La MUD se desangra: la implosión de la unidad opositora venezolana

Luego del impactante triunfo en las elecciones de 2015, parecía inminente la toma del poder. Pero las ambiciones personales, la acumulación de errores y la contraofensiva del chavismo terminaron con su mayor capital: la unidad


Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
Golpeados tras sufrir durante más de diez años la aplanadora electoral del chavismo, y asustados ante su impronta cada vez más autoritaria, un grupo muy heterogéneo de partidos de oposición decidió el 8 de junio de 2009 poner en suspenso sus diferencias y conformar la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). En la coalición confluyeron fuerzas políticas históricas, como Acción Democrática —que había dominado la política venezolana antes de Hugo Chávez—, sus archirrivales del COPEI y La Causa R, y partidos nuevos, como Primero Justicia —de Henrique Capriles— y Voluntad Popular —de Leopoldo López—.


Las elecciones parlamentarias de 2010, las primeras de la flamante formación, fueron un éxito. La Asamblea Nacional, que era controlada en su totalidad por el chavismo debido a que los opositores se habían abstenido en 2005, quedó mucho más equilibrada luego de un resultado que rozó el empate: 48,13 a 47,22% para el gobierno. Luego vinieron las presidenciales de 2012, que le dieron un triunfo contundente a Chávez frente a Capriles por 55 a 44%, pero fueron las de menor diferencia desde la llegada del chavismo al poder, en 1998.

En 2013, tras la muerte del líder, la MUD volvió a arañar la victoria. Nicolás Maduro se impuso a Capriles por 50,6 a 49,1% en unos comicios con muchas irregularidades. La consagración llegó en 2015. Tras dos años de profundo deterioro económico y social, la Unidad logró representar el descontento y, a pesar de que tenía la cancha inclinada en su contra, aplastó al gobierno por 56 a 40% y se quedó con dos tercios de la Asamblea Nacional. El fin del chavismo parecía inminente.

Sin embargo, fue el principio del fin para la MUD. Por un lado, porque la derrota llevó al chavismo a aumentar tanto la represión y el autoritarismo que el margen de acción democrática se volvió casi nulo. Por otro, porque la errónea percepción de que el poder estaba cerca hizo que crecieran las diferencias y las ambiciones personales. El quiebre empezó a gestarse antes de las elecciones regionales del 15 de octubre pasado, y terminó de consumarse con los episodios que se derivaron de sus cuestionados resultados.

"La MUD como expresión institucionalizada de la oposición ha venido siendo acorralada por la estrategia del régimen, que combina la fuerza con un uso muy particular de la legalidad. Cualquier intento de salida, de acción política efectiva, es frenado por la manipulación de las instituciones, especialmente del Tribunal Supremo de Justicia, y por la coerción que le permite la presencia activa de los militares como pilar fundamental del régimen", describió Luis Gómez Calcaño, profesor emérito del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela (UCV), consultado por Infobae.

Deshaciendo la Unidad

Cuando Maduro hizo la convocatoria a las elecciones del 31 de julio para conformar a la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente (ANC), la oposición decidió no participar. Ese órgano plenipotenciario era evidentemente inconstitucional y buscaba imponer una especie de dictadura parlamentaria, asumiendo las competencias de la verdadera Asamblea Nacional. La misma postura volvió a tener el ala radical de la MUD ante el postergado llamado a los comicios regionales del 15 de octubre. Sin embargo, el ala moderada dijo que ésa era una elección diferente, y que a pesar de las obvias irregularidades que se iban a producir, había que dar la pelea. Luego de varios cruces, terminaron imponiéndose los últimos.

El anuncio de que el chavismo había ganado en 18 de los 23 estados provocó un cataclismo. Las denuncias de fraude fueron sucedidas por acusaciones cruzadas entre los diferentes integrantes de la MUD. Los radicales acusaron a los moderados por decidir una participación que sólo sirvió para legitimar al régimen de Maduro, y los otros endilgaron a los primeros que sus dudas hicieron que muchos votantes opositores optaran por una abstención que favoreció al gobierno.

"La oposición sufre una crisis de visión política compartida en torno a cómo combatir a un régimen autoritario en ruta hacia una dictadura. Hay dos concepciones de la lucha política: los que creen en la vía electoral y los que no. Unos plantean siempre que hay que participar de las elecciones, pero otros las niegan y consideran que hay que hacer fuerza en la calle. Ese exclusivismo con la calle es un mal enfoque porque la historia reciente muestra que hay que luchar en todos los terrenos", dijo a Infobae el politólogo Luis Salamanca, profesor de la UCV.

Jesús Chúo Torrealba, que fue secretario ejecutivo de la MUD entre septiembre de 2014 y febrero de 2017, sostuvo que la crisis que atraviesa la coalición es una consecuencia de no haber hecho una autocrítica de los dos fracasos que sufrió este año. Uno son las regionales, pero otro, anterior, es la ola de protestas callejeras que se abrieron en abril y que se cerraron en julio sin haber cumplido con ninguno de los objetivos que se proponían, y con la consagración de la ANC como corolario.

"La dirigencia opositora prometió a los venezolanos que mediante la fuerza de la calle se podía detener la Constituyente y salir del régimen. Pero eso no se logró y tuvo un alto costo, porque fueron más de 130 jóvenes asesinados por la represión. Ese balance no ha sido realizado y el país lo reclama. Luego está el fracaso del 15 de octubre, donde hubo un fraude gigantesco por parte del gobierno, pero había un compromiso previo de enfrentarse a ese fraude y vencerlo, o al menos tomar las medidas para desenmascararlo. Pero la oposición no pudo hacer ni lo uno ni lo otro", dijo Torrealba en diálogo con Infobae.

Con estos antecedentes, el chavismo necesitó de una simple maniobra para desencadenar la ruptura definitiva: estableció que, para asumir, los gobernadores electos debían jurar ante la ANC. Así los obligó a elegir entre dos alternativas indeseables: legitimar al órgano que tanto habían combatido por considerarlo espurio, o quedarse con las manos vacías. Cuatro de los cinco ganadores de la oposición —Laidy Gomez (Táchira), Juan Barreto Sira (Anzoátegui), Alfredo Díaz (Nueva Esparta) y Ramón Guevara (Mérida)—, todos miembros de Acción Democrática (AD) juraron el 23 de octubre ante la ANC. Juan Pablo Guanipa (Zulia), que es dirigente de Primero Justicia (PJ), dijo que "por coherencia y dignidad" no iba a someterse. Como castigo, el jueves 26 el gobierno resolvió anular los comicios en los que había sido electo.

"AD es un partido de gobierno, de poder, y entiendo que su posición en este momento es privilegiar el ejercicio del poder antes que una posición doctrinaria sobre el tema de la Constituyente —dijo Salamanca—. Consideran que no hay un reconocimiento a la ANC por haber jurado ante ella. Dieron ese paso en virtud de una perspectiva de realpolitik, de asumir que es el juego que plantea el gobierno. O ejercen los cargos, o los pierden".

Para Torrealba, "la decisión de los gobernadores es debatible, pero tan respetable como la esgrimida por Guanipa". "Es una diferencia que debería ser debatida entre demócratas, con argumentos, no con adjetivos y descalificaciones", afirmó.


En cambio, la socióloga Nelly Arenas, profesora de la UCV, cree que fue un grave error haberse presentado ante la ANC. "¿Qué pudo haber generado esa conducta en estos opositores? —se preguntó— Me temo que mucho miedo a que no pudiesen desarrollar su gestión, porque efectivamente si no se juramentaban el Gobierno los iba a boicotear como venía haciendo con otros gobernadores opositores. Pero también sacaron cuentas como partido. AD tiene mucha historia, pero está en franca decadencia, y vio la oportunidad de relanzarse. Creo que fue un cálculo mezquino, chiquito, con mucho riesgo, porque la gente hoy repudia esa decisión", dijo a Infobae.

Si bien es cierto que, como "recompensa" por arrodillarse, la ANC les permitió asumir en sus respectivos estados, también se mostró resuelta a anularlos. En los cuatro creó una inexistente figura de protector, que funciona como representante del Ejecutivo nacional a nivel regional, y que recibe todos los recursos que se les retiran a los legítimos gobernantes. Para que no queden dudas de la obscenidad de la medida, los protectores son los ex candidatos oficialistas derrotados.

Lo cierto es que el caso desató en la MUD una escalada que no se sabe hasta dónde llegará. Freddy Guevara, referente de Voluntad Popular (VP), llamó traidores a sus aliados. Más lejos fue Capriles, que apuntó directamente contra Henry Ramos Allup, ex presidente de la Asamblea Nacional y máximo líder de AD. "Mientras esté en la Unidad el señor Ramos Allup, yo no voy a seguir en esa Mesa. Lo de ayer (por la jura) no tiene justificación", aseveró.

Por ese fuego amigo, el ex secretario ejecutivo de la MUD fue lapidario con sus ex compañeros. "Tenemos dos dirigentes que aspiran a ser candidatos a presidente, Ramos Allup y Capriles. Entonces, utilizan esta circunstancia, esta anécdota, como una excusa para un enfrentamiento. Creo que es absolutamente inadecuado. Lo que necesita la oposición es debatir sus recientes derrotas. No para buscar culpables, sino para corregir errores y construir una unidad que sea capaz de vencer como en 2015. No se trata de dividir a la unidad o de destruirla, sino de refundarla".
Henrique Capriles
Henrique Capriles

Un futuro poco alentador

"En 2015 había un hoja de ruta nítida y compartida —contó Torrealba—. En esta oportunidad hay sectores de la oposición que lo que ofrecen es desconcierto. Están en contra de la vía electoral, pero vienen de un fracaso en la vía insurreccional. Entonces exhiben una postura nihilista que no se entiende, no muestran un camino claro. Hay que decirlo con absoluta claridad: si unidos los partidos opositores no fueron capaces de derrotar a Maduro, muy difícilmente podrán lograr algo separados. Ése es el drama que afrontan".

La división interna se acentuará en los próximos meses si, como se prevé, el gobierno convoca a las elecciones municipales. Envalentonado por el éxito reciente y por las peleas de sus adversarios, no dudará en realizarlas cuanto antes. Es casi imposible imaginar a la MUD participando unificada.

Más hacia adelante, Arenas proyectó cierta unidad, pero sin AD. Indudablemente, ésa será una coalición más débil que la actual. "Sin alianzas no hay posibilidad siquiera de toacarle un pétalo al régimen. A la hora de un proceso electoral necesariamente van a tener que ponerse de acuerdo. Lo que no veo claro es cómo podrán sentarse a la mesa factores tan distintos, con un partido que acaba de traicionar los principios de la unidad, que ni siquiera consultó, fue a la ANC y juramentó".

Lo previsible en los próximos meses es terriblemente negativo para la oposición, que había arriesgado todo por la vía electoral

Por eso, todo hace pensar que la MUD, o lo que quede de ella, llegará en las peores condiciones posibles a las presidenciales, pautadas para 2018. "Lo previsible en los próximos meses es terriblemente negativo para la oposición, que había arriesgado todo por la vía electoral —dijo Gómez Calcaño—. Yo mismo estaba de acuerdo en que había que participar el 15 de octubre. Pero ahora estoy convencido de que seguir participando en estas condiciones no hace más que reforzar al régimen. El problema es que los opositores no han podido crear una alternativa, porque la vía de la protestas está cerrada por el terror e implica exponer a la gente. La única salida es prepararse para una lucha de largo plazo, en la que lo electoral será poco eficaz".

Salamanca coincidió en que lo que se viene no es bueno. "Si las elecciones fueran mañana, estamos muertos", sentenció. Sin embargo, no descartó la posibilidad de un renacer opositor. "Afortunadamente, hay tiempo para recomponer los equilibrios internos. No hay que disolver a la MUD, porque es un símbolo por el que vota la gente y tiene un capital electoral. El Gobierno ahora está contento porque sabe que es su gran adversario. Pero siempre está la posibilidad de que los dirigentes se vuelvan a abrazar. Tienen que evaluar que por separado no van a lograr nada y que esta puede ser la última oportunidad de la democracia, porque cuesta imaginar lo que serían seis años más de chavismo", concluyó Salamnca.

Entradas populares