Fue la guerra y la ganó el Barça
Derbi durísimo, con más patadas y emoción que ocasiones y espectáculo. Fernández Borbalán le quitó dos penaltis al Madrid. A Ramos le rompieron la nariz. Griezmann salió pitado.
Luis Nieto
As
Fue un derbi vietnamita, un homenaje al viejo Metropolitano, donde se ventilaron pleitos así, tantas veces fuera de la ley. No hubo noticias de Cristiano, lento y fallón, ni de Griezmann, pitado. Tampoco de Fernández Borbalán, que le quitó dos penaltis al Madrid y toleró un partido de los bajos fondos, salvado por una incontenible emoción, por la omnipresencia de Lucas y por Isco, que puso la música en aquella lluvia de metralla. El Barça acabó ganando esta guerra sin pegar un solo tiro.
El Atlético puso la coreografía y el Madrid respondió con Isco. El tambor contra el violín. Y es que la envoltura del partido fue muy del gusto de Simeone. En maniobra sincronizada apretó el Wanda y apretó el equipo la salida de pelota del Madrid. Esa ola de fogosidad encoge mucho al equipo de Zidane en estos momentos, en los que Modric y Kroos andan sin salida. El plan pudo ser perfecto si Correa no hubiese dejado ir un doble regalo de Marcelo y Varane. Solo ante Casilla se le fue el tren con un disparo sin colocación.
Lo que vino después fue un derbi a la antigua usanza, dramático, durísimo, de pico y pala, tan falto de fútbol como de modales. Simeone metió la hormigonera en el centro del campo, con Thomas y Gabi ajustando, Correa y Saúl por fuera y Koke como mediapunta. Por ahí se le habían escapado los últimos derbis y echó el resto para intentar desintegrar al Madrid. El taladro topó en Casemiro, otro de acero, que corrigió todos los desajustes blancos hasta desactivar esa amenaza de apocalipsis. El paso de los minutos le fue quitando al Atlético la ilusión óptica de que tenía el partido en un puño. En realidad, desde aquel error de Correa no se asomó ante Casilla hasta muy al final.
La fatiga e Isco fueron metiendo al Madrid en el partido. El malagueño no es un atajo sino la única salida de su equipo. Desde la izquierda preparó todos los asaltos al área del Atlético sin encontrar acompañamiento. Es solista por obligación, que no por devoción. Cristiano no pasó de varias bicicletas circenses y de dos lanzamientos de falta que rechazó Oblak. A Benzema le pareció que el partido se jugaba a más temperatura de la que es capaz de soportar. Al primer tiro busca refugio.
Sin embargo, a la causa comenzaron a sumarse Carvajal y Marcelo, este con proposito de enmienda. Kroos estuvo a punto de sacar partido de una pared con Cristiano y a Ramos le quitó Lucas el gol y la nariz de un golpe, en penalti que Fernández Borbalán le negó al Madrid. El capitán no regresó del vestuario, con una fractura nasal.
El Atlético de la segunda mitad ya fue otro. Corto de combustible, aplicó un recorte drástico a su presión. Sólo puntualmente se entregó a ella, pero le bastó para seguir minimizando al Madrid, más cuando Simeone dio el paso adelante de meter a Carrasco, ese inconstante factor diferencial que a veces suma y a veces resta, por Thomas. Correa, para entonces, ya andaba menos revoltoso que en el inicio. En las mismas andaba Isco, al que le cargaron demasiado en la mochila desde el comienzo. Y Marcelo acababa por entrar en barrena, con más pérdidas radiactivas por su banda.
Al Atlético la intensidad mal entendida se le empezaba a ir de las manos (tres tarjetas en 15 minutos), con la complicidad del árbitro, y al Madrid el partido. Varane salvó sobre la línea una vaselina de Gameiro. En un duelo sin camisa de fuerza Borbalán le quitó otro penalti al Madrid, por mano de Godín. Fue la hora de Cristiano, que tuvo las dos últimas y estuvo como en el resto del curso. El Atlético acabó pidiendo la hora y el Barça ganando el derbi.
Luis Nieto
As
Fue un derbi vietnamita, un homenaje al viejo Metropolitano, donde se ventilaron pleitos así, tantas veces fuera de la ley. No hubo noticias de Cristiano, lento y fallón, ni de Griezmann, pitado. Tampoco de Fernández Borbalán, que le quitó dos penaltis al Madrid y toleró un partido de los bajos fondos, salvado por una incontenible emoción, por la omnipresencia de Lucas y por Isco, que puso la música en aquella lluvia de metralla. El Barça acabó ganando esta guerra sin pegar un solo tiro.
El Atlético puso la coreografía y el Madrid respondió con Isco. El tambor contra el violín. Y es que la envoltura del partido fue muy del gusto de Simeone. En maniobra sincronizada apretó el Wanda y apretó el equipo la salida de pelota del Madrid. Esa ola de fogosidad encoge mucho al equipo de Zidane en estos momentos, en los que Modric y Kroos andan sin salida. El plan pudo ser perfecto si Correa no hubiese dejado ir un doble regalo de Marcelo y Varane. Solo ante Casilla se le fue el tren con un disparo sin colocación.
Lo que vino después fue un derbi a la antigua usanza, dramático, durísimo, de pico y pala, tan falto de fútbol como de modales. Simeone metió la hormigonera en el centro del campo, con Thomas y Gabi ajustando, Correa y Saúl por fuera y Koke como mediapunta. Por ahí se le habían escapado los últimos derbis y echó el resto para intentar desintegrar al Madrid. El taladro topó en Casemiro, otro de acero, que corrigió todos los desajustes blancos hasta desactivar esa amenaza de apocalipsis. El paso de los minutos le fue quitando al Atlético la ilusión óptica de que tenía el partido en un puño. En realidad, desde aquel error de Correa no se asomó ante Casilla hasta muy al final.
La fatiga e Isco fueron metiendo al Madrid en el partido. El malagueño no es un atajo sino la única salida de su equipo. Desde la izquierda preparó todos los asaltos al área del Atlético sin encontrar acompañamiento. Es solista por obligación, que no por devoción. Cristiano no pasó de varias bicicletas circenses y de dos lanzamientos de falta que rechazó Oblak. A Benzema le pareció que el partido se jugaba a más temperatura de la que es capaz de soportar. Al primer tiro busca refugio.
Sin embargo, a la causa comenzaron a sumarse Carvajal y Marcelo, este con proposito de enmienda. Kroos estuvo a punto de sacar partido de una pared con Cristiano y a Ramos le quitó Lucas el gol y la nariz de un golpe, en penalti que Fernández Borbalán le negó al Madrid. El capitán no regresó del vestuario, con una fractura nasal.
El Atlético de la segunda mitad ya fue otro. Corto de combustible, aplicó un recorte drástico a su presión. Sólo puntualmente se entregó a ella, pero le bastó para seguir minimizando al Madrid, más cuando Simeone dio el paso adelante de meter a Carrasco, ese inconstante factor diferencial que a veces suma y a veces resta, por Thomas. Correa, para entonces, ya andaba menos revoltoso que en el inicio. En las mismas andaba Isco, al que le cargaron demasiado en la mochila desde el comienzo. Y Marcelo acababa por entrar en barrena, con más pérdidas radiactivas por su banda.
Al Atlético la intensidad mal entendida se le empezaba a ir de las manos (tres tarjetas en 15 minutos), con la complicidad del árbitro, y al Madrid el partido. Varane salvó sobre la línea una vaselina de Gameiro. En un duelo sin camisa de fuerza Borbalán le quitó otro penalti al Madrid, por mano de Godín. Fue la hora de Cristiano, que tuvo las dos últimas y estuvo como en el resto del curso. El Atlético acabó pidiendo la hora y el Barça ganando el derbi.