ANÁLISIS / Regocijo y peligro de los paralelismos del ‘procés’

La cuestión ahora no es la Guardia de Asalto ni Franco. La cuestión ahora es ese guarismo, 155

Juan Cruz
El País
Desde que declaró la guerra (de sobrentendidos, de exageraciones), el independentismo catalán, el oficial y el oficioso, ha recurrido con frecuencia al regocijante juego de los paralelismos. Le han servido personajes del pasado remoto y se aprovechó de todo lo que pudo para hacer una tortilla que ha degustado con corbata y sin ella. Paralelismos para todas las estaciones. El de ayer fue el paralelismo Companys, que fue bárbaramente tratado por la realidad y por la historia. George Orwell, que sirve tanto en el mundo de los paralelismos, declaró que de todo lo que pasó destacaron la confusión y la imprudencia. Pero lo dices hoy, o lo insinúas, y aunque no seas Pablo Casado (que metió la pata hasta el corvejón) te cae un chaparrón de truenos.


Pero es un paralelismo, y ahí estuvo el presidente Companys expuesto ayer, como queriendo decir. La cuestión ahora no es la Guardia de Asalto ni Franco. La cuestión ahora es ese guarismo, 155. Ese artículo tan mentado se está usando como si fuera un ungüento preparado por los unionistas, por los fascistas, para este mismo instante de la historia. Imagínense que se reúnen Miquel Roca, Carrillo, Peces-Barba, el vasco Arzalluz, el jurista Herrero de Miñón, el comunista Jordi Solé Tura, que merece un altar laico en la historia, y Fraga Iribarne… Abren la bola de adivinar y dicen: como esto va a pasar en Cataluña y ahí van a estar Puigdemont, Forcadell, Junqueras, la CUP y tots aquests, hagamos un 155 para que se enteren.

Es muy probable que ninguno de los que hablan más, aquí i enllá, se haya leído esas líneas en que consiste ese artículo que ahora parece que cae como un paralelismo sobre la cabeza del patricio que tiene que explicar mañana a las diez el estupor creado por sus dudas. Pero ahí está el 155, haciéndose presente como un dios maldito enviado por la lengua de fuego de los españoles bárbaros que quieren el mal de los buenos.

En estos Días Nacionales del Paralelismo quiero contribuir con uno en torno al que hay un silencio que a muchos nos duele mucho: el asesinato de Ernest Lluch, matado por ETA. El asesinato de Lluch, la ausencia de graves personas, como el citado Solé Tura, como el senador Barral, tan ingenuo y tan melancólico. Como aquellos que no son recordados quizá porque en la fiesta de las rememoraciones hace rato que no tienen sitio. La patria catalana ahora sólo tiene tiempo para las efemérides que arden mejor en el fuego de campamento. Ahora se recuerda en contra.

Y termino con algo que acabo de leer y es de hace centurias, y no tiene que ver con el procés pero sí con los paralelismos y vale para alertar de lo que pasa teniendo en cuenta lo que ya pasó. Es de Montesquieu y está citado en el libro Clásicos para la vida (El Acantilado), de Nuccio Ordine. Dice así: “Si supiera alguna cosa que me fuese útil y que resultara perjudicial para mi familia, la expulsaría de mi mente. Si conociera alguna cosa útil para mi familia pero que no lo fuese para mi patria, trataría de olvidarla. Si conociera alguna cosa útil para mi patria pero perjudicial para Europa y dañina para el género humano, la consideraría un crimen”.

A ver si van a perseguir ahora a Montesquieu por ser tan útil para trazar paralelismos sobre el regocijo y los paralelismos que rodean el procés. Pero es difícil pensar que Montesquieu tenga una calle, por ejemplo, en Sabadell.

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