La Higuera, entre la soledad y tristeza

Vallegrande, Los Tiempos
La Higuera.
Una plaza en forma de estrella y una estatua de casi tres metros invitan a retroceder el tiempo y a recordar momentos de lucha, incertidumbre, miedo, muerte y del fin de un ideal que hasta hoy muchos habitantes de La Higuera veneran. En este pequeño y alejado pueblo, que hace 50 años fue el escenario de la caída y ejecución de Ernesto “Che” Guevara, hay sentimientos y recuerdos contradictorios. Mientras para algunos el monumento que simboliza al guerrillero argentino-cubano es motivo de devoción, para otros significa el repaso a un periodo trágico.


En el centro del pueblo, alrededor de la plaza, se encuentra la tienda La Estrella. Y en el interior está Irma Rosado Carrizales, una mujer de 70 años que recuerda todo lo ocurrido entre el 26 de septiembre y el 8 de octubre de 1967, cuando el Ejército llegó a La Higuera e instruyó a los habitantes permanecer en sus hogares porque podrían ser víctimas de los guerrilleros que merodeaban la zona.

Irma, hasta ahora, no conoce el motivo de la llegada del “Che” y sus tropas, pero afirma que esta visita cambió el rumbo de la historia de La Higuera.

El primer recuerdo que se viene a la mente de esta mujer es el miedo y la incertidumbre que vivieron los habitantes de este pueblo durante 13 días seguidos, tiempo en el que soldados y guerrilleros buscaban imponer su dominio.

“En ese momento nadie hablaba ni una sola palabra, nadie decía nada porque era un tormento, un susto grave, nadie preguntaba nada, y lo que hacía uno era encerrarse dentro de las casas”, recuerda esta mujer.

El pico más alto del tiempo de pánico fueron los disparos en el interior de lo que hoy es la escuelita vieja, tiroteo segó la vida del “Che”.

Ese momento también marcó el inicio de las secuelas de La Higuera, pues, según Irma, la gente dejó sus casas, sus terrenos y sus animales y partió en busca de nuevos horizontes en lugares que no estén comprometidos con la guerrilla.

Es por ello que ahora La Higuera luce casi vacía. Los habitantes, entre grandes y chicos, no alcanzan ni siquiera a 50 personas. Y pese a que la nueva escuela cuenta con remodeladas aulas, una cancha polifuncional y un espacio para prácticas culturales, los estudiantes en etapa escolar sólo son ocho, y es por ello que dos profesores bastan y sobran.

Entonces Irma menciona la raíz de este drástico cambio: luego de la ejecución del “Che” en la escuela vieja, los estudiantes no querían ir ni a la fuerza a ese sitio donde había muerto un ser malvado para algunos y buscador de igualdad social para otros. Lo peor de todo, dice Irma, es que el deseo de abandonar La Higuera fue contagioso.

Irma es ahora una de las cinco personas que vivieron la experiencia de la guerrilla y que permanecen en La Higuera; también está don Alcides, don Gregorio y doña Claudina.



Un pueblo abandonado

“La gente se fue por miedo”, reitera la mujer, y en medio al borde del quebranto recuerda que un hombre llamado Cirilo Moscoso, que vio a los guerrilleros en su potrero en el que cultivaba papa, y que los denunció a los miembros del Ejército, terminó muerto por un disparo que salió desde la copa de un árbol. Y que otro hombre llamado Pedro Peña, que también alertó al Ejército sobre la presencia de los guerrilleros, desapareció a los dos días de ese acontecimiento, y hasta la fecha nadie sabe de su paradero.

“Antes éramos 70 familias, pero la gente se fue poco a poco, quedó susceptible porque obligaban a los comunarios a traer los soldados muertos. Los hombres lloraban por no ir pero tenían que obedecer porque los enmanillaban”, rememora esta mujer y señala también que La Higuera permaneció militarizada durante los siguientes tres meses de la muerte del Che.



Todo un símbolo

La Higuera es ahora un símbolo del “Che”, sobre todo por las frases y los retratos en las paredes de las viviendas. Irma dice que algunos de sus habitantes mantienen los ideales de quien denominan “guerrillero heroico”, y hasta creen que éste es milagroso; entonces veneran y lloran alrededor de la estatua.

La Higuera se ha convertido en un importante atractivo turístico dentro del municipio de Pucará, en la provincia Vallegrande. Aquí, al menos 3.000 personas, en su mayoría cubanos, llegan mensualmente para conocer en carne propia el lugar y los objetos que testificaron la partida del “Che” al más allá.

Isabel vive al lado de la escuela vieja, el lugar donde ejecutaron al “Che” y que ahora funciona como el Museo Comunal La Higuera. Esta mujer es la responsable de abrir la puerta de este ambiente en el que aún permanece la silla donde descansó el guerrillero durante sus últimas horas al igual que tres bancos antiguos donde los niños permanecían durante sus horas de escuela.

En las paredes del museo hay cientos de fotografías y caricaturas que hacen referencia al “Che” y a otros personajes relacionados con el hecho histórico.

Aunque la principal actividad económica de los habitantes de La Higuera es la producción de maíz y papa, la actividad turística ha cobrado un importante protagonismo que se refuerza cada 8 de octubre, cuando se recuerda un año más de la muerte del “Che”.

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