Mucho Lega, salvador Oblak

El portero rescató un punto para el Atlético con tres paradas milagrosas. Serio el equipo de Garitano, en la segunda parte fue mejor. Caos táctico de los rojiblancos.

Patricia Cazón
AS
Tres vidas podría durar este partido y seguir lo mismo, sin goles. Para el Lega, un puntazo. Para el Atleti una resta, dos puntos menos. Y un problema: ayer pareció que sólo tenía portero. La falta de laterales izquierdos no resultó germen de un nuevo sistema para perdurar en el Atleti (tres centrales) sino que fue un batiburrillo. Simeone jugó con las probetas y le explotaron en las manos. Qué lejos parecen ahora aquellos partidos. Ahletic y Sevilla. Qué lejos después de Chelsea y Butarque.


Y eso que el partido comenzó con el Atleti con prisa, volcado hacia la portería de Cuéllar con una intención: ganar el partido rápido, rápido olvidar al Chelsea. En un córner en el primer minuto, Vietto rozó un balón y habilitó a Giménez que, casi en la línea de gol, fue a rematarlo con el muslo pero ya sin ángulo ni espacio. Ese nuevo esquema del Atleti pronto sólo sirvió para Saúl le añadiera otra línea a su interminable catálogo de virtudes, la de jugar de carrilero izquierdo y hacerlo bien, como si hubiese nacido para jugar ahí. En la primera parte le ganó a Zaldua cada balón por alto. Al resto de sus compañeros, sin embargo, pronto, se le empezó a enredar en las botas.

El partido se fue metiendo en un laberinto de tarascadas y fútbol espeso. El Lega era un muro. Enfrente caracoleaba Gabi, caracoleaba Thomas y caracoleaba Koke para nada. Corría Griezmann, corría Correa, corría Vietto, todos con mismo final: una pierna azul, alzada como barrera ante cualquier ocasión. El Atleti ya era como tratar de masticar chicle de hormigón. El Lega arañaba juego, alguna contra. En una de ellas Szymanowski ganó la línea de fondo y envió atrás una pelota que Beauvue casi coloca en la red de Oblak. Fue un casi muy casi. Lo de Saúl también.

Apareció con su pierna como una bocina para volear un centro de Correa que dejó a Cuéllar con los guantes llenos de pólvora. Poco después llegó el descanso. Simeone se fue afónico y con alguna costura en la sisa, de tanto mover sus brazos. Pero sus órdenes se perdían en el laberinto que seguía siendo la hierba de Butarque. Un cubo de Rubik. Su voz no llegaba a ningún lugar, a ninguno de los suyos.

Gabi parecía sólo saber jugar horizontal, Thomas estaba impreciso, a Koke le faltaban piernas, Griezmann no estaba y a Correa se le hacía larga la banda. Sólo Vietto se movía, ofrecía e intentaba con el final de siempre: la pierna azul.

El descanso trajo consigo descubrir uno de los trucos de Garitano: regar sólo allá donde atacaba el Lega. En la parte del Atleti el aspersor fue visto y no visto. Como la mano milagrosa de Oblak de todos los partidos. En este caso sólo la primera, porque habría más. La sacó rapidísimo, ante un trallazo de El Zhar, otro de los trucos de Garitano. Fue su primer cambio, nada más regresar de la caseta. Si hasta entonces el Leganés había sido un equipo compacto, sólido y ordenado, ahora también tendría intención. No dejó de buscarle las cosquillas al Atleti, dejando al aire todas sus miserias.

La segunda mano de Oblak fue en el 60’, también milagrosa, también ante El Zhar. Deberían ir midiéndole para levantarle una estatua. La de Griezmann, parece, va perdiendo color. Fue el tercer cambio del Cholo, en el 66’ (¿aviso?) para que Vrsaljko entrara para ser lateral izquierdo y el Atleti regresara a un esquema reconocible, 4-4-2. Quizá con ello el Cholo pretendiera algo sencillo: que su equipo volviera a parecer equipo y no once chicos que se juntan por vez primera ante un balón. Bajarlo a la hierba era perderse.

Los gritos de Simeone seguían sin llegar a ningún lugar mientras Cuéllar detenía un cabezazo de Godín. Ocurriría antes del tercer milagro de Oblak, ahora ante Amrabat. Ese que permitía al Atleti sumar un punto pero no espantaba esa maldita sensación de batalla perdida prendida a la ropa.

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