May resiste a una rebelión pública de un grupo de diputados ‘tories’
La facción rebelde cuenta con unos 30 miembros, pero sin respaldos en el Ejecutivo
Pablo Guimón
Londres, El País
Theresa May se aferra a la cuerda floja por la que camina desde que el pasado miércoles pronunciara un calamitoso discurso en el congreso anual del Partido Conservador. Lejos de afianzar su liderazgo como era su objetivo, su angustioso discurso —interrumpido por un bromista y por constantes ataques de tos de la propia May, y que concluyó con varias letras del lema del congreso cayendo al suelo— ha alentado a quienes consideran que el batacazo en las elecciones de junio no solo despojó a la primera ministra de su mayoría absoluta, sino también de la autoridad necesaria para liderar al país ante el colosal reto del Brexit.
Menos de 48 horas después del discurso, el diputado Grant Shapps, que fue presidente del partido durante tres años, ha anunciado en una entrevista radiofónica que había una rebelión en marcha y que él era el cabecilla. Lo insólito de que un conspirador se presente en público con nombre y apellidos da idea de lo delicado de la situación que atraviesa May.
Shapps aseguró que cuenta con el apoyo de 30 diputados e insinuó que varios miembros del Gabinete habían aprobado su movimiento en privado. Pero aclaró que no hablaba en nombre de Boris Johnson, el ministro de Exteriores que lleva semanas poniendo a prueba la paciencia de May, al exponer reiteradamente en público una visión del Brexit más dura que la oficial. Las supuestas maniobras de Johnson fueron el tema de conversación en los pasillos del congreso tory, que terminó este miércoles en Mánchester.
Las normas del Partido Conservador establecen que una elección de líder podría producirse si un 15% de los diputados —eso es 47 de los 316 escaños actuales de los tories— escriben al presidente del Comité 1922, que representa a todos los diputados conservadores sin cargo en el Gobierno, y le comunican que han perdido la confianza en el líder.
El vicepresidente del propio Comité 1922, Charles Walker, no tardó en salir en defensa de May. “En el 10 de Downing Street deben de estar encantados de que sea Grant Shapps quien lidera el supuesto golpe. Grant tiene muchos talentos pero algo que no tiene es apoyo en el partido”, dijo. También Michael Gove, euroescéptico ministro de Medioambiente y poseedor de su propio historial de traiciones, como recordará el propio Boris Johnson, salió en defensa de la primera ministra. Tras su discurso, ha demostrado “elegancia y coraje”, opinó Gove, y añadió que un desafío a su liderazgo no es el camino. Para el número dos de May, Damian Green, “la idea de que alguien puede perder su puesto por acudir acatarrada al trabajo o porque le gasten una broma mala durante un evento público no tiene ningún sentido”.
Por la tarde fue la propia May la que rechazó la idea de que fuera a ser forzada a dimitir por un grupo de diputados descontentos. “Ahora, lo que el país necesita es un liderazgo tranquilo, y eso es lo que estoy proporcionando, con todo el apoyo de mi Gobierno”, dijo la primera ministra, que se encontraba en su circunscripción electoral de Berkshire, en el sur de Inglaterra.
Pablo Guimón
Londres, El País
Theresa May se aferra a la cuerda floja por la que camina desde que el pasado miércoles pronunciara un calamitoso discurso en el congreso anual del Partido Conservador. Lejos de afianzar su liderazgo como era su objetivo, su angustioso discurso —interrumpido por un bromista y por constantes ataques de tos de la propia May, y que concluyó con varias letras del lema del congreso cayendo al suelo— ha alentado a quienes consideran que el batacazo en las elecciones de junio no solo despojó a la primera ministra de su mayoría absoluta, sino también de la autoridad necesaria para liderar al país ante el colosal reto del Brexit.
Menos de 48 horas después del discurso, el diputado Grant Shapps, que fue presidente del partido durante tres años, ha anunciado en una entrevista radiofónica que había una rebelión en marcha y que él era el cabecilla. Lo insólito de que un conspirador se presente en público con nombre y apellidos da idea de lo delicado de la situación que atraviesa May.
Shapps aseguró que cuenta con el apoyo de 30 diputados e insinuó que varios miembros del Gabinete habían aprobado su movimiento en privado. Pero aclaró que no hablaba en nombre de Boris Johnson, el ministro de Exteriores que lleva semanas poniendo a prueba la paciencia de May, al exponer reiteradamente en público una visión del Brexit más dura que la oficial. Las supuestas maniobras de Johnson fueron el tema de conversación en los pasillos del congreso tory, que terminó este miércoles en Mánchester.
Las normas del Partido Conservador establecen que una elección de líder podría producirse si un 15% de los diputados —eso es 47 de los 316 escaños actuales de los tories— escriben al presidente del Comité 1922, que representa a todos los diputados conservadores sin cargo en el Gobierno, y le comunican que han perdido la confianza en el líder.
El vicepresidente del propio Comité 1922, Charles Walker, no tardó en salir en defensa de May. “En el 10 de Downing Street deben de estar encantados de que sea Grant Shapps quien lidera el supuesto golpe. Grant tiene muchos talentos pero algo que no tiene es apoyo en el partido”, dijo. También Michael Gove, euroescéptico ministro de Medioambiente y poseedor de su propio historial de traiciones, como recordará el propio Boris Johnson, salió en defensa de la primera ministra. Tras su discurso, ha demostrado “elegancia y coraje”, opinó Gove, y añadió que un desafío a su liderazgo no es el camino. Para el número dos de May, Damian Green, “la idea de que alguien puede perder su puesto por acudir acatarrada al trabajo o porque le gasten una broma mala durante un evento público no tiene ningún sentido”.
Por la tarde fue la propia May la que rechazó la idea de que fuera a ser forzada a dimitir por un grupo de diputados descontentos. “Ahora, lo que el país necesita es un liderazgo tranquilo, y eso es lo que estoy proporcionando, con todo el apoyo de mi Gobierno”, dijo la primera ministra, que se encontraba en su circunscripción electoral de Berkshire, en el sur de Inglaterra.