Abusos en la gimnasia: el infierno silenciado de las estrellas de los Juegos de Río

La medallista olímpica Gabby Douglas ha sido la última en denunciar abusos por parte del médico del equipo Larry Nassar, actualmente en la cárcel por posesión de pornografía infantil. Algunas de sus compañeras ya lo hicieron antes.

Begoña Gómez Urzaiz
El País
Fueron la cara más mediática de los Juegos de Río 2016. Las bautizaron las Final Five, no sin discusión previa, porque a los fans también les gustaban los apodos Phenomenal Five y Slay Five. Simone Biles, coronada como la mejor gimnasta del mundo desde Nadia Comaneci, emocionó con su historia de superación: su madre alcohólica la abandonó a los tres años. La composición del equipo –una latina de origen puertorriqueño, Laurie Hernández, dos afroamericanas y dos blancas judías– las convertía además en una perfecta historia de armonía interracial. En conjunto, lo tenían todo, incluidas nueve medallas entre todas, para convertirse en estrellas efímeras, antes de que toda la atención volviese a los deportes masculinos.


Ahora sabemos que tanto ellas como sus predecesoras de Londres 2012, conocidas como las Fierce Five, o por lo menos algunas de ellas, sufrían abusos continuados por parte del médico del equipo, Larry Nassar, que está actualmente en la cárcel por posesión de pornografía infantil pendiente de juicio. Sobre él pesan además 22 casos de “conducta sexual criminal”, en la terminología penal estadounidense, relatados por siete víctimas y tiene pendiente otro juicio civil impulsado por 125 mujeres que aseguran que recibieron abusos sexuales por parte de Nassar en el contexto de un tratamiento médico. Le acusan, entre otras cosas, de penetrarlas vaginal y analmente con los dedos aduciendo razones médicas. Según la cadena estadounidense CBS, podría enfrentarse a 25 años de cárcel.
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La última en señalar al osteópata, que formó parte durante 30 años del equipo de la federación gimnástica estadounidense, ha sido Gabby Douglas, ganadora de tres medallas olímpicas de oro, y su caso es llamativo por varias razones. Cuando dos de sus compañeras de equipo, Aly Raisman y McKayla Maroney acusaron al médico hace unas semanas, Douglas hizo una declaración polémica, dirigida sobre todo a Raisman, que meses atrás posó desnuda para la revista ESPN (en poses deportivas sin mucha carga erótica) y participó en el número de bañadores de Sports Illustrated. Basándose en eso, Douglas dijo que las mujeres deben vestir “con pudor y con clase” para evitar provocar “a la gente equivocada”. Tanto en medios deportivos como en las redes sociales se la criticó por un ejemplo de manual de culpar a la víctima. La estrella del equipo, Simone Biles, le contestó en un tweet: “Me choca lo que estoy viendo pero no me sorprende…sinceramente, ver esto me da ganas de llorar porque como compañera esperaba más de ti. Te apoyo, Aly, y a todas las mujeres ahí afuera. Permaneced fuertes”.

Douglas se disculpó y en un nuevo mensaje en Instagram admite que ella también sufrió abusos por parte de Nassar: “Sé que no importa lo que lleves, eso nunca le da a nadie el derecho a acosarte o a abusar de ti. Sería como decir que por los maillots que llevábamos, fue culpa nuestra que Larry Nassar abusara de nosotras. No había compartido mis experiencias públicamente porque durante muchos años se nos condicionó a permanece calladas y porque, honestamente, algunas cosas son extremadamente dolorosas”.

Raisman denunció al médico, que empezó a tratarla a los 15 años, justo después de los Juegos Olímpicos de Río, cuando el FBI inició una investigación contra el supuesto acosador en serie. En una entrevista del pasado verano se refirió a él como “monstruo” y fue muy dura con la Federación de Gimnasia por encubrir el caso. Sus compañeras habían permanecido calladas hasta que el movimiento #MeToo inspiró a McKayla Maroney a escribir sus experiencias en Twitter. “La gente debería saber que esto no pasa solo en Hollywood. Pasa en todas partes. Donde sea que haya una posición de poder, parece que hay potencial para el abuso. Yo tenía el sueño de ir a los Juegos Olímpicos y las cosas que tuve que sufrir para llegar allí fueron innecesarias y asquerosas”, escribió.

Dos gimnastas que representaron a Estados Unidos en los Juegos de 2000 en Sydney ya testificaron en marzo ante el Congreso contra Nasser y contra la negligencia de las autoridades. “Los niños no suelen contarlo cuando sufren abusos. Sufren en silencio y se someten a la autoridad de los adultos, y eso es especialmente cierto en el mundo hipercompetitivo de la gimnasia de élite. Pero las mujeres sí que hablamos y por eso estoy aquí”, ha explicado Jamie Dantzscher, bronce en los Juegos Olímpicos de Sídney.

Medios como Deadspin llevan tiempo investigando la cultura del abuso y del silencio en el mundo de la gimnasia. En ese año 2000, el equipo estadounidense, comandado entonces por los temibles Károlyi, el matrimonio que moldeó a Comaneci, quedó cuarto, sin medalla. Y a partir de ahí, según la periodista Dvora Meyers, que además es exgimnasta y conoce esa esfera a la perfección, se fomentó una cultura del “todo vale” con tal de volver al podio. Incluso si eso implicaba mirar hacia otro lado cuando Nassar “trataba” a las atletas en habitaciones de hotel sin supervisión. Ahora el médico se enfrenta a acusaciones que podrían llevarle a pasar el resto de sus días en la cárcel.

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