la poesía es lo que se pierde al traducir un poema a otra lengua. Carles Puigdemont encaja perfectamente en ese aforismo: el expresidente catalán hizo ayer una bella traducción de Farage y Le Pen que apenas pierde poesía euroescéptica en una entrevista a la televisión pública israelí Canal 1 Kan, reproducida por La Vanguardia. Europa, según el expresidente catalán, es “un club de países decadentes, obsoletos, en el que mandan unos pocos, ligado a intereses económicos cada vez más discutibles”.
Pero Puigdemont empieza a ir más allá de las palabras: empieza a sugerir la idea de un referéndum sobre la pertenencia de Cataluña a la UE; un Brexit a la catalana, algo muy similar también a lo que reclama Le Pen para Francia, Wilders en Holanda o todos y cada uno de la veintena de partidos ultras que han brotado en toda Europa. Se trata del último capítulo de la huida hacia delante de Puigdemont y su partido, que patrocinó la independencia de Cataluña bajo la idea de que la Unión Europea reconocería las aspiraciones de los nacionalistas y daría encaje legal al secesionismo.
De ahí pasó a pedir la mediación de Europa entre Cataluña y España. Cuando quedó claro que Bruselas no iba a participar en nada de eso empezaron las críticas, que han ido subiendo de tono hasta el tirabuzón final: “No paran de decirnos que vamos a quedar fuera de la UE, pero quien debe tomar esa decisión son los ciudadanos de Cataluña, como deberían tomarla libremente los otros ciudadanos de Europa. ¿Quieren ustedes pertenecer o no a esta Unión Europea? ¿Y en qué condiciones? Vamos a ver qué dice el pueblo de Catalunya”.
La deriva euroescéptica del expresidente catalán llega, paradójicamente, en pleno exilio en Bruselas para tratar de internacionalizar el procés. Puigdemont perseguía ganarse a las instituciones europeas para su causa; ocurre que con sus últimas entrevistas, plagadas de ataques a la Unión, ha conseguido poco más o menos lo opuesto. Este es un resumen sucinto de esa deriva euroescéptica, que ha coincidido con la defensa del independentismo por los Farage, Le Pen, De Wilders y el resto de ultraderechistas del Parlamento Europeo.
Septiembre de 2013: “Una Cataluña soberana seguirá en el euro”. El mentor político de Puigdemont, el expresidente Artur Mas, desafiaba a la UE a finales de 2013 al asegurar que una Cataluña independiente seguiría “en el euro”; “no debe haber ningún temor a quedar fuera de Schengen [el acuerdo de libre circulación de personas]”. El secesionismo ha patrocinado durante años los informes jurídicos que aventuraban que una Cataluña independiente nunca saldría de la UE. La Comisión Europea, desde los años del presidente Romano Prodi, dice lo contrario: "Cuando un territorio de un Estado miembro deja de formar parte de ese Estado, porque se convierte en un Estado independiente, los tratados dejarán de aplicarse a ese nuevo Estado". El presidente Jean-Claude Juncker ha sido tajante al respecto: “Una Cataluña independiente quedaría fuera de la UE".
Enero de 2017: “Europa no puede mirar hacia otro lado”. Puigdemont se agarró en todo momento a los citados informes sobre una Cataluña independiente dentro de la UE, del euro y de Schengen, pero a medida que se iba preparando el referéndum de independencia la tesis del expresidente era que tanto Bruselas como los Estados miembros verían con buenos ojos la secesión. “No está en juego la independencia sino la democracia; Europa no podrá mirar hacia otro lado”. Poco a poco, el bloque independentista iba reclamando que Bruselas mediara entre España y Cataluña: “Europa intervendrá con diálogo político en un primer momento, y facilitando el encaje jurídico después”, decía Puigdemont a principios de año, cuando aún se declaraba “profundamente europeísta” y subrayaba la “clara vocación de pertenencia de Cataluña en el proyecto europeo”.
Puigdemont en Bruselas: empiezan las críticas a la UE. Bruselas nunca ha querido oír una sola palabra de la mediación. La Comisión Europea ha cerrado filas con Mariano Rajoy, y tanto el Consejo Europeo como los Estados miembros han dado un respaldo sin fisuras al Gobierno español, solo algo empañado por las críticas a las cargas policiales del 1-O. A medida que quedaba claro que el discurso independentista no calaba en Europa llegaron los ataques de Puigdemont. El día de su llegada a su autoproclamado exilio de Bruselas, a finales de septiembre, lanzó los primeros dardos contra la Unión. Desde entonces, el crescendo antieuropeo no se ha detenido. “Europa da la espalda a Cataluña: la UE solo es valiente cuando habla de países sobre los que tiene competencia” (entrevista a AP, 28 de septiembre). “Señor Juncker, ¿es esta UE la que quieren construir, la que apoya a un Gobierno español que ha dado un golpe de Estado?” (Palacio de las Bellas Artes de Bruselas, 7 de noviembre). “La UE es una caricatura de lo que es Europa”; sus dirigentes “han corrompido los valores fundacionales de la Unión” (entrevista a ACN, 12 de noviembre).
En la presentación de la lista de PdeCat, este sábado en un hotel cerca de Brujas, lanzó algo parecido a un alegato antieuropeo: “Europa no puede pretender seguir dando lecciones a China, a Turquía o en Sudamérica si permite violaciones de los derechos civiles en su propio territorio, en Cataluña”. “Basta de permitírselo todo al Gobierno español. ¿Va a seguir validando Juncker la legitimidad del 155 y de un Gobierno que nos quiere condenar a 30 años de cárcel por hacer lo que decía nuestro programa electoral en 2015?”, se cuestionó. Y ayer culminó esa deriva y subió el último peldaño en esa escalada euroescéptica: “La UE es insensible al atropello de los derechos humanos de los derechos democráticos de un territorio solo porque a derecha posfranquista española tiene interés en que se así. Los catalanes “deberían decidir si squieren pertenecer a esta UE” y “en qué condiciones”. “Vamos a ver qué dice el pueblo de Cataluña”, apuntó sugiriendo un referéndum sobre el Catexit.