Solo quedan 33 soldados del Chaco

Los beneméritos afrontan la última batalla de su vida. Cansados, enfermos y con un siglo de vida en las espaldas, los últimos héroes del Chaco se resisten a morir.

La Razón (Edición Impresa) / Jorge Quispe / La Paz
Un día como hoy, hace 85 años, empezó la Guerra del Chaco. En los cuatro años de la campaña murieron casi 30.000 bolivianos de unos 200.000 que movilizó el país. El último registro del Senasir da cuenta de que en la actualidad únicamente viven 33.


Según datos del Servicio Nacional del Sistema de Reparto (Senasir), 10 beneméritos quedan en Cochabamba, otros 9 en La Paz, 9 en Santa Cruz, 3 en Sucre, 1 en Tarija y 1 en Estados Unidos. En 1974 —a 39 años del cese de hostilidades entre Bolivia y Paraguay— fueron registrados 50.000 excombatientes.

Cansados, enfermos y con un siglo de vida en las espaldas, los últimos héroes del Chaco se resisten a morir. La Razón encontró a seis de los sobrevivientes.

‘Don Marcelino’ Guzmán continúa firme

Marcelino Guzmán Alarcón cumplió 103 años el 5 de junio. El benemérito nació en 1914 y en 1933 se enroló al ejército boliviano, en Huarina. “Don Marcelino”, como le llaman respetuosamente quienes lo conocen, está lleno de recuerdos. El hambre y la sed de aquellos días son imborrables. “Comíamos frutas silvestres y tomábamos nuestro orín”, explica. En el campo de batalla también aprendió a comer víboras para sobrevivir.

El exsoldado estuvo desde 1933 hasta mediados de 1934 en el Chaco y participó de las acciones militares en Boyuibe y Camiri. Cuenta con orgullo que “disparaba fusiles Vickers... los americanos”. A pesar de los años, él se mantiene firme y no duda en regalar un saludo militar para la presente nota.

Es viudo pero no está solo, tiene cinco hijos y 15 bisnietos. Hace más de seis décadas que se hizo cargo de un puesto de bebidas en San Pedro, exactamente detrás del reclusorio. Es considerado el padre de la Asociación de Vendedores de Licores “Otero de la Vega”. En su último cumpleaños hubo una fiesta para homenajear a “Don Marcelino”... “Don Marcelino el eterno”(como también le dicen quienes más lo quieren).

Emeterio Talavera es el morterista religioso

Emeterio Ernesto Talavera Choque nació el 10 de marzo de 1918 en Tinguipaya (Potosí), pero se quedó a vivir en La Paz tras la guerra. Tiene 99 años y fue morterista en el Chaco. “Estoy entrando a los 100 años, solo me faltan meses para ser centenario”, comenta con la voz ronca y cansada. Talavera y sus tres hermanos fueron a defender a Bolivia. Anselmo (+), Felipe (+) y Leoncio (+) fueron los primeros en ir, luego le tocó a él. “Estuve 24 días con sus noches en la línea de fuego, fueron 24 jornadas de infierno”, recuerda. Eso sí... en medio de las tinieblas había algo de luz cristiana. Así, cuando tocaba enterrar a un soldado paraguayo o boliviano se le ponía una cruz encima.

Su diario de guerra indica que Talavera participó de la Batalla de Quebrada Cuevo y Yaway entre enero y junio de 1935. “No me hirieron, Dios es grande y no morí”, cuenta el hombre que tras la conflagración se hizo policía hasta jubilarse. El último cumpleaños lo festejó en Tinguipaya, donde es toda una personalidad.

En la actualidad vive junto a su hijo Gróver en Achachicala. Por las noches escucha la radio y los fines de semana sigue a su querido The Strongest. Cuando se le pregunta cuándo será su próximo cumpleaños, él responde con picardía: “El 30 de febrero…”.

Condori, un soldado amante de los gatos

Carmelo Condori Condori nació el 16 de agosto de 1916 en Muramaya (Viacha) pero festeja su cumpleaños el 16 de julio. “Por la fiesta paceña”, avisa Róger su nieto... y, el excombatiente ya lleva 101 veranos en su cuerpo delgado. Condori ingresó el 1 de enero de 1935 al frente de batalla del Destacamento 280 Primero de Artillería y participó de la defensa de Villamontes. “La guerra es para no recordar, la gente se volvía loca con el calor”, comenta el anciano mientras enseña un viejo plato y una cantimplora de plomo que le quedan del conflicto bélico. Al acabar la conflagración, él volvió a su pueblo para arar la tierra. “Cuando alguien decía que fue atacado por el khari khari, él ejercía sus dotes de sanador”, cuenta su hija Alicia. Entre los aymaras se cree que el khari khari roba la grasa humana a los viajeros.

Ahora la única responsabilidad de Condori es cuidar a Blanquita y Mascaritas, sus dos gatas.

Róger recuerda que hace 25 años él y su abuelito salían a las 04.00 desde Muramaya rumbo a la ciudad de La Paz para cobrar la renta. Ésos eran sus días más felices.



Carmelo Condori Condori, uno de los 9 beneméritos de la Guerra del Chaco en La Paz Bolivia. Video: La Razón Digital Bolivia
Roque vivió entre los muertos



Ricardo Roque Condori nació el 15 de febrero de 1915 en Charaña (La Paz). Hasta 2016, en las noches, todavía cantaba Boquerón abandonado con su hija Laura, rezaba y dormía. Ahora está enfermo, vive rodeado de viejas fotografías y nostalgias... como aquel recuerdo que lo transporta a su boda con Rufina Condori Romecín (+), justo una hora antes de viajar a la guerra. Allí participó del II Ataque a Nanagua, el cerco de la IV División Infantería Cañada Gondra y la batalla en Campo Vía. Roque disparaba una ametralladora y en la contienda perdió el brazo derecho. Malherido se entremezcló entre los muertos durante un día y una noche hasta que fue socorrido. Un lustro atrás estuvo al frente de la Federación Nacional de Mutilados e Inválidos de la Guerra del Chaco, este año fue distinguido con el Morrión de Oro de los Colorados de Bolivia, escuadra a la que él defendió.

En 2016 lloró y gritó, porque no pudo ir a desfilar el 6 de agosto, ahora está cansado y se resiste a desfallecer. “No quiero morir, no tenemos casa, ¿dónde vas a ir, hija?”, le dijo en julio a Laura. Ambos viven en las instalaciones de la Federación de Beneméritos de la calle Yanacocha, frente al colegio Ayacucho.

Iturralde es atigrado y excorrector de diarios

Julio Iturralde Perales celebró 99 años de vida el 9 de agosto. Él participó de la defensa de Villamontes en 1935, una batalla icónica del enfrentamiento entre bolivianos y paraguayos. Entró como soldado y salió como cabo.

Su aventura empezó cuando murieron sus padres, entonces él y su hermana quedaron huérfanos. Ingresó al Ejército como voluntario y tenía la ilusión de morir en la guerra. Sufrió las primeras heridas cuando volcó el camión de los soldados bolivianos; fueron, en realidad, sus únicas lesiones de la lucha contra los paraguayos.

Volvió al país y en 1947 contrajo nupcias con Teresa Llanos Aparicio, quien falleció en 1980; fue otro golpe (casi) mortal.

La guerra lo marcó, hubo tardes que lloraba al escuchar el bolero de caballería Despedida de Tarija y la cueca Destacamento 111. Hoy vive en Alto Obrajes, está muy enfermo, una infección en la próstata le tiene postrado.

Hasta hace cuatro años tomaba un bolígrafo rojo y marcaba los errores ortográficos que encontraba en los diarios de La Paz. Recuerda su época de corrector del periódico La Calle. Es muy futbolero. “Cuando perdía el Tigre se enfermaba”, cuenta su nieto Luis.

Orozco, el exprisionero e inventor tiene 102 años

Abdón Orozco Guibarra nació en La Paz el 21 de julio de 1915. Se presentó para ir a la guerra el 2 de marzo de 1933 y cayó prisionero el 11 de diciembre del mismo año, en Campo Vía. Fue repatriado al país el 26 de junio de 1936.

Una de las historias que suele contar es aquella en la cual su gorra fue perforada por un proyectil mientras él reptaba hacia una zanja.

Fue apresado y pasó más de dos años en las cárceles paraguayas. Orozco aprendió guaraní y logró conquistar amistades en las filas enemigas. En los años 90 retornó a Paraguay en busca de algún amigo olvidado medio siglo atrás, no halló a nadie conocido.

Después de la guerra, el hombre se casó con Maclovia Guzmán Siles. Juntos administraron un restaurante en Miraflores. Él enfermó y fue operado, hoy radica en California, Estados Unidos.

Su hija Lourdes recuerda que no había imposibles para su padre excombatiente. “Una vez inventó una batidora con el motor de un taladro y confeccionaba los guardapolvos y ternos de sus nietos”, añade. Cuando creaba algo, él colocaba sus iniciales AOG a la obra. Hoy está enfermo y es cuidado por sus hijos.

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