Terremoto: buscan víctimas en áreas aisladas de México
Un reporte parcial del Gobierno mexicano informó que 65 personas fallecieron. Ahora continúa la búsqueda de los desaparecidos en el sur de este país.
AFP / Juchitan de Zaragoza
Las tareas de auxilio a la población tras el terremoto de 8,2 grados de la medianoche del jueves, el mayor en un siglo en este país, se aceleraban ayer en comunidades del sur de México, donde el sismo dejó al menos 65 muertos, según informes del Gobierno federal.
Las autoridades centrales revisaban con detalle un nuevo reporte de 25 fallecidos más en Oaxaca, donde se sintió con mucha fuerza el sismo que tuvo su epicentro en el Pacífico frente a las costas del vecino Chiapas. "De manera parcial hay 71 personas fallecidas”, dijo Alejandro Murat, gobernador de Oaxaca.
"Pero tenemos todavía que confirmar” ese dato, advirtió a la televisora Milenio Rosario Robles, secretaria de Desarrollo Urbano y quien se encuentra en Oaxaca. Protección Civil del Ministerio de Gobernación (Interior) lleva el recuento oficial nacional de las víctimas del sismo y no confirmó el reporte del gobernador. Hasta ahora Gobernación contabiliza de forma oficial 46 muertos en Oaxaca, 15 en Chiapas y cuatro en Tabasco.
Del susto al dolor
Entre la angustia de ver su casa en escombros o a punto de venirse abajo con las réplicas del sismo, crecen los reclamos de pobladores por la falta de víveres y agua cuando la ayuda apenas empieza a llegar a las comunidades más aisladas de Chiapas y Oaxaca, algunas de ellas de difícil acceso por estar entre montañas. Juchitán, una localidad en Oaxaca de 100 mil habitantes y convertida en el epicentro de la tragedia con 37 muertos confirmados, pasó otra noche de terror por las constantes réplicas.
Uno de los pocos hoteles que parecía haber resistido al terremoto del jueves quedó fracturado y ladeado por una réplica de 5,6 grados durante la noche. La escasa decena de huéspedes salió huyendo hacia la calle y tuvieron que abandonar el recinto ante el peligro de derrumbe.
En la pequeña plaza de la iglesia de Martes Santo, varias familias con niños y ancianos amanecieron a la intemperie, temerosas de que sus casas terminen de desmoronarse. Tampoco quieren ir a albergues porque temen que ladrones vengan a saquear lo poco que les queda. En la lluviosa mañana del domingo, las mujeres se organizaron para encender un fuego y cocinar el desayuno en plena calle, mientras los hombres y los niños trataban con las manos de retirar los escombros de sus casas: bloques de concreto, vigas de madera, ventanas rotas y tejas destruidas.
"Seguimos sin agua y sin luz, dormimos con los niños aquí afuera, nadie ha venido a ayudarnos”, dijo María de los Ángeles Orozco.
En las calles se sucedían las procesiones fúnebres entre muestras de dolor y una estridente música fúnebre que tocaban bandas, como es costumbre en Juchitán, habitada principalmente por indígenas de la etnia zapoteca.
Entre las víctimas a las que despiden está Manuela Villalobos, de 85 años. Murió al desplomarse el techo de su casa mientras dormía. "Era una mujer muy fuerte, velaba para que las nuevas generaciones conocieran las tradiciones zapotecas, como los rituales de funerales”, comentó su nieto Cristian Juárez, de 46 años, médico de profesión.
Sollozos y lamentos se escuchaban ante el panteón de la localidad, donde tres ancianas indígenas portaban sus tradicionales ropas de coloridos bordados y vendían pétalos de flores.
Sepultan a sus fallecidos con pedidos de ayuda
El sur de México enterraba ayer a decenas de muertos por el terremoto que devastó comunidades enclavadas en las montañas y en donde ahora se multiplican los reclamos por la ayuda que llega a cuentagotas.
El Ministerio de Gobernación (Interior) mantiene la cifra oficial de 65 muertos, pero revisaba un reporte preliminar de 25 fallecimientos más en Oaxaca, que de confirmarse elevaría a 90 las víctimas mortales del terremoto de 8,2 grados, el mayor en un siglo, de la medianoche del jueves.
Mientras la ayuda humanitaria apenas empieza a llegar a las comunidades más aisladas de Chiapas y Oaxaca, algunas de ellas de difícil acceso por estar entre montañas. Pero muchos pobladores, angustiados al ver su casa en escombros o a punto de venirse abajo con las réplicas del sismo, se desesperan y denuncian sentirse abandonados por las autoridades mientras los comerciantes disparan los precios.
En Juchitán, una localidad en Oaxaca de 100 mil habitantes y convertida en el epicentro de la tragedia con 37 muertos confirmados, numerosas familias tratan de reanudar su vida tras otra noche de terror por las constantes réplicas que ya suman más de 800. La familia Luis terminó improvisando una vivienda bajo un enorme árbol luego de que su casa se desmoronó. Recuperaron una mesa, sillas, hamacas y unas cobijas para pasarla lo mejor posible. Pero es difícil. "Antes comprábamos un pollo en 70 pesos (cuatro dólares), ahora lo venden a 300 (17 dólares). Me angustia mucho, por más que yo quiera comprarles a mis hijos cuando me piden, no me alcanza”, explica la madre de la familia Juana Luis, de 40 años, sin poder contener las lágrimas. Esta mujer, junto con otras vecinas, salió a buscar comida.
AFP / Juchitan de Zaragoza
Las tareas de auxilio a la población tras el terremoto de 8,2 grados de la medianoche del jueves, el mayor en un siglo en este país, se aceleraban ayer en comunidades del sur de México, donde el sismo dejó al menos 65 muertos, según informes del Gobierno federal.
Las autoridades centrales revisaban con detalle un nuevo reporte de 25 fallecidos más en Oaxaca, donde se sintió con mucha fuerza el sismo que tuvo su epicentro en el Pacífico frente a las costas del vecino Chiapas. "De manera parcial hay 71 personas fallecidas”, dijo Alejandro Murat, gobernador de Oaxaca.
"Pero tenemos todavía que confirmar” ese dato, advirtió a la televisora Milenio Rosario Robles, secretaria de Desarrollo Urbano y quien se encuentra en Oaxaca. Protección Civil del Ministerio de Gobernación (Interior) lleva el recuento oficial nacional de las víctimas del sismo y no confirmó el reporte del gobernador. Hasta ahora Gobernación contabiliza de forma oficial 46 muertos en Oaxaca, 15 en Chiapas y cuatro en Tabasco.
Del susto al dolor
Entre la angustia de ver su casa en escombros o a punto de venirse abajo con las réplicas del sismo, crecen los reclamos de pobladores por la falta de víveres y agua cuando la ayuda apenas empieza a llegar a las comunidades más aisladas de Chiapas y Oaxaca, algunas de ellas de difícil acceso por estar entre montañas. Juchitán, una localidad en Oaxaca de 100 mil habitantes y convertida en el epicentro de la tragedia con 37 muertos confirmados, pasó otra noche de terror por las constantes réplicas.
Uno de los pocos hoteles que parecía haber resistido al terremoto del jueves quedó fracturado y ladeado por una réplica de 5,6 grados durante la noche. La escasa decena de huéspedes salió huyendo hacia la calle y tuvieron que abandonar el recinto ante el peligro de derrumbe.
En la pequeña plaza de la iglesia de Martes Santo, varias familias con niños y ancianos amanecieron a la intemperie, temerosas de que sus casas terminen de desmoronarse. Tampoco quieren ir a albergues porque temen que ladrones vengan a saquear lo poco que les queda. En la lluviosa mañana del domingo, las mujeres se organizaron para encender un fuego y cocinar el desayuno en plena calle, mientras los hombres y los niños trataban con las manos de retirar los escombros de sus casas: bloques de concreto, vigas de madera, ventanas rotas y tejas destruidas.
"Seguimos sin agua y sin luz, dormimos con los niños aquí afuera, nadie ha venido a ayudarnos”, dijo María de los Ángeles Orozco.
En las calles se sucedían las procesiones fúnebres entre muestras de dolor y una estridente música fúnebre que tocaban bandas, como es costumbre en Juchitán, habitada principalmente por indígenas de la etnia zapoteca.
Entre las víctimas a las que despiden está Manuela Villalobos, de 85 años. Murió al desplomarse el techo de su casa mientras dormía. "Era una mujer muy fuerte, velaba para que las nuevas generaciones conocieran las tradiciones zapotecas, como los rituales de funerales”, comentó su nieto Cristian Juárez, de 46 años, médico de profesión.
Sollozos y lamentos se escuchaban ante el panteón de la localidad, donde tres ancianas indígenas portaban sus tradicionales ropas de coloridos bordados y vendían pétalos de flores.
Sepultan a sus fallecidos con pedidos de ayuda
El sur de México enterraba ayer a decenas de muertos por el terremoto que devastó comunidades enclavadas en las montañas y en donde ahora se multiplican los reclamos por la ayuda que llega a cuentagotas.
El Ministerio de Gobernación (Interior) mantiene la cifra oficial de 65 muertos, pero revisaba un reporte preliminar de 25 fallecimientos más en Oaxaca, que de confirmarse elevaría a 90 las víctimas mortales del terremoto de 8,2 grados, el mayor en un siglo, de la medianoche del jueves.
Mientras la ayuda humanitaria apenas empieza a llegar a las comunidades más aisladas de Chiapas y Oaxaca, algunas de ellas de difícil acceso por estar entre montañas. Pero muchos pobladores, angustiados al ver su casa en escombros o a punto de venirse abajo con las réplicas del sismo, se desesperan y denuncian sentirse abandonados por las autoridades mientras los comerciantes disparan los precios.
En Juchitán, una localidad en Oaxaca de 100 mil habitantes y convertida en el epicentro de la tragedia con 37 muertos confirmados, numerosas familias tratan de reanudar su vida tras otra noche de terror por las constantes réplicas que ya suman más de 800. La familia Luis terminó improvisando una vivienda bajo un enorme árbol luego de que su casa se desmoronó. Recuperaron una mesa, sillas, hamacas y unas cobijas para pasarla lo mejor posible. Pero es difícil. "Antes comprábamos un pollo en 70 pesos (cuatro dólares), ahora lo venden a 300 (17 dólares). Me angustia mucho, por más que yo quiera comprarles a mis hijos cuando me piden, no me alcanza”, explica la madre de la familia Juana Luis, de 40 años, sin poder contener las lágrimas. Esta mujer, junto con otras vecinas, salió a buscar comida.