Argentina busca a la desesperada a los 44 desaparecidos en un submarino en el Atlántico
Familiares y amigos peregrinan al puerto de Mar del Plata, lugar previsto para el atraque de la nave, que contactó por última vez el miércoles
Federico Rivas Molina
Buenos Aires, El País
Desesperación, incertidumbre, miedo. Los estados de ánimo de los familiares y amigos de los 44 argentinos perdidos en un submarino en el fondo del mar refleja la gravedad de la situación que enfrentan. Las horas pasan y el puerto de Mar del Plata, en Buenos Aires, donde debía llegar el ARA San Juan, se ha convertido en lugar de peregrinación de decenas de personas que buscan información, rezan y se contienen entre ellas. La búsqueda del submarino se ha convertido en una causa nacional desde que la nave perdiera contacto con la base el miércoles, tras partir del puerto de Ushuaia, en el extremo sur de la Patagonia argentina, el 13 de noviembre. La Armada ha rastrillado ya por aire el 80% de la zona donde podría estar la nave, sin resultados. Las redes sociales se convirtieron en escenario de largas cadenas de oración por los 44 marinos. Incluso el Papa Francisco pidió por sus compatriotas. A través del obispo castrense, Monseñor Santiago Olivera, el Sumo Pontífice expresó "su ferviente oración" y le pidió que “haga llegar a sus familiares y a las autoridades militares y civiles de ese país su cercanía en estos difíciles momentos".
Las familias de los 44 tripulantes viven ahora con mucha angustia la incertidumbre de la búsqueda. Como Marcela Moyano, esposa de Hernán Rodríguez, jefe de máquinas del submarino. “Es angustiante, una mezcla de sentimientos terrible, a pesar que todas las familias sabemos que los tripulantes tienen mucho conocimiento. Yo quiero a mi esposo acá”, dijo Moyano a la prensa. Alfredo, padre de Franco Espinoza, otro miembro de la tripulación, contó que se enteró de los problemas en el buque “escuchando la radio”. “Nunca vivimos una incertidumbre igual. Yo había hablado con mi hijo antes de que hiciera el viaje y no me hizo ningún comentario sobre desperfectos o cosa rara con la nave”. Entre lágrimas, Cristina, hermana de Javier Gallardo, un oficial que trabaja en la cocina del submarino, dijo que está “desesperada”. “Los familiares no sabemos nada”, se quejó.
Las horas pasan y la tensión crece. La principal hipótesis de la Armada es que la nave tuvo un problema eléctrico y por eso perdió su capacidad de comunicación. Ha descartado, por el momento, un incendio a bordo, y confía en que el ARA San Juan está aún en movimiento, navegando hacia su puerto de arribo, tal como establece el protocolo para estos casos. "No hay ningún indicio grave que se tenga del submarino, simplemente se dejó de tener comunicaciones", dijo el portavoz de la fuerza, Enrique Balbi. Cuando emitió su última coordenada, la nave realizaba trabajos de control de pesca ilegal a unos 400 kilómetros de la costa, a la altura del Golfo San Jorge, entre Puerto Deseado y Comodoro Rivadavia, en la Patagonia argentina.
El ARA San Juan es uno de los tres submarinos que tiene la Armada argentina. Fabricado en 1985 en Alemania, tiene propulsión diésel eléctrica convencional y lleva a bordo 960 baterías. Entre 2007 y 2014, el Gobierno de Cristina Kirchner lo restauró para extender su vida útil otros 30 años. “Pondremos a disposición todos los recursos nacionales e internacionales que sean necesarios para hallar el submarino lo antes posible", dijo el presidente Mauricio Macri desde la residencia oficial de verano cerca de Mar del Plata, adonde se trasladó para estar cerca de los operativos. Ayer recibió al ministro de Defensa, Oscar Aguad, el hombre que está al frente de la búsqueda. El ministro adelantó su regreso de Canadá, donde participó de una reunión en Naciones Unidas, y se instaló en la base naval Playa Grande, centro nacional de los submarinistas argentinos, también en Mar del Plata.
La búsqueda es lenta y la zona muy extensa. La Armada argentina desplegó dos corbetas, un destructor, un avión Tracker y un B-200 de vigilancia. Aceptó además la ayuda ofrecida por Estados Unidos, Reino Unido, Chile, Brasil y Uruguay. El gobierno de Donald Trump envió desde El Salvador un avión marítimo P-84 Poseidón, preparado para "respaldar una amplia gama de misiones en grandes masas de agua, incluidas las operaciones de búsqueda y rescate por debajo de la superficie", según anunció en un comunicado firmado por el Comando Sur. La necesidad ha puesto incluso en un paréntesis las diferencias diplomáticas entre Argentina y Reino Unido por la soberanía de las Islas Malvinas: Londres envió a la zona de búsqueda un Hércules basado en el archipiélago.
El sábado por la tarde, la Armada anunció que el 80% de la búsqueda por aire estaba concluida, sin encontrar rastro alguno del submarino. “Esto lleva tiempo y no podemos hacer hipótesis. Obviamente, la búsqueda submarina es mucho más difícil que la de superficie", dijo el contraalmirante Gabriel González, comandante del Área Naval Atlántica. Los rescatistas no pierden las esperanzas.
Federico Rivas Molina
Buenos Aires, El País
Desesperación, incertidumbre, miedo. Los estados de ánimo de los familiares y amigos de los 44 argentinos perdidos en un submarino en el fondo del mar refleja la gravedad de la situación que enfrentan. Las horas pasan y el puerto de Mar del Plata, en Buenos Aires, donde debía llegar el ARA San Juan, se ha convertido en lugar de peregrinación de decenas de personas que buscan información, rezan y se contienen entre ellas. La búsqueda del submarino se ha convertido en una causa nacional desde que la nave perdiera contacto con la base el miércoles, tras partir del puerto de Ushuaia, en el extremo sur de la Patagonia argentina, el 13 de noviembre. La Armada ha rastrillado ya por aire el 80% de la zona donde podría estar la nave, sin resultados. Las redes sociales se convirtieron en escenario de largas cadenas de oración por los 44 marinos. Incluso el Papa Francisco pidió por sus compatriotas. A través del obispo castrense, Monseñor Santiago Olivera, el Sumo Pontífice expresó "su ferviente oración" y le pidió que “haga llegar a sus familiares y a las autoridades militares y civiles de ese país su cercanía en estos difíciles momentos".
Las familias de los 44 tripulantes viven ahora con mucha angustia la incertidumbre de la búsqueda. Como Marcela Moyano, esposa de Hernán Rodríguez, jefe de máquinas del submarino. “Es angustiante, una mezcla de sentimientos terrible, a pesar que todas las familias sabemos que los tripulantes tienen mucho conocimiento. Yo quiero a mi esposo acá”, dijo Moyano a la prensa. Alfredo, padre de Franco Espinoza, otro miembro de la tripulación, contó que se enteró de los problemas en el buque “escuchando la radio”. “Nunca vivimos una incertidumbre igual. Yo había hablado con mi hijo antes de que hiciera el viaje y no me hizo ningún comentario sobre desperfectos o cosa rara con la nave”. Entre lágrimas, Cristina, hermana de Javier Gallardo, un oficial que trabaja en la cocina del submarino, dijo que está “desesperada”. “Los familiares no sabemos nada”, se quejó.
Las horas pasan y la tensión crece. La principal hipótesis de la Armada es que la nave tuvo un problema eléctrico y por eso perdió su capacidad de comunicación. Ha descartado, por el momento, un incendio a bordo, y confía en que el ARA San Juan está aún en movimiento, navegando hacia su puerto de arribo, tal como establece el protocolo para estos casos. "No hay ningún indicio grave que se tenga del submarino, simplemente se dejó de tener comunicaciones", dijo el portavoz de la fuerza, Enrique Balbi. Cuando emitió su última coordenada, la nave realizaba trabajos de control de pesca ilegal a unos 400 kilómetros de la costa, a la altura del Golfo San Jorge, entre Puerto Deseado y Comodoro Rivadavia, en la Patagonia argentina.
El ARA San Juan es uno de los tres submarinos que tiene la Armada argentina. Fabricado en 1985 en Alemania, tiene propulsión diésel eléctrica convencional y lleva a bordo 960 baterías. Entre 2007 y 2014, el Gobierno de Cristina Kirchner lo restauró para extender su vida útil otros 30 años. “Pondremos a disposición todos los recursos nacionales e internacionales que sean necesarios para hallar el submarino lo antes posible", dijo el presidente Mauricio Macri desde la residencia oficial de verano cerca de Mar del Plata, adonde se trasladó para estar cerca de los operativos. Ayer recibió al ministro de Defensa, Oscar Aguad, el hombre que está al frente de la búsqueda. El ministro adelantó su regreso de Canadá, donde participó de una reunión en Naciones Unidas, y se instaló en la base naval Playa Grande, centro nacional de los submarinistas argentinos, también en Mar del Plata.
La búsqueda es lenta y la zona muy extensa. La Armada argentina desplegó dos corbetas, un destructor, un avión Tracker y un B-200 de vigilancia. Aceptó además la ayuda ofrecida por Estados Unidos, Reino Unido, Chile, Brasil y Uruguay. El gobierno de Donald Trump envió desde El Salvador un avión marítimo P-84 Poseidón, preparado para "respaldar una amplia gama de misiones en grandes masas de agua, incluidas las operaciones de búsqueda y rescate por debajo de la superficie", según anunció en un comunicado firmado por el Comando Sur. La necesidad ha puesto incluso en un paréntesis las diferencias diplomáticas entre Argentina y Reino Unido por la soberanía de las Islas Malvinas: Londres envió a la zona de búsqueda un Hércules basado en el archipiélago.
El sábado por la tarde, la Armada anunció que el 80% de la búsqueda por aire estaba concluida, sin encontrar rastro alguno del submarino. “Esto lleva tiempo y no podemos hacer hipótesis. Obviamente, la búsqueda submarina es mucho más difícil que la de superficie", dijo el contraalmirante Gabriel González, comandante del Área Naval Atlántica. Los rescatistas no pierden las esperanzas.