2050: cómo evitar un futuro de ‘Mad Max’

El cambio climático y la guerra nuclear son las mayores amenazas que afrontar a mediados de siglo, aunque aparecen otras como pandemias, falta de alimento y tecnoterrorismo

Javier Salas
El País
La humanidad ya estuvo cerca de desaparecer. Fue tras la terrorífica erupción volcánica de Toba, Indonesia, hace 75.000 años. Esta supererupción arrojó tal cantidad de materiales a la atmósfera que provocó “efectos comparables a los escenarios de invierno nuclear”. “La población humana parece haber pasado por un cuello de botella en este momento, de acuerdo con algunas estimaciones cayó hasta unas quinientas hembras reproductoras en una población mundial de aproximadamente 4.000 individuos”, explica Michael Rampino en el libro Riesgos catastróficos globales. “Este es quizás el peor desastre que jamás haya recaído sobre la especie humana, al menos si la severidad se mide por cuán cerca de terminal fue el resultado”, apunta.


Es más probable que muramos en el fin del mundo que en un ataque terrorista o en un accidente de avión

Según la teoría de la catástrofe de Toba, la ceniza de la erupción bloqueó la entrada de luz solar y las temperaturas cayeron en picado, haciendo extremadamente duras las condiciones de vida lo que llevó a los humanos al borde de la extinción. Una especie hoy decisiva en la historia de la Tierra, capaz de dejar huella a escala geológica, que ahora se arriesga a enfilar un cuello de botella similar, pues estamos a tan solo dos minutos y medio del apocalipsis.

Según el reloj simbólico del fin del mundo creado por el Boletín de Científicos Atómicos, llegar a la medianoche significa el abismo y las condiciones actuales de la humanidad nos han llevado a las 23:57 con 30 segundos. Es el punto más cercano al cataclismo definitivo desde que en 1953 la URSS y EE UU exhibieran su poderío termonuclear. La inestable y bravucona gestión de poder atómico mostrada por Donald Trump, sumada al cambio climático, llevó a adelantar el reloj —que en 1991 estaba a 17 minutos del juicio final— a este panel de científicos que cuenta con 15 premios Nobel. Antes de que se ideara este reloj, hace 70 años, nadie podía imaginar a la humanidad autodestruyéndose y la idea de que pudiera desaparecer era tan remota como un supervolcán o un gigantesco meteorito.

Pero vivimos tiempos volátiles, aunque no lo veamos. Es más probable que muramos en el fin del mundo, durante el hipotético evento que acabe con la humanidad, que en un ataque terrorista o en un accidente de avión. Así de cerca estamos, según algunos de los académicos que se dedican a estudiar los riesgos existenciales, aquellos que ponen en peligro nuestra viabilidad como especie. ¿Cómo llegaremos al 2050?

“La mayoría de la gente no es consciente del peligro”, asegura Phil Torres, autor del recién publicado Moralidad, previsión y prosperidad humana. Una introducción a los riesgos existenciales (Pitchstone). “Pocos se dan cuenta de que la amenaza de un holocausto nuclear es mucho mayor hoy de lo que fue durante la mayor parte de la Guerra Fría. Y el negacionismo climático sigue siendo inaceptablemente generalizado, especialmente entre los republicanos en Estados Unidos”, añade Torres. Para este especialista, uno de los mayores desafíos es encontrar la manera de no paralizar a la población al difundir lo que dijo recientemente Stephen Hawking: que este es el momento más peligroso de la historia de la humanidad.

De concienciar sobre riesgos globales sabe bastante Teresa Ribera, considerada una de las artífices del Acuerdo de París, especialista en el cambio climático, sin duda uno de los mayores peligros que tendremos que combatir en 2050. “Es particularmente delicada la situación de poblaciones vulnerables en países en desarrollo en los que la falta de solidaridad internacional y las dificultades intrínsecas para hacer frente a escenarios de cambio climático severo generarán desplazamiento y sufrimiento y, con ello, inestabilidad local y global”, augura Ribera, directora del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales.

Parar el cambio global del clima

Ribera dibuja dos escenarios muy distintos para 2050. Por un lado, uno de cambio climático intenso, sin más reducción de emisiones que la de la inercia, con cambios de uso de suelo acelerados y sin estrategias de adaptación: “Nos estaríamos aproximando a un escenario Mad Max: un mundo lleno de conflictos por acceso a recursos básicos, con injusticias y fragilidades que alimentarían populismos y reacciones violentas. Un mundo en el que la fragilidad de los ecosistemas y la virulencia de los impactos del cambio climático dificultaría la seguridad alimentaria, inundarían zonas bajas densamente pobladas, dejarían fuera de servicio infraestructuras básicas de movilidad, energéticas o de suministro de agua acompañadas de veranos de cinco meses y muchos más días por encima de 40ºC y con mínimas no inferiores a 25ºC e incendios cada vez más grandes y virulentos en climas mediterráneos como el español”.

Por otro, un escenario en el que adoptáramos todas las medidas para lograr una economía baja en carbono: “No podríamos esquivar muchos de los efectos que la inercia del sistema climático nos depara, pero sí evitar los más graves, las tremendas consecuencias de la falta de preparación y una normalización progresiva para el futuro de nuestros nietos”. Ribera cree que nos moveremos cerca de este segundo escenario, si bien “es probable que no hayamos logrado el óptimo en reducción de emisiones ni en el despliegue de las medidas que nos ayuden a estar preparados para los impactos”.

El cambio climático es la mayor amenaza para la salud del siglo XXI, según un informe de The Lancet y Naciones Unidas. En las grandes ciudades del planeta, las inundaciones severas se duplicarán para 2050 mientras 4.000 millones de personas sufrirán problemas de acceso al agua. Para esa fecha, se duplicarán las muertes por culpa del aire contaminado en buena parte de los países en desarrollo. Para entonces, las poblaciones urbanas expuestas a los huracanes aumentarán hasta los 680 millones de personas. Más de mil millones de personas sufrirán olas de calor ese año (en 2015 fueron 175 millones), siendo particularmente letales para niños pequeños y personas mayores, que serán gran parte de la población en algunos países.

Si las tendencias actuales continúan, en 2050 habrá más kilos de plástico que de peces en el mar. Para ese año, millones de personas en todo el mundo no podrán acceder al pescado como fuente básica de proteínas; puede que en 2048 ya no contemos con otros alimentos de origen marino salvaje, según un estudio publicado en Science. Sin embargo, habrá que aumentar un 70% en la disponibilidad de alimentos para satisfacer las demandas de los más de 9.000 millones de humanos poblando el planeta. África tendrá que triplicar su producción agrícola para poder satisfacer las necesidades de una población que se habrá duplicado, mientras los rendimientos agrícolas bajarán un 20% por los efectos del calentamiento. “En los próximos 50 años se necesitará producir más alimentos en el planeta que los producidos en los últimos 400 años, con la restricción adicional de garantizar que los límites planetarios medioambientales clave no se sobrepasen en el proceso”, resumía The Lancet.

Aunque Torres considera que hoy en día los riesgos más preocupantes se derivan del cambio climático y un conflicto nuclear, cree que hay “una serie de peligros aún más siniestros en el horizonte”, asociados con tecnologías emergentes que podrían permitir a los terroristas diseñar nuevos tipos de patógenos o construir grandes arsenales de armas, incluso los derivados de una superinteligencia artificial. Para 2050, este especialista habla del riesgo de una pandemia, del aumento de conflictos por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad mundial —"estamos en las primeras etapas del sexto evento de extinción masiva en 3.800 millones de años, y la causa es la actividad humana”—. “Pero el riesgo existencial más preocupante antes de 2050”, asegura, “involucra a un actor malicioso que usa biología sintética o nanotecnología avanzada para infligir daño global a la humanidad”. Y añade: “Es bastante inquietante imaginar personas como Ted Kaczynski [Unabomber] o algún combatiente apocalíptico del ISIS que acceda a las tecnologías del mañana”.

Los teóricos de los riesgos existenciales de la humanidad hablan de los peligros que suponen actores decisivos: desde el líder carismático de una potencia atómica a un terrorista global, pasando por un error humano que genere un desastre inesperado. Sabiendo que las decisiones de los próximos 50 años marcarán los próximos 10.000, hay un actor que aparece como determinante: Donald Trump. “Las políticas climáticas imprudentes de Trump, su retórica incendiaria sobre Corea del Norte y el terrorismo islámico están contribuyendo a una situación de seguridad global más precaria”, asegura Torres, director del Proyecto para la Futura Prosperidad Humana. “Nunca hemos estado en una situación como esta. Ahora más que nunca necesitamos sabiduría y visión de futuro. Sin embargo, tenemos a Trump en el despacho oval, respaldado por un poderoso partido político que continúa ignorando las terribles advertencias de los científicos”, lamenta.

Entradas populares