Habemus 9
Agüero rompió la sequía de los centrodelanteos en los partidos clase A, de la era de Sampaoli. El Kun tuvo buenos movimientos, se entendió con Messi y se afirma de cara al Mundial.
Hernán Claus @hernanclaus
Hclaus@agea.com.ar
Y el Kun rompió la maldición del nueve en la era Sampaoli. Así de fácil y de sencillo. Porque cada uno de los centrodelanteros utilizados por el entrenador habían hecho casi todo bien, pero les había faltado lo más importante: el gol. Y cuando parecía que Agüero iba a estar en la misma sintonía que Higuaín, Icardi y Benedetto, el delantero del Manchester City logró trasladar el gran momento que vive en el club a la Selección y así completó un partido más que interesante con la camiseta celeste y blanca, algo que no le venía ocurriendo.
En el séptimo partido (aunque podríamos obviar el cumpleaños ante Singapur), Sampaoli ubicó a su quinto centrodelantero en cancha. Arrancó su ciclo con Higuaín -duró un tiempo ante Brasil- y después llegó el turno de Joaquín Correa en ese 6-0 ante un rival tan extraño. Cuando los partidos fueron por los porotos y por el sufrimiento, Icardi tuvo dos chances (ante Uruguay y Venezuela) y Benedetto también jugó por duplicado (ante Perú y Ecuador). Y si bien Mauro y el Pipa tuvieron movimientos adecuados -esa lectura hizo el coach-, en la foto quedó que no hicieron goles.
Y al séptimo día (o partido) Agüero no descansó. En un partido clave para ganarse la confianza del entrenador y de sus compañeros, el delantero de 29 años se destacó. Sus movimientos finos, esa química que tiene con Messi -demostrado en el gran pase a Leo, en esa definición que mereció ser gol- y ese pase a la red, cuando el partido se moría lo ponen un escalón arriba del resto. A Sampaoli le encantan los nueves que salen a jugar y esa es la especialidad del Kun, quien en Moscú leyó muy bien las jugadas y había tenido dos chances claritas en el primer tiempo que el arquero le tapó.
Cuando parecía que la historia se repetía, que la sequía sólo se había cortado en Quito, apareció esa jugada de ataque: Messi para Pavón -se puso en modo Boca-, centro atrás y la definición del Kun, que primero definió con categoría, pero al final la metió con la cabeza, bien de nueve para el 1-0. Un grito importante para la estadística (alcanzó a Crespo como tercer goleador histórico de la Selección con 35 gritos) y para dar un pase clave para meterse en la lista para el Mundial.
Hernán Claus @hernanclaus
Hclaus@agea.com.ar
Y el Kun rompió la maldición del nueve en la era Sampaoli. Así de fácil y de sencillo. Porque cada uno de los centrodelanteros utilizados por el entrenador habían hecho casi todo bien, pero les había faltado lo más importante: el gol. Y cuando parecía que Agüero iba a estar en la misma sintonía que Higuaín, Icardi y Benedetto, el delantero del Manchester City logró trasladar el gran momento que vive en el club a la Selección y así completó un partido más que interesante con la camiseta celeste y blanca, algo que no le venía ocurriendo.
En el séptimo partido (aunque podríamos obviar el cumpleaños ante Singapur), Sampaoli ubicó a su quinto centrodelantero en cancha. Arrancó su ciclo con Higuaín -duró un tiempo ante Brasil- y después llegó el turno de Joaquín Correa en ese 6-0 ante un rival tan extraño. Cuando los partidos fueron por los porotos y por el sufrimiento, Icardi tuvo dos chances (ante Uruguay y Venezuela) y Benedetto también jugó por duplicado (ante Perú y Ecuador). Y si bien Mauro y el Pipa tuvieron movimientos adecuados -esa lectura hizo el coach-, en la foto quedó que no hicieron goles.
Y al séptimo día (o partido) Agüero no descansó. En un partido clave para ganarse la confianza del entrenador y de sus compañeros, el delantero de 29 años se destacó. Sus movimientos finos, esa química que tiene con Messi -demostrado en el gran pase a Leo, en esa definición que mereció ser gol- y ese pase a la red, cuando el partido se moría lo ponen un escalón arriba del resto. A Sampaoli le encantan los nueves que salen a jugar y esa es la especialidad del Kun, quien en Moscú leyó muy bien las jugadas y había tenido dos chances claritas en el primer tiempo que el arquero le tapó.
Cuando parecía que la historia se repetía, que la sequía sólo se había cortado en Quito, apareció esa jugada de ataque: Messi para Pavón -se puso en modo Boca-, centro atrás y la definición del Kun, que primero definió con categoría, pero al final la metió con la cabeza, bien de nueve para el 1-0. Un grito importante para la estadística (alcanzó a Crespo como tercer goleador histórico de la Selección con 35 gritos) y para dar un pase clave para meterse en la lista para el Mundial.