El Atleti necesita un milagro

No pudo ganar al Qarabag y casi se despide de estar en octavos: tiene que ganar al Roma y Chelsea y que uno de estos dos no gane al equipo azerí.

Patricia Cazón
As
Los nietos del Wanda Metropolitano ya saben cómo llamar a ese fantasma que sus abuelos del Calderón decían Vojvodina. Ese rival casi desconocido en Europa que fue primer dolor de aquel estadio ahora se llama Qarabag. El Atleti ayer sólo pudo empatarle. La Champions se aleja, se va. Se agarra a los octavos más por un milagro que por la matemática.


Y eso que salió el Atleti a coger el partido por la pechera, a jugarlo desde el primer minuto como si fuera el último. Cada pelota era una carrera a Sehic, verticalísimo, buscando ese gol, la victoria, la tranquilidad. Aunque, de momento, allí sólo se encontraba un muro de piernas negras, azeríes y el balón lo aceleraban las noticias de la radio. Ese goool que llegaba desde Roma. Lo hacía el equipo local. La soga apretaba un poquito más.

No le hizo falta disfrazarse al Qarabag para dar un primer susto de muerte al Atleti. Bastó hacia Oblak para que el estadio se llenara de púas. Cortó Savic. Pero ahí quedaba el miedo. El miedo, ese pase errado de Gabi. El miedo, dejar que el Qarabag tocara y tocara a veinte metros de Oblak. El miedo, el que no le faltó a Sehic cuando se lanzó en un mano a mano ante Gameiro, que no supo si picar o disparar. El balón se lo quedó el portero.

Cada vez que presionaba arriba el Atleti disparaba, pero sólo fogueo. Y necesitaba pólvora ante un equipo atrincherado. Las voleas de Thomas se iban arriba, los cabezazos de Godín también. La cazadora comenzaraba a sobrar en la noche fría de Madrid. Y la radio, maldita, otra vez con malas noticias de Roma. 2-0 al Chelsea ya.

Y peor serían las que se contarían de Madrid inmediatamente después. Fue después de otro córner, de otro centro lateral, fue otro cabezazo. Fue Míchel, fue el gol del Qarabag, una cuchillada que pararía a la vez 70.000 corazones. Ríete tú de Hallowenn y de Freddy Krueger.
La patada al palo de Gameiro nada más regresar el partido de la caseta contaba la desesperación rojiblanca. Se había encontrado un rechace a un tiro de Correa y solo, solo ante la portería, y había enviado fuera el balón, otra vez.

Las púas ya estaban en la garganta cuando Savic evitaba otro gol del Qarabag bajo palos y los nietos de los abuelos del Calderón aprendían a llamar Qarabag a la Vojvodina cuando Thomas cambió el partido para siempre. Griezmann dejó pasar el balón en la frontal y el ghanés lo pateó con el alma, como si esos 70.000 corazones estuviesen en su bota. Fue como una bocina enfurecida que se coló por la escuadra a Sehic, poco antes de que Pedro Henrique le hiciera a Godín una patada ninja y viera la roja. Era el mejor hombre del Qarabag. Durante media hora, el partido fue un asedio rojiblanco. Gabi lo pedía, estaba en todas partes su C de capitán, Griezmann lo templaba, Filipe lo remataba. O era Gaitán. O era Torres. O podía ser el mismo Cholo, con sus brazos al aire, a la afición.

El Qarabag ya no sabía cómo sacar el balón de su área. El Atleti cómo encajar el balón en la red. Y eso que lo buscaba. Córner a córner, con Godín, con Savic, como fuera. Pero faltaba la pausa del último pase, sobraba la ansiedad, parecía que la portería de Sehic la habían frotado con ajo.
Cuando el partido ya estaba de verdad en el 90’ todo, con dos goles más, seguía como al principio. Simeone había perdido a Savic por doble amarilla y Godín peleaba cada balón como el delantero centro que fue pero el reloj seguía, segundo a segundo, y Griezmann no llegaba a rematar con la puntera y Sehic le hacía un paradón a Gaitán. El reloj ya había llegado al 96', se había pasado un minuto del tiempo de añadido, y el Atleti por mucho que lo intentó fue incapaz de ganar al Qarabag allí y aquí. El abismo crece ante sus pies. Su oscuridad se ha llevado ya casi la Champions.

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