Mucho corazón, poca mecha
Un Madrid temperamental, pero sin puntería y descuidado atrás, no pudo tumbar al Tottenham. Heroicos Lloris y Keylor. Wembley dictará sentencia.
Luis Nieto
As
Ese anunciado juego de tronos entre Cristiano y Kane acabó en un partido a corazón abierto, con dos porteros heroicos y un justo reparto. El Madrid se movió a base de acelerones, ofreciendo una imagen de equipo tan temperamental como descuidado sobre lo que ocurría a sus espaldas. Demasiados partidos escapan a su control. El Tottenham mostró robustez, resistencia y capacidad para devolver golpes. Un equipo con mayúsculas al que no pudo atravesar un campeón atolondrado.
Jugando en función del Madrid y de espaldas a la pelota, pero con un ánimo de acero y unos buenos planos del partido, el Tottenham se agigantó en el Bernabéu. Hasta ahí, sus méritos, perfectamente reconocibles. Y al otro lado, un Madrid que viene y se va esta temporada, que pasa en un suspiro de huracán a brisa, que le dio mucho aire a la pelota de salida, que se arrugó con la primera acometida de los ingleses para volver a reaparecer.
El partido empezó en las barbas de Lloris, con Achraf extremadamente elástico por su banda, intimidando a Vertonghen, muy en la onda de Carvajal. La velocidad andaba de su parte. Un centro suyo lo estrelló Cristiano en el palo y Benzema no estuvo preciso en el rechace. Fue el momento del Madrid, con Modric ventilando el juego y descolocando la defensa de cinco del equipo londinense, muy adelantada para alejar de su área a Cristiano y Benzema, esa asociación de conveniencia que resultó demasiado intermitente. Pero con un remate cruzado de Cristiano, que se marchó fuera con cierta intriga, y un cabezazo picado de Kane que salvó Keylor cambió el rumbo.
Isco se tomó un respiro interminable, el Tottenham puso sobre la mesa su condición de equipo más recuperador de la Premier, Aurier y Sissoko cargaron sobre la banda de Marcelo, que ha vuelto sin burbujas. El Madrid se deshizo. Le perdonaron un penalti a Casemiro, Winks no encontró la escuadra con una rosca y, finalmente, Varane acabó apuntándose un autogol al verse desorientado por un taconazo en grado de tentativa de Kane, que había arrancado en fuera de juego cuando recibió el envío de Aurier. El árbitro se había puesto a la altura del Madrid, muy expuesto a las dos torres que Pochettino le colocó arriba. Kane fue lo que se esperaba, un jugador que toca muchos instrumentos. Y todos conducen al gol, sin demasiado trámites y sin demasiada
El empate y la locura
E igual que se habían marchado volvieron Modric, Isco y el Madrid. Primero con furia. Después con cabeza. Isco, Modric, Benzema y Kroos elaboraron una jugada de porcelana que acabó en penalti desesperado de Aurier y en gol de Cristiano, para el que la Champions es su hogar. Siempre será un goleador en serie.
Del descanso volvió conmocionado el Tottenham y hecho una furia el Madrid, con Isco buscando zonas de difícil acceso, en las bandas, y el equipo poniendo entusiasmo, empeño y remate. Lloris aceptó el papel de superhéroe. Le sacó con un pie, en acrobacia extrema, un cabezazo a Benzema y no se le derritieron los guantes en dos trallazos tremendos de Cristiano, el segundo tras maravillosa arrancada del portugués. Keylor estuvo a su altura, sacándole un gol seguro a Kane, tras gran pase de Llorente, y otro a Eriksen. El partido había adquirido ese punto de locura que hace pasar al Bernabéu de la ópera al gallinero, pero esta vez el Tottenham supo bajarle la temperatura y trasladar el pleito a Wembley, la catedral que decidirá el liderato.
Luis Nieto
As
Ese anunciado juego de tronos entre Cristiano y Kane acabó en un partido a corazón abierto, con dos porteros heroicos y un justo reparto. El Madrid se movió a base de acelerones, ofreciendo una imagen de equipo tan temperamental como descuidado sobre lo que ocurría a sus espaldas. Demasiados partidos escapan a su control. El Tottenham mostró robustez, resistencia y capacidad para devolver golpes. Un equipo con mayúsculas al que no pudo atravesar un campeón atolondrado.
Jugando en función del Madrid y de espaldas a la pelota, pero con un ánimo de acero y unos buenos planos del partido, el Tottenham se agigantó en el Bernabéu. Hasta ahí, sus méritos, perfectamente reconocibles. Y al otro lado, un Madrid que viene y se va esta temporada, que pasa en un suspiro de huracán a brisa, que le dio mucho aire a la pelota de salida, que se arrugó con la primera acometida de los ingleses para volver a reaparecer.
El partido empezó en las barbas de Lloris, con Achraf extremadamente elástico por su banda, intimidando a Vertonghen, muy en la onda de Carvajal. La velocidad andaba de su parte. Un centro suyo lo estrelló Cristiano en el palo y Benzema no estuvo preciso en el rechace. Fue el momento del Madrid, con Modric ventilando el juego y descolocando la defensa de cinco del equipo londinense, muy adelantada para alejar de su área a Cristiano y Benzema, esa asociación de conveniencia que resultó demasiado intermitente. Pero con un remate cruzado de Cristiano, que se marchó fuera con cierta intriga, y un cabezazo picado de Kane que salvó Keylor cambió el rumbo.
Isco se tomó un respiro interminable, el Tottenham puso sobre la mesa su condición de equipo más recuperador de la Premier, Aurier y Sissoko cargaron sobre la banda de Marcelo, que ha vuelto sin burbujas. El Madrid se deshizo. Le perdonaron un penalti a Casemiro, Winks no encontró la escuadra con una rosca y, finalmente, Varane acabó apuntándose un autogol al verse desorientado por un taconazo en grado de tentativa de Kane, que había arrancado en fuera de juego cuando recibió el envío de Aurier. El árbitro se había puesto a la altura del Madrid, muy expuesto a las dos torres que Pochettino le colocó arriba. Kane fue lo que se esperaba, un jugador que toca muchos instrumentos. Y todos conducen al gol, sin demasiado trámites y sin demasiada
El empate y la locura
E igual que se habían marchado volvieron Modric, Isco y el Madrid. Primero con furia. Después con cabeza. Isco, Modric, Benzema y Kroos elaboraron una jugada de porcelana que acabó en penalti desesperado de Aurier y en gol de Cristiano, para el que la Champions es su hogar. Siempre será un goleador en serie.
Del descanso volvió conmocionado el Tottenham y hecho una furia el Madrid, con Isco buscando zonas de difícil acceso, en las bandas, y el equipo poniendo entusiasmo, empeño y remate. Lloris aceptó el papel de superhéroe. Le sacó con un pie, en acrobacia extrema, un cabezazo a Benzema y no se le derritieron los guantes en dos trallazos tremendos de Cristiano, el segundo tras maravillosa arrancada del portugués. Keylor estuvo a su altura, sacándole un gol seguro a Kane, tras gran pase de Llorente, y otro a Eriksen. El partido había adquirido ese punto de locura que hace pasar al Bernabéu de la ópera al gallinero, pero esta vez el Tottenham supo bajarle la temperatura y trasladar el pleito a Wembley, la catedral que decidirá el liderato.