Los Mossos, partidos por la mitad

La actuación de la policía catalana para impedir el referéndum divide a la plantilla y cuestiona severamente su relación con otros cuerpos y con la judicatura

Pablo Ordaz
Barcelona, El País
Los Mossos d’Esquadra están divididos. Algunos de sus agentes se sienten utilizados por su jefe Josep Lluís Trapero, imputado por un delito de sedición. Otros se enorgullecen de ser la policía del pueblo. Algunos acusan a la cúpula de traición y de haberles llevado a un callejón con pocas salidas. Otros admiran al jefe de los Mossos y alaban su estrategia para no lanzarles a toda costa contra los ciudadanos. Tal es la situación, que la mayoría de los sindicatos del cuerpo evitan pronunciarse en un sentido u otro ante la certeza de que, hagan lo que hagan, la mitad de sus afiliados se ofenderán o directamente se darán de baja.


Estos días los policías son uno de los principales focos de atención y viven con especial preocupación la situación en Cataluña. “Hay la triste sensación de que los primeros que van a caer son los Mossos”, asegura una fuente policial. Seis juzgados investigan en distintos puntos de Cataluña si la policía autonómica incumplió deliberadamente la orden del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) de impedir el referéndum. El propio tribunal ha pedido explicaciones sobre la actuación del 1 de octubre.

Aquel día algunos mossos se sintieron “vendidos” e “impotentes”. El dispositivo contemplaba que una patrulla de uniformados debía identificar a los organizadores y cerrar los colegios de votación, donde ya se preveía que habría decenas de personas concentradas. Algunos estuvieron 14 horas allí plantados, impotentes, sin poder intervenir. “Los propios organizadores sabían que no pasaría nada”, explica uno de esos mossos que aquella jornada pidió apoyo a los antidisturbios. Pero la orden dada por Trapero era clara: no podían usar la fuerza a no ser que agrediesen a un policía o a terceros. Se fueron por donde habían venido. “Vamos camino a la perdición”, lamenta.

Otros policías ni siquiera entraron en los colegios. “Supongo que nadie es el responsable de aquí, ¿no?”, se oye decir con guasa a un agente en un vídeo, en un centro de votación. La gente le responde a coro: “Noooo”. El mosso informa entonces de que hará un acta diciendo que “aquí es imposible acceder” y se irá. Los ciudadanos le aplauden mientras él sonríe. “Esas imágenes nos machacan”, lamenta un mando policial, preocupado por la situación. “La ciudadanía nos debe respetar, igual que nosotros a ella, pero no aplaudir”, censura otro mosso, que es igualmente crítico con la actuación de la Policía y la Guardia Civil.

También lamentan las imágenes de policías emocionados, llorando, cuando la gente les aplaudía. O cuadrándose mientras los ciudadanos cantaban Els Segadors. “Yo he vivido cosas terribles pero las he llorado en casa, nunca en el dispositivo”, se queja otra fuente policial, que, como todas, pide anonimato. Otros mossos consideran que esa acción fue un gesto de agradecimiento hacia los ciudadanos, a quienes se deben.

La división de criterios y las discusiones se viven en las comisarías, en los coches patrulla, en los comedores... Y también en los chats de trabajo, donde, para evitar el debate, algunos agentes se han dado de baja. “Se vive con mucha intensidad”, relata otro agente, que ya evita de cualquier manera posible el tema. “Estamos absolutamente divididos y con discusiones internas”, admite otro mosso.

A muchos policías les preocupa la fractura interna, pero también la fractura con el resto de cuerpos. “Nos niegan el saludo al darles la mano”, deplora otra fuente policial, sobre la relación con los agentes de Policía y Guardia Civil a los que han protegido estos días. “Va a costar curar las heridas”, añade otro agente, y cita las imágenes de mossos enfrentándose a guardias o policías, o las escuálidas líneas de protección en algunos lugares donde los agentes sufrían escraches.

Aunque la fractura que más puede perjudicar al futuro de los Mossos es con los jueces. La policía catalana, formada por casi 17.000 agentes, se ha dejado la piel para conseguir la confianza de los togados. Y uno de quienes más empeño puso en ganársela fue Trapero, que ha hecho toda su carrera en investigación, de donde fue el jefe máximo antes de ascender a mayor.

“A mí me va a resultar muy difícil volver a confiar en ellos”. La frase, tan tajante, es pronunciada con pesar por un juez que, durante los últimos 10 años, logró establecer una relación de confianza mutua con los Mossos. “No niego”, explica, “que al llegar aquí tenía mis prejuicios, pero, más que por una cuestión política, porque dudaba de si para ciertas investigaciones iban a tener la misma capacitación que la Policía o la Guardia Civil”. Hasta el referéndum, nunca tuvo nada que reprocharles. “Por eso me produce mucha tristeza y mucha preocupación que ahora hayan decidido seguir las directrices de sus jefes políticos. Parece que de la noche a la mañana han olvidado que son policía judicial. Se deben a los jueces y a la Constitución”.

“¿Usted se imagina que la UCO de la Guardia Civil decidiera no investigar la corrupción del PP porque es el partido del Gobierno?”, se pregunta el juez, nacido fuera de Cataluña pero con hijos y cónyuge catalanes. Y añade: “¿Puedo yo ahora fiarme de los Mossos para investigar un caso delicado que toque de alguna manera al mundo independentista?”.

La pregunta, que responderá el tiempo, se la formulan de una forma u otra los jueces y fiscales consultados. “Un oficial de policía”, dice un fiscal, “me dijo el otro día que la actuación de los Mossos encierra una triple deslealtad. Ni evitaron de forma preventiva la colocación de las urnas ni cerraron los colegios para impedir el voto ni protegieron a la Policía y a la Guardia Civil cuando la gente se les echó encima por hacer el trabajo que ellos no habían hecho”. Algunos mossos insisten en que el 1 de octubre demostraron que son “la policía del pueblo”. Otros son más negativos:“Nos hemos partido y nos costará levantar cabeza”.

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