US OPEN / Nadal abruma a Rublev y espera en semifinales
El número uno, en franca mejoría, se deshace del joven ruso (6-1, 6-2 y 6-2, después de apenas 1h 36m) y se medirá en la penúltima ronda del torneo neoyorquino al ganador del pulso entre Federer y Del Potro
Alejandro Ciriza
Nueva York, El País
En un abrir y cerrar de ojos, el irreverente Andrey Rublev se llevó una lección. No le concedió Rafael Nadal ni la más mínima al aprendiz, aspirante a ser algún día un tenista grande, si no tan grande como el español, al que admira y elogia, si uno de los importantes. Sin embargo, el tenis demanda unos tiempos y a pesar de su talento a Rublev todavía le quedan unas cuantas vueltas de tuerca para al menos llegar a ser lo que se le presupone. De momento, el joven ruso debe observar, trabajar y aprender. Y ayer, en Nueva York, tuvo el privilegio de asistir en primera fila a la lección de Nadal, treintañero ya –12 años mayor que él– y cada vez más entonado en este US Open.
El número uno ejerció de maestro y de lo que es, el número uno. Venció por un abultado 6-1, 6-2 y 6-2 (en apenas 1h 36m) y ahora, con el billete de las semifinales en la mano, espera en la penúltima ronda a Roger Federer o a Juan Martín del Potro. Llegará a ese pulso Nadal con el impulso extra del partido contra Rublev, solventado a base de zarpazos. Se dice que el chico ruso tiene hechuras de gran jugador, de lo que cabe poca duda, pero esta vez se marchó con un castigo de aúpa, con la cabeza gacha y mirando al suelo, como el adolescente descontento que acaba de recibir una reprimenda en el instituto.
No es Nadal un competir nada condescendiente, de modo que intentó arrollar al jovenzuelo desde que puso el primer pie sobre la pista. Le vino a decir algo así como: chaval, ven aquí; siéntate, mira y no pierdas detalle; de mayor, esto es lo que te espera. Una lección. La realidad ni más ni lejos, porque aunque la nueva generación ya está ofreciendo señales de que tiene maneras y hambre, todavía dista un pequeño gran universo entre ellos, la tan cacareada Next Gen, y los viejos rockeros.
Le vino a Rublev (64 kilos, una astilla) demasiado grande todo. El adversario, por supuesto; la cota de la competición, demasiado alta todavía; e incluso el marco, la impresionante pista central de Nueva York, que más que un espacio de tenis parece el escenario de un concierto de masas porque el jugador lo percibe todo desde ahí abajo, ante los 23.800 pares de ojos que le enfocan. Estuvo nervioso y Nadal, siempre a lo suyo, ganándose el respeto del rival aplastándole, no le ayudó. Le quebró el servicio siete veces y apretó fuerte. No le dio aire un solo segundo.
Ídolos y generaciones
El chico, abrumado por todo, quiso hacer demasiadas cosas en muy poquito tiempo. Quería agradar al público de Nueva York, demostrar que lo vale y que se le debe tener en cuenta; intentó exhibir esa derecha venenosa de la que tan bien se viene hablando; y sobre todo, trató de impresionar a Nadal, del que como la mayoría de los jóvenes del circuito es un fan. “A mí me ocurría lo mismo cuando tenía su edad…”, manifestó el balear —ojo: 84% de acierto con primeros saques— en el discurso post-partido. “Cuando tenía 14, 15 o 16 años veía a mis ídolos por la tele… pero ahora ya no; es lo malo de hacerse mayor”, bromeó; “una nueva generación viene y Andrey tiene un magnífico futuro por delante. Le deseo todo lo mejor”.
Con Nadal y Carreño ya en las semifinales, la historia pinta muy bien en Nueva York. A ello se le une el número uno de Garbiñe Muguruza, coronada en Flushing Meadows a pesar de haberse marchado eliminada hace tres días. El presente es de ellos, pues. Y una buena cuota del futuro, del pequeño Zar Rublev.
Alejandro Ciriza
Nueva York, El País
En un abrir y cerrar de ojos, el irreverente Andrey Rublev se llevó una lección. No le concedió Rafael Nadal ni la más mínima al aprendiz, aspirante a ser algún día un tenista grande, si no tan grande como el español, al que admira y elogia, si uno de los importantes. Sin embargo, el tenis demanda unos tiempos y a pesar de su talento a Rublev todavía le quedan unas cuantas vueltas de tuerca para al menos llegar a ser lo que se le presupone. De momento, el joven ruso debe observar, trabajar y aprender. Y ayer, en Nueva York, tuvo el privilegio de asistir en primera fila a la lección de Nadal, treintañero ya –12 años mayor que él– y cada vez más entonado en este US Open.
El número uno ejerció de maestro y de lo que es, el número uno. Venció por un abultado 6-1, 6-2 y 6-2 (en apenas 1h 36m) y ahora, con el billete de las semifinales en la mano, espera en la penúltima ronda a Roger Federer o a Juan Martín del Potro. Llegará a ese pulso Nadal con el impulso extra del partido contra Rublev, solventado a base de zarpazos. Se dice que el chico ruso tiene hechuras de gran jugador, de lo que cabe poca duda, pero esta vez se marchó con un castigo de aúpa, con la cabeza gacha y mirando al suelo, como el adolescente descontento que acaba de recibir una reprimenda en el instituto.
No es Nadal un competir nada condescendiente, de modo que intentó arrollar al jovenzuelo desde que puso el primer pie sobre la pista. Le vino a decir algo así como: chaval, ven aquí; siéntate, mira y no pierdas detalle; de mayor, esto es lo que te espera. Una lección. La realidad ni más ni lejos, porque aunque la nueva generación ya está ofreciendo señales de que tiene maneras y hambre, todavía dista un pequeño gran universo entre ellos, la tan cacareada Next Gen, y los viejos rockeros.
Le vino a Rublev (64 kilos, una astilla) demasiado grande todo. El adversario, por supuesto; la cota de la competición, demasiado alta todavía; e incluso el marco, la impresionante pista central de Nueva York, que más que un espacio de tenis parece el escenario de un concierto de masas porque el jugador lo percibe todo desde ahí abajo, ante los 23.800 pares de ojos que le enfocan. Estuvo nervioso y Nadal, siempre a lo suyo, ganándose el respeto del rival aplastándole, no le ayudó. Le quebró el servicio siete veces y apretó fuerte. No le dio aire un solo segundo.
Ídolos y generaciones
El chico, abrumado por todo, quiso hacer demasiadas cosas en muy poquito tiempo. Quería agradar al público de Nueva York, demostrar que lo vale y que se le debe tener en cuenta; intentó exhibir esa derecha venenosa de la que tan bien se viene hablando; y sobre todo, trató de impresionar a Nadal, del que como la mayoría de los jóvenes del circuito es un fan. “A mí me ocurría lo mismo cuando tenía su edad…”, manifestó el balear —ojo: 84% de acierto con primeros saques— en el discurso post-partido. “Cuando tenía 14, 15 o 16 años veía a mis ídolos por la tele… pero ahora ya no; es lo malo de hacerse mayor”, bromeó; “una nueva generación viene y Andrey tiene un magnífico futuro por delante. Le deseo todo lo mejor”.
Con Nadal y Carreño ya en las semifinales, la historia pinta muy bien en Nueva York. A ello se le une el número uno de Garbiñe Muguruza, coronada en Flushing Meadows a pesar de haberse marchado eliminada hace tres días. El presente es de ellos, pues. Y una buena cuota del futuro, del pequeño Zar Rublev.