El Athletic se quita un peso de encima ante un Sevilla apático
Vesga elevó al equipo cuando peor lo estaba pasando y desatascó con su primer tanto como león un partido ante un Sevilla que se dejó ir en el segundo tiempo.
Alfonso Herrán
As
Cada vez que tenga dolor de puntos, el Athletic va a ir al médico a pedir receta del Sevilla, para luego presentarse en la farmacia del fútbol y respirar tranquilo. Después de seis partidos sin ganar, entre Europa y Laliga, le llegó el equipo hispalense, con siete derrotas en el torneo doméstico en San Mamés hasta hoy a las 13:00 horas, a darle un salvavidas en una segunda parte sin ambición, apático, como si estuviese más pendiente de Moscú, en la Champions, y Valencia la próxima semana, choques a los que ha puesto en un pedestal su técnico estos días y ha priorizado en la convocatoria y los gestos tácticos.
El partido andaba en tinieblas, con Arrizabalaga dando la razón a los que piden a Urrutia que abra la caja fuerte y desborde el dinero para el meta salvador. El Athletic estaba medio atrofiado y en una jugada casi de circo, se adelantó con 1-0, que parecía un tesoro. El duelo hasta ese fragmento había transcurrido con dolores de cabeza para los leones, desvalidos a partir de su área hacia el frente ofensivo. Cuando peor estaban les vino Dios a ver.
No está el Athletic en su versión más fluida, anda tiesito de fútbol, así que mientras lo encuentra, se mete en el caparazón de equipo férreo, práctico, con un sistema que su técnico ya exploró en Mestalla y le ofreció alguna buena noticia: 4-1-4-1, con San José por delante de la defensa y Aduriz en las correrías cerca del meta contrario. Hubo un inicio a pleno pulmón, muy táctico, con ambos equipos estudiándose y respetándose. Ninguno padecía sin el sustento de la pelota. Todo parecía pendiente de las segundas jugadas, del físico…
Aduriz se movió con el gesto torcido desde el saque inicial. Y un posible penalti por mano de Carole aún le encendió más, al tiempo que le trataban de aplacar a golpe de tarjeta amarilla. Fue en el minuto 12 y podía condicionarle para los restos. Estuvo demasiado desquiciado una vez más el plantel local con el colegiado. Aunque es perro viejo, no es que Aritz enfriara mucho su expresión a partir de ahí. El Athletic apadrinaba la bola (63% de posesión en el primer cuarto) pero andaba con la mosca detrás de la oreja. A Berizzo se le averió N’Zonzi, su brújula en medio, al poco de amanecer el choque, en el 21’ y salió Krhon Dehli a intentar mantener el listón alto.
Susaeta es un comodín, casi un secundario en tiempos en los que Muniain y Williams eran puñales por los costados o incluso con la chispeante aparición de Córdoba. Pues fue el que más miga aportó en un choque tan cerrado, con sus caídas a ambas bandas o arranques a dentelladas por medio. El encuentro se fue escorando hacia los hispalenses, por ejemplo con un mano a mano de Ben Yeder que resolvió Arrizabalaga, el inicio de cuatro soberbias actuaciones del hombre de moda en San Mamés. Parecía un duelo por el Mundial, ya que Rico tampoco le fue a la zaga en un par de actuaciones. El Athletic apostaba por ser un bloque aguerrido, amante de los balones largos, las segundas jugadas y los centros periféricos; le faltaba pisar el área con más sentido. Todo el orden saltó por los aires en el suspiro final del primer tiempo. Cuando peor estaba llegó el gol: Susaeta sacó largo de banda, prolongó Raúl, que éste se alió en un tuya-mía con Vesga, que mandó una vaselina a gol, aunque remachaba dentro Aduriz por si acaso.
El segundo tiempo no levantó acta de que estuviera el Sevilla. De nuevo el Athletic reclamó un penalti, esta vez de Corchia. La segunda parte era familiar, cercana de la inicial, ya que otra combinación Susaeta-Raúl-Vesga destiló aroma a gol, aunque murió en el poste. Berizzo metió a Nolito por Corchia y puso a Navas de carrilero largo, como Guardiola en alguna ocasión en el City. No quería que su equipo se cayera, pero parecía irremediable. No había conexión entre las líneas de atrás y el frente de ataque era una isla solitaria. El oficio local era ya irreversible. Mantuvo Ziganda las líneas juntas, sin romperse, en busca de un triunfo balsámico. En la media hora final el cuadro visitante no logró templar el juego, desgastar a su rival con la pelota cosida. Le costó un mundo articular cualquier transición y Susaeta siguió a lo suyo, dando la lata a Navas y compañía.
El acoso final casi por inercia del Sevilla no derivó en tajo para el cuadro andaluz. Su imagen cayó muy por debajo de lo que se exige al segundo de la Liga. El choque se durmió porque lo quiso el Athletic: en el tramo final no se jugó a nada para defender el botín y cayó el telón con una entrada fuera de lugar de Muriel a Laporte cuando el árbitro había clausurado el encuentro, que derivó en una ligera tángana con Arrizabalaga y los dos protagonistas amonestados.
Alfonso Herrán
As
Cada vez que tenga dolor de puntos, el Athletic va a ir al médico a pedir receta del Sevilla, para luego presentarse en la farmacia del fútbol y respirar tranquilo. Después de seis partidos sin ganar, entre Europa y Laliga, le llegó el equipo hispalense, con siete derrotas en el torneo doméstico en San Mamés hasta hoy a las 13:00 horas, a darle un salvavidas en una segunda parte sin ambición, apático, como si estuviese más pendiente de Moscú, en la Champions, y Valencia la próxima semana, choques a los que ha puesto en un pedestal su técnico estos días y ha priorizado en la convocatoria y los gestos tácticos.
El partido andaba en tinieblas, con Arrizabalaga dando la razón a los que piden a Urrutia que abra la caja fuerte y desborde el dinero para el meta salvador. El Athletic estaba medio atrofiado y en una jugada casi de circo, se adelantó con 1-0, que parecía un tesoro. El duelo hasta ese fragmento había transcurrido con dolores de cabeza para los leones, desvalidos a partir de su área hacia el frente ofensivo. Cuando peor estaban les vino Dios a ver.
No está el Athletic en su versión más fluida, anda tiesito de fútbol, así que mientras lo encuentra, se mete en el caparazón de equipo férreo, práctico, con un sistema que su técnico ya exploró en Mestalla y le ofreció alguna buena noticia: 4-1-4-1, con San José por delante de la defensa y Aduriz en las correrías cerca del meta contrario. Hubo un inicio a pleno pulmón, muy táctico, con ambos equipos estudiándose y respetándose. Ninguno padecía sin el sustento de la pelota. Todo parecía pendiente de las segundas jugadas, del físico…
Aduriz se movió con el gesto torcido desde el saque inicial. Y un posible penalti por mano de Carole aún le encendió más, al tiempo que le trataban de aplacar a golpe de tarjeta amarilla. Fue en el minuto 12 y podía condicionarle para los restos. Estuvo demasiado desquiciado una vez más el plantel local con el colegiado. Aunque es perro viejo, no es que Aritz enfriara mucho su expresión a partir de ahí. El Athletic apadrinaba la bola (63% de posesión en el primer cuarto) pero andaba con la mosca detrás de la oreja. A Berizzo se le averió N’Zonzi, su brújula en medio, al poco de amanecer el choque, en el 21’ y salió Krhon Dehli a intentar mantener el listón alto.
Susaeta es un comodín, casi un secundario en tiempos en los que Muniain y Williams eran puñales por los costados o incluso con la chispeante aparición de Córdoba. Pues fue el que más miga aportó en un choque tan cerrado, con sus caídas a ambas bandas o arranques a dentelladas por medio. El encuentro se fue escorando hacia los hispalenses, por ejemplo con un mano a mano de Ben Yeder que resolvió Arrizabalaga, el inicio de cuatro soberbias actuaciones del hombre de moda en San Mamés. Parecía un duelo por el Mundial, ya que Rico tampoco le fue a la zaga en un par de actuaciones. El Athletic apostaba por ser un bloque aguerrido, amante de los balones largos, las segundas jugadas y los centros periféricos; le faltaba pisar el área con más sentido. Todo el orden saltó por los aires en el suspiro final del primer tiempo. Cuando peor estaba llegó el gol: Susaeta sacó largo de banda, prolongó Raúl, que éste se alió en un tuya-mía con Vesga, que mandó una vaselina a gol, aunque remachaba dentro Aduriz por si acaso.
El segundo tiempo no levantó acta de que estuviera el Sevilla. De nuevo el Athletic reclamó un penalti, esta vez de Corchia. La segunda parte era familiar, cercana de la inicial, ya que otra combinación Susaeta-Raúl-Vesga destiló aroma a gol, aunque murió en el poste. Berizzo metió a Nolito por Corchia y puso a Navas de carrilero largo, como Guardiola en alguna ocasión en el City. No quería que su equipo se cayera, pero parecía irremediable. No había conexión entre las líneas de atrás y el frente de ataque era una isla solitaria. El oficio local era ya irreversible. Mantuvo Ziganda las líneas juntas, sin romperse, en busca de un triunfo balsámico. En la media hora final el cuadro visitante no logró templar el juego, desgastar a su rival con la pelota cosida. Le costó un mundo articular cualquier transición y Susaeta siguió a lo suyo, dando la lata a Navas y compañía.
El acoso final casi por inercia del Sevilla no derivó en tajo para el cuadro andaluz. Su imagen cayó muy por debajo de lo que se exige al segundo de la Liga. El choque se durmió porque lo quiso el Athletic: en el tramo final no se jugó a nada para defender el botín y cayó el telón con una entrada fuera de lugar de Muriel a Laporte cuando el árbitro había clausurado el encuentro, que derivó en una ligera tángana con Arrizabalaga y los dos protagonistas amonestados.