Neymar se queda solo tras un mes de conflictos en el PSG
Cavani rechaza el millón de euros que Al-Khelaifi le ofrece para ceder los penaltis al brasileño y cerrar la crisis. La plantilla, dolida con el club, respalda al uruguayo
Diego Torres
Madrid, El País
Nasser Al-Khelaifi, el presidente del PSG, envió la pasada semana un intermediario a ofrecer dinero a Edinson Cavani, máximo goleador del equipo, a cambio de que renunciara a lanzar los penaltis en favor de Neymar Júnior. La propuesta consistía en mejorar su contrato: ahí donde el club se comprometía a pagarle una prima de un millón de euros en caso de ser máximo goleador de la Ligue 1, Al-Khelaifi le ofrecía consolidarle esa cantidad. Marcara o no marcara goles. El dirigente esperaba pacificar así un vestuario revuelto que evidencia la crisis cada vez que Neymar y Cavani se pelean por lanzar los penaltis. Su intento fue en vano.
Cavani emitió una respuesta tajante. Dijo que no le interesaba el dinero. Si el club quería pagarle más, no se opondría, pero los penaltis los seguiría tirando él pues llevaba cuatro años trabajando para el PSG, era el tercer capitán, y se había ganado esa forma de dignidad.
Al-Khelaifi, según fuentes próximas al PSG, también envió emisarios a tantear a Neymar. Con zalamerías le invitaron a olvidarse de los penaltis. Le dijeron que él era un jugador total y le sugirieron que el rey del equipo debía actuar con magnanimidad cediéndole la gracia del tiro penal al nueve, que vive del gol. Neymar no comprendió esta lógica.
La amenaza de la UEFA de quitar al club de la Champions por incumplir el fair play financiero provocó una cadena de decisiones que incendiaron el vestuario en contra del brasileño
El brasileño, de 25 años, se fue el domingo pasado de fiesta a Londres en su jet privado y al regresar, el miércoles, se dedicó a inquirir por la respuesta de Cavani en un clima de tensión sin precedentes en el club francés. El presidente Al-Khelaifi, el entrenador Unai Emery, el director deportivo Antero Henrique, y los capitanes Thiago Silva y Thiago Motta, no han dejado de moverse para aproximar a las partes. Cuando le anunciaron la decisión inflexible de Cavani, la reacción de Neymar fue airada. Este viernes alegó que le dolía un pie y Emery le quitó de la lista para jugar el sábado en Montpellier. El PSG jugó su peor partido de la temporada antes de empatar 0-0.
Un mes después de aterrizar en París, Neymar solo parece feliz cuando se distiende con sus amigos los tois. El jugador convertido en piedra angular de un proyecto destinado a quebrar la hegemonía española en el fútbol europeo, no se encuentra cómodo. Futbolistas y agentes próximos al club parisino aseguran que la estrella brasileña ha descubierto resistencias inesperadas. La hostilidad manifiesta de Cavani es solo la expresión de un sentir generalizado entre sus compañeros, especialmente entre los veteranos. El malestar se originó a comienzos de agosto, cuando Al-Khelaifi no pudo contener la sensación de pánico que sucedió a la amenaza de la UEFA de dejar al club fuera de la Champions a partir de 2018 si vulnera el fair play financiero.
El enfrentamiento que salió a la luz hace una semana cuando Neymar y Cavani litigaron por tirar un penalti durante el partido de Liga contra el Olympique de Lyon, se gestó hace mes y medio en las oficinas de la sede de la UEFA, en Nyon. La advertencia del regulador del fútbol se produjo poco después de que el PSG pagara al Barcelona los 222 millones de euros que constituyeron el traspaso más caro de la historia, el pasado 3 de agosto. El Comité de Control Financiero de Clubes, el órgano de la UEFA encargado de auditar las cuentas y velar por el equilibrio presupuestario, advirtió al PSG de que la sanción que le impondría en caso de que sus gastos superasen en más de 30 millones de euros a sus ingresos (550 millones en 2016) no sería meramente económica.
Según fuentes de Nyon, al principio la UEFA observó el fervor comprador del PSG como un fenómeno que daba prestigio a la Champions. Solo la presión que ejercieron el Bayern, el Real Madrid y la Juventus, forzó a los funcionarios de Suiza a contemplar un programa fiscalizador especial. La consecuencia fue amenazar a Al Khelaifi con una pena de “varios años” fuera de los torneos internacionales.
El club puso en venta a medio plantel para pasar la auditoría y luego dio marcha atrás. Cavani, un intocable de Al Khelaifi, se alineó con los transferibles ofendidos
La reacción de Al-Khelaifi y su director general, Jean-Claude Blanc, fue precipitada. Un representante que trabaja con el PSG asegura que en el curso de 48 horas los dirigentes llamaron a los intermediarios de jugadores que representaban a la mitad del vestuario para abrirles la puerta de salida. La lista incluyó a Di María, Pastore, Matuidi, Moura, Draxler, Ben Arfa, Aurier y Thiago Silva. Algunos se cuentan entre los jugadores más influyentes del equipo en los últimos años y el mensaje, según uno de los receptores, fue deshonroso. Consistió en informarles de que, debido al fichaje de Neymar, el club se veía en la necesidad de liquidarlos para obtener ingresos y así equilibrar cuentas de acuerdo con las reglas del fair play financiero. El internacional francés Blaise Matuidi, uno de los líderes del grupo, se sintió herido y forzó su traspaso a la Juventus por solo 20 millones de euros. Su marcha sembró el desánimo. En mayor o menor medida, todos los integrantes de la plantilla se sintieron tratados como mercancía a cambio de abrir hueco a Neymar. En el camerino cundió un interrogante: “¿Y éste quién se cree? ¿Se cree Messi?”. El jugador que se erigió en cabecilla de los indignados fue Edinson Cavani.
La llegada de Neymar a su primer entrenamiento, el 4 de agosto, no hizo más que aumentar las suspicacias de sus compañeros. Acompañado por Al-Khelaifi y Henrique —que le abrazaban y le besaban a pie de campo— arrastró la parafernalia de los ídolos consagrados. Nadie cuestionó que se tratara del jugador de más jerarquía del equipo, pero sorprendió su actitud desmesurada coincidiendo con el menosprecio de los dirigentes hacia tantos colegas. Con los días, hasta Marquinhos y Moura, dos habituales de la selección de Brasil, alcanzaron la convicción de que su paisano se tomaba atribuciones excesivas. Le vieron conducirse con la presunción de un balón de oro. Como si llevase años ganando títulos para el PSG. Solo Alves, amigo personal, se mantuvo firme a su lado.
En un vestuario plagado de colegas en venta por su causa, Neymar se comportó como si su consagración derivase no de los méritos logrados en el campo, sino de su fichaje por 222 millones de euros y de su sueldo anual de más de 25 millones netos, que es el doble de lo que cobra Cavani, el segundo mejor pagado. Silva y Motta le explicaron que ahí había grandes futbolistas expertos a los que no podía ignorar. Cavani le exigió respeto para los veteranos. Neymar los escuchó con aire distraído.
El primero en advertir el peligro que corría el proyecto fue Emery. En el entorno del PSG aseguran que el español fue el único que comprendió la clase de gestión que requerían tantos egos heridos. Emery se ocupó de persuadir a los dirigentes de que debían cambiar de estrategia. Alertó al club de que no se podrían ganar títulos solo con Neymar, y que para paliar los daños morales en el colectivo era preciso trasladar a todos los futbolistas una idea de amparo, unión y cariño.
A finales de agosto Al-Khelaifi desanduvo lo andado y mandó a llamar a los jugadores que había puesto en el mercado para decirles que eran intransferibles y hacer hincapié en la idea de “familia”. Emery recomendó retener especialmente a Di María si su venta no alcanzaba para cuadrar cuentas. Al-Khelaifi confió en que la compra diferida de Mbappé —que no entrará en las cuentas hasta 2018— amortiguaría la inspección de la UEFA.
Al-Khelaifi ha disgregado accidentalmente su plantilla entre prescindibles e intocables. Entre los intocables destacan dos: Marquinhos y Cavani, ambos convertidos en inesperados agentes de los damnificados.
Dicen los testigos que Al-Khelaifi parece superado ante un incendio que sigue activo. Al mando de los bomberos, Emery aboga por conseguir una convivencia sostenible que les permita competir por ganar la Champions, gran obsesión de los propietarios qataríes. Cuenta para ello con la labor diplomática de Thiago Silva, Thiago Motta y Dani Alves, tres de los cinco líderes morales —Marquinhos y Cavani son los otros— de un grupo de jugadores atomizado.
El jueves, en un intento pacificador, Alves invitó a la plantilla a cenar a un restaurante chic del distrito XVI. La velada, según un asistente, se animó tanto como un funeral.
Diego Torres
Madrid, El País
Nasser Al-Khelaifi, el presidente del PSG, envió la pasada semana un intermediario a ofrecer dinero a Edinson Cavani, máximo goleador del equipo, a cambio de que renunciara a lanzar los penaltis en favor de Neymar Júnior. La propuesta consistía en mejorar su contrato: ahí donde el club se comprometía a pagarle una prima de un millón de euros en caso de ser máximo goleador de la Ligue 1, Al-Khelaifi le ofrecía consolidarle esa cantidad. Marcara o no marcara goles. El dirigente esperaba pacificar así un vestuario revuelto que evidencia la crisis cada vez que Neymar y Cavani se pelean por lanzar los penaltis. Su intento fue en vano.
Cavani emitió una respuesta tajante. Dijo que no le interesaba el dinero. Si el club quería pagarle más, no se opondría, pero los penaltis los seguiría tirando él pues llevaba cuatro años trabajando para el PSG, era el tercer capitán, y se había ganado esa forma de dignidad.
Al-Khelaifi, según fuentes próximas al PSG, también envió emisarios a tantear a Neymar. Con zalamerías le invitaron a olvidarse de los penaltis. Le dijeron que él era un jugador total y le sugirieron que el rey del equipo debía actuar con magnanimidad cediéndole la gracia del tiro penal al nueve, que vive del gol. Neymar no comprendió esta lógica.
La amenaza de la UEFA de quitar al club de la Champions por incumplir el fair play financiero provocó una cadena de decisiones que incendiaron el vestuario en contra del brasileño
El brasileño, de 25 años, se fue el domingo pasado de fiesta a Londres en su jet privado y al regresar, el miércoles, se dedicó a inquirir por la respuesta de Cavani en un clima de tensión sin precedentes en el club francés. El presidente Al-Khelaifi, el entrenador Unai Emery, el director deportivo Antero Henrique, y los capitanes Thiago Silva y Thiago Motta, no han dejado de moverse para aproximar a las partes. Cuando le anunciaron la decisión inflexible de Cavani, la reacción de Neymar fue airada. Este viernes alegó que le dolía un pie y Emery le quitó de la lista para jugar el sábado en Montpellier. El PSG jugó su peor partido de la temporada antes de empatar 0-0.
Un mes después de aterrizar en París, Neymar solo parece feliz cuando se distiende con sus amigos los tois. El jugador convertido en piedra angular de un proyecto destinado a quebrar la hegemonía española en el fútbol europeo, no se encuentra cómodo. Futbolistas y agentes próximos al club parisino aseguran que la estrella brasileña ha descubierto resistencias inesperadas. La hostilidad manifiesta de Cavani es solo la expresión de un sentir generalizado entre sus compañeros, especialmente entre los veteranos. El malestar se originó a comienzos de agosto, cuando Al-Khelaifi no pudo contener la sensación de pánico que sucedió a la amenaza de la UEFA de dejar al club fuera de la Champions a partir de 2018 si vulnera el fair play financiero.
El enfrentamiento que salió a la luz hace una semana cuando Neymar y Cavani litigaron por tirar un penalti durante el partido de Liga contra el Olympique de Lyon, se gestó hace mes y medio en las oficinas de la sede de la UEFA, en Nyon. La advertencia del regulador del fútbol se produjo poco después de que el PSG pagara al Barcelona los 222 millones de euros que constituyeron el traspaso más caro de la historia, el pasado 3 de agosto. El Comité de Control Financiero de Clubes, el órgano de la UEFA encargado de auditar las cuentas y velar por el equilibrio presupuestario, advirtió al PSG de que la sanción que le impondría en caso de que sus gastos superasen en más de 30 millones de euros a sus ingresos (550 millones en 2016) no sería meramente económica.
Según fuentes de Nyon, al principio la UEFA observó el fervor comprador del PSG como un fenómeno que daba prestigio a la Champions. Solo la presión que ejercieron el Bayern, el Real Madrid y la Juventus, forzó a los funcionarios de Suiza a contemplar un programa fiscalizador especial. La consecuencia fue amenazar a Al Khelaifi con una pena de “varios años” fuera de los torneos internacionales.
El club puso en venta a medio plantel para pasar la auditoría y luego dio marcha atrás. Cavani, un intocable de Al Khelaifi, se alineó con los transferibles ofendidos
La reacción de Al-Khelaifi y su director general, Jean-Claude Blanc, fue precipitada. Un representante que trabaja con el PSG asegura que en el curso de 48 horas los dirigentes llamaron a los intermediarios de jugadores que representaban a la mitad del vestuario para abrirles la puerta de salida. La lista incluyó a Di María, Pastore, Matuidi, Moura, Draxler, Ben Arfa, Aurier y Thiago Silva. Algunos se cuentan entre los jugadores más influyentes del equipo en los últimos años y el mensaje, según uno de los receptores, fue deshonroso. Consistió en informarles de que, debido al fichaje de Neymar, el club se veía en la necesidad de liquidarlos para obtener ingresos y así equilibrar cuentas de acuerdo con las reglas del fair play financiero. El internacional francés Blaise Matuidi, uno de los líderes del grupo, se sintió herido y forzó su traspaso a la Juventus por solo 20 millones de euros. Su marcha sembró el desánimo. En mayor o menor medida, todos los integrantes de la plantilla se sintieron tratados como mercancía a cambio de abrir hueco a Neymar. En el camerino cundió un interrogante: “¿Y éste quién se cree? ¿Se cree Messi?”. El jugador que se erigió en cabecilla de los indignados fue Edinson Cavani.
La llegada de Neymar a su primer entrenamiento, el 4 de agosto, no hizo más que aumentar las suspicacias de sus compañeros. Acompañado por Al-Khelaifi y Henrique —que le abrazaban y le besaban a pie de campo— arrastró la parafernalia de los ídolos consagrados. Nadie cuestionó que se tratara del jugador de más jerarquía del equipo, pero sorprendió su actitud desmesurada coincidiendo con el menosprecio de los dirigentes hacia tantos colegas. Con los días, hasta Marquinhos y Moura, dos habituales de la selección de Brasil, alcanzaron la convicción de que su paisano se tomaba atribuciones excesivas. Le vieron conducirse con la presunción de un balón de oro. Como si llevase años ganando títulos para el PSG. Solo Alves, amigo personal, se mantuvo firme a su lado.
En un vestuario plagado de colegas en venta por su causa, Neymar se comportó como si su consagración derivase no de los méritos logrados en el campo, sino de su fichaje por 222 millones de euros y de su sueldo anual de más de 25 millones netos, que es el doble de lo que cobra Cavani, el segundo mejor pagado. Silva y Motta le explicaron que ahí había grandes futbolistas expertos a los que no podía ignorar. Cavani le exigió respeto para los veteranos. Neymar los escuchó con aire distraído.
El primero en advertir el peligro que corría el proyecto fue Emery. En el entorno del PSG aseguran que el español fue el único que comprendió la clase de gestión que requerían tantos egos heridos. Emery se ocupó de persuadir a los dirigentes de que debían cambiar de estrategia. Alertó al club de que no se podrían ganar títulos solo con Neymar, y que para paliar los daños morales en el colectivo era preciso trasladar a todos los futbolistas una idea de amparo, unión y cariño.
A finales de agosto Al-Khelaifi desanduvo lo andado y mandó a llamar a los jugadores que había puesto en el mercado para decirles que eran intransferibles y hacer hincapié en la idea de “familia”. Emery recomendó retener especialmente a Di María si su venta no alcanzaba para cuadrar cuentas. Al-Khelaifi confió en que la compra diferida de Mbappé —que no entrará en las cuentas hasta 2018— amortiguaría la inspección de la UEFA.
Al-Khelaifi ha disgregado accidentalmente su plantilla entre prescindibles e intocables. Entre los intocables destacan dos: Marquinhos y Cavani, ambos convertidos en inesperados agentes de los damnificados.
Dicen los testigos que Al-Khelaifi parece superado ante un incendio que sigue activo. Al mando de los bomberos, Emery aboga por conseguir una convivencia sostenible que les permita competir por ganar la Champions, gran obsesión de los propietarios qataríes. Cuenta para ello con la labor diplomática de Thiago Silva, Thiago Motta y Dani Alves, tres de los cinco líderes morales —Marquinhos y Cavani son los otros— de un grupo de jugadores atomizado.
El jueves, en un intento pacificador, Alves invitó a la plantilla a cenar a un restaurante chic del distrito XVI. La velada, según un asistente, se animó tanto como un funeral.