Trump arremete contra la ONU por su “burocracia y mala gestión”
El presidente de Estados Unidos subraya que el organismo no produce resultados adecuados conforme a los fondos que recibe
Sandro Pozzi
Nueva York, El País
Donald Trump llegó, vio y golpeó. En su estreno ante la ONU, en la antesala de la solemne Asamblea General que arranca este martes, el presidente de Estados Unidos atacó a la organización internacional por su burocracia, arremetió contra su mala gestión y defendió el hachazo a sus presupuestos. Pero consciente del papel clave que está jugando la ONU en su presión a Corea del Norte, más que un líder del aislacionismo, el republicano se presentó como un empresario enfadado por el derroche. Un contribuyente con una receta: centrarse en resultados, no en procedimientos.
Trump arrastra una doble vida con la ONU. Durante años, ha sido uno de sus principales críticos. Fiel representante de la línea nacionalista, no ha dudado en calificar la organización internacional como un “club de amigos” y ha propugnado su jibarización. Pero una vez en el poder, sin abandonar el vitriolo que tanto gusta a su base más radical, ha descubierto en Naciones Unidas un instrumento útil a sus designios. En su ofensiva contra el programa nuclear y balístico de Pyongyang, ha visto cómo el Consejo de Seguridad de la ONU se tornaba una de las armas más potentes. Un foro donde alcanzaba pactos con China y Rusia, y que tomaba medidas cada vez más duras con el tiránico régimen de Kim Jong-un.
En este entorno, figuras como la embajadora ante Naciones Unidas, Nikki Haley, han ganado prestigio y espacio político; y el Departamento de Estado ha hallado un camino previo a la opción militar. Con estos mimbres, Trump acudió a la ONU no con ánimo aniquilador, sino reformista. Apoyó una declaración de diez puntos suscrita por 128 países, entre ellos España, para respaldar la reforma que ha puesto en marcha el secretario general, Antonio Guterres.
Fue una comparecencia corta y de valor simbólico. No sólo por su calidad de estreno ante la ONU, sino como previo del trascendental discurso que este martes ofrecerá al mundo en la Asamblea General. No hubo grandes anticipos, pero sí el ensayo de un tono en el que Trump limó aristas y se volcó en su papel de primer contribuyente. En esta línea, se quejó de que la entidad no está alcanzado su pleno potencial por culpa de la burocracia y la mala gestión. “No vemos resultados de acuerdo con sus inversiones. Debe centrarse en los resultados más que en los procedimientos. Para ello, animamos al secretario general a que use plenamente su autoridad para cortar la burocracia y reformar un sistema anticuado”, afirmó.
La declaración suscrita por Trump defiende una reforma efectiva y amplia de la organización. El texto destaca la necesidad de elevar la transparencia del presupuesto y aboga por reducir las duplicidades, redundancias y solapamientos tan comunes en la organización. En este escenario, Guterres, aunque expresó su temor ante los recortes presupuestarios, admitió que la burocracia le quitaba el sueño. Habló de una estructura fragmentada y de procedimientos que se hacen “interminables”. “A veces me pregunto si hubo una conspiración cuando se elaboraron las reglas para conseguir que no fuéramos efectivos”, reconoció.
La cita anual en Nueva York reúne a 126 mandatarios. Los jefes de gobierno de Rusia, China y Alemania no acudirán. Esta sesión, además, cuenta con menos eventos paralelos, en otro reflejo del intento de reducir el gasto. Eso no evitará que la actividad diplomática sea frenética entre bastidores. Donald Trump tenía en su agenda para este lunes una reunión con el presidente francés, Emmanuel Macron, y con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para tratar el pacto nuclear con Irán. Después iba a cenar con líderes de América Latina, para abordar la crisis de Venezuela.
Pero la piedra de toque de la Asamblea General, reuniones aparte, radica en el discurso de Trump. Será un momento clave para atisbar su estrategia de los próximos meses. El cambio climático, Corea del Norte, Irán y Venezuela forman parte de los otros puntos sensibles. Pero también la adherencia de la Casa Blanca al consenso multilateral. Con su retirada del pacto de París y sus explosivas declaraciones, el presidente de Estados Unidos se ha alejado de su predecesor y ha promovido un aislacionismo cada vez mayor. Es la doctrina de América Primero. Una narrativa altamente nacionalista que impregna casi todos sus gestos y que será difícil que no asome en su alocución.
El equilibrio entre este imperativo electoral y las realidades de la política exterior, que hasta ahora han impedido acabar con el acuerdo nuclear con Irán o cerrar la Embajada en Cuba, marcará la línea maestra de la intervención. Será la columna vertebral de una estrategia internacional que permita vislumbrar sus próximos movimientos. Un rumbo que se espera con ansiedad en las cancillerías. “Creemos que será constructivo. Estamos esperanzados”, señaló el ministro español de Exteriores, Alfonso Dastis. Conocedor de la expectativa creada, Trump ha dedicado largo tiempo a su alocución y, como reconocieron fuentes de la Casa Blanca, buscará presentarse como un líder mundial. Será un momento único para congraciarse con una comunidad internacional a la que ha pateado sonoramente o para rematar su desapego. Sus palabras lo dirán.
Sandro Pozzi
Nueva York, El País
Donald Trump llegó, vio y golpeó. En su estreno ante la ONU, en la antesala de la solemne Asamblea General que arranca este martes, el presidente de Estados Unidos atacó a la organización internacional por su burocracia, arremetió contra su mala gestión y defendió el hachazo a sus presupuestos. Pero consciente del papel clave que está jugando la ONU en su presión a Corea del Norte, más que un líder del aislacionismo, el republicano se presentó como un empresario enfadado por el derroche. Un contribuyente con una receta: centrarse en resultados, no en procedimientos.
Trump arrastra una doble vida con la ONU. Durante años, ha sido uno de sus principales críticos. Fiel representante de la línea nacionalista, no ha dudado en calificar la organización internacional como un “club de amigos” y ha propugnado su jibarización. Pero una vez en el poder, sin abandonar el vitriolo que tanto gusta a su base más radical, ha descubierto en Naciones Unidas un instrumento útil a sus designios. En su ofensiva contra el programa nuclear y balístico de Pyongyang, ha visto cómo el Consejo de Seguridad de la ONU se tornaba una de las armas más potentes. Un foro donde alcanzaba pactos con China y Rusia, y que tomaba medidas cada vez más duras con el tiránico régimen de Kim Jong-un.
En este entorno, figuras como la embajadora ante Naciones Unidas, Nikki Haley, han ganado prestigio y espacio político; y el Departamento de Estado ha hallado un camino previo a la opción militar. Con estos mimbres, Trump acudió a la ONU no con ánimo aniquilador, sino reformista. Apoyó una declaración de diez puntos suscrita por 128 países, entre ellos España, para respaldar la reforma que ha puesto en marcha el secretario general, Antonio Guterres.
Fue una comparecencia corta y de valor simbólico. No sólo por su calidad de estreno ante la ONU, sino como previo del trascendental discurso que este martes ofrecerá al mundo en la Asamblea General. No hubo grandes anticipos, pero sí el ensayo de un tono en el que Trump limó aristas y se volcó en su papel de primer contribuyente. En esta línea, se quejó de que la entidad no está alcanzado su pleno potencial por culpa de la burocracia y la mala gestión. “No vemos resultados de acuerdo con sus inversiones. Debe centrarse en los resultados más que en los procedimientos. Para ello, animamos al secretario general a que use plenamente su autoridad para cortar la burocracia y reformar un sistema anticuado”, afirmó.
La declaración suscrita por Trump defiende una reforma efectiva y amplia de la organización. El texto destaca la necesidad de elevar la transparencia del presupuesto y aboga por reducir las duplicidades, redundancias y solapamientos tan comunes en la organización. En este escenario, Guterres, aunque expresó su temor ante los recortes presupuestarios, admitió que la burocracia le quitaba el sueño. Habló de una estructura fragmentada y de procedimientos que se hacen “interminables”. “A veces me pregunto si hubo una conspiración cuando se elaboraron las reglas para conseguir que no fuéramos efectivos”, reconoció.
La cita anual en Nueva York reúne a 126 mandatarios. Los jefes de gobierno de Rusia, China y Alemania no acudirán. Esta sesión, además, cuenta con menos eventos paralelos, en otro reflejo del intento de reducir el gasto. Eso no evitará que la actividad diplomática sea frenética entre bastidores. Donald Trump tenía en su agenda para este lunes una reunión con el presidente francés, Emmanuel Macron, y con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para tratar el pacto nuclear con Irán. Después iba a cenar con líderes de América Latina, para abordar la crisis de Venezuela.
Pero la piedra de toque de la Asamblea General, reuniones aparte, radica en el discurso de Trump. Será un momento clave para atisbar su estrategia de los próximos meses. El cambio climático, Corea del Norte, Irán y Venezuela forman parte de los otros puntos sensibles. Pero también la adherencia de la Casa Blanca al consenso multilateral. Con su retirada del pacto de París y sus explosivas declaraciones, el presidente de Estados Unidos se ha alejado de su predecesor y ha promovido un aislacionismo cada vez mayor. Es la doctrina de América Primero. Una narrativa altamente nacionalista que impregna casi todos sus gestos y que será difícil que no asome en su alocución.
El equilibrio entre este imperativo electoral y las realidades de la política exterior, que hasta ahora han impedido acabar con el acuerdo nuclear con Irán o cerrar la Embajada en Cuba, marcará la línea maestra de la intervención. Será la columna vertebral de una estrategia internacional que permita vislumbrar sus próximos movimientos. Un rumbo que se espera con ansiedad en las cancillerías. “Creemos que será constructivo. Estamos esperanzados”, señaló el ministro español de Exteriores, Alfonso Dastis. Conocedor de la expectativa creada, Trump ha dedicado largo tiempo a su alocución y, como reconocieron fuentes de la Casa Blanca, buscará presentarse como un líder mundial. Será un momento único para congraciarse con una comunidad internacional a la que ha pateado sonoramente o para rematar su desapego. Sus palabras lo dirán.