Macron capea las primeras protestas contra sus reformas
El presidente francés mantiene su programa de cambio tras la jornada de manifestaciones y huelgas
Marc Bassets
París, El País
Emmanuel Macron superó ayer su primer examen en la calle. La primera jornada de huelga y manifestaciones convocada por el sindicato CGT y otras centrales minoritarias fue multitudinaria, pero no masiva. Y difícilmente alterará los planes del Gobierno francés para aprobar a final de mes una reforma laboral que facilita la contratación y el despido. Macron se siente legitimado por su victoria electoral, y no quiere perder tiempo para aplicar sus reformas.
El nuevo presidente francés no quiere correr la misma suerte que algunos de sus antecesores, que acabaron aparcando sus proyectos, o descafeinándolos, ante la resistencia en la calle. No quiere tropezar con esa maldición. De ahí que adoptase los textos de la reforma laboral por la vía expeditiva, tras un breve proceso de concertación con los sindicatos, y que vaya a aprobarlos este mismo mes, dando poco margen a los oponentes para movilizarse.
Las protestas de ayer congregaron en toda Francia a 400.000 personas, según los sindicatos; a 223.000, según el Gobierno. En París, entre la plaza de la Bastilla y la plaza de Italia, fueron 24.000, según la Prefectura; 60.000, según el sindicato CGT. La cifra es levemente inferior a la de la primera manifestación contra la reforma laboral de François Hollande, en marzo de 2016. Entonces, como recuerda Le Monde, acudieron a la protesta en la capital entre 27.000 y 29.000 personas, según la Prefectura; 100.000 personas según los sindicatos. La protesta de ayer en París terminó con incidentes puntuales y gases lacrimógenos.
Coincidiendo con la protesta, Macron voló al territorio francés de San Martín, en las Antillas, devastado por el huracán Irma. El viaje respondía a la urgencia por la catástrofe natural, pero también era una señal: el presidente ha pasado página de la reforma laboral y desea ocuparse de otros asuntos.
"Vagos de todos los países, uníos"
Las consignas en las manifestaciones de ayer en París no eran sólo contra la reforma laboral, a ratos parecía más una manifestación anti-Macron. La semana pasada Macron dijo: “No cederé en nada ni a los vagos, ni a los cínicos ni a los extremos”.
La palabra fainéant —vago, holgazán— resultó hiriente para muchos franceses, aunque en el contexto del discurso Macron posiblemente lo utilizó para designar a los políticos que prefieren quedarse de brazos cruzados. Los manifestantes hicieron suyo el eslogan: “Vagos de todos los países, uníos”, decía un cartel irónico. “Elogio de la pereza”, se leía en otro.
En los últimos días, él y su Gobierno han multiplicado los anuncios sobre las próximas medidas económicas, por ejemplo en materia impositiva y en la seguridad social.
Un problema para los detractores de Macron es la política de hechos consumados. No hay tiempo para frenar la reforma, ni seguramente ganas en la sociedad francesa. Macron ganó las elecciones prometiendo precisamente esta reforma y los franceses le otorgaron su confianza.
El riesgo de las protestas, pese a la capacidad de convocatoria demostrada por la CGT, es que acaben siendo inocuas y desactiven la capacidad de intimidación de los sindicatos. Pero también hay un riesgo para Macron: el de aparecer como la caricatura de líder elitista y arrogante, el amigo de los patrones que quiere vaciar los bolsillos del ciudadano de a pie.
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“Vamos a perder todo lo que nuestros antepasados ganaron”, dijo en la Bastilla Núria Montané, una enfermera jubilada, e hija de exiliados catalanes tras la Guerra Civil, que se manifestaba con la CGT. “Esta ley está hecha por los patrones y para los patrones”. Y añadió: “Somos gente pequeña, pero no nos dejamos pisar”.
Los sindicatos llegaron divididos a la protesta. De los tres grandes, sólo participaba la CGT, el más izquierdista. Los líderes del reformista CFDT y de Fuerza Obrera renunciaron, aunque miembros de este último se manifestaron junto a la CGT. A la protesta se sumó el líder de la izquierda alternativa en la Asamblea Nacional, Jean-Luc Mélenchon.
Primer proyecto
“Los que rechazan el combate ya han decidido perderlo”, acusó Eric, otro sindicalista del sector hospitalario que no quiso dar su apellido. Eric llevaba una pancarta en la que Macron aparecía con el bigote de Hitler, uno de los muchos carteles y eslóganes que señalaban que las protestas van más allá de la reforma laboral.
La reforma laboral es el primer gran proyecto legislativo de Macron. El 31 de agosto, el primer ministro, el conservador Édouard Philippe, presentó las cinco ordenanzas de las que consta la reforma. Las ordenanzas son textos legislativos que pueden aprobarse sin pasar por el proceso de debates y enmiendas del Parlamento. La reforma establece límites a las indemnizaciones por despido improcedente; ofrece más libertad a las multinacionales para despedir a trabajadores en caso de crisis; agiliza la negociación laboral en las pequeñas empresas, que pueden llegar a acuerdos esquivando los sindicatos; y simplifica las instancias de negociación dentro de las empresas.
El día 23 la Francia Insumisa —el partido de Mélenchon— ha convocado una manifestación en París. Junto a Philippe Martinez, el jefe de la CGT, Mélenchon se postula como el principal opositor a Macron y a sus reformas, que considera un “golpe de Estado social”. Con la popularidad a la baja, la adopción de la reforma laboral sería para Macron la primera verdadera victoria legislativa de su presidencia, la primera de una serie de medidas clave en su plan para relanzar Francia.
Marc Bassets
París, El País
Emmanuel Macron superó ayer su primer examen en la calle. La primera jornada de huelga y manifestaciones convocada por el sindicato CGT y otras centrales minoritarias fue multitudinaria, pero no masiva. Y difícilmente alterará los planes del Gobierno francés para aprobar a final de mes una reforma laboral que facilita la contratación y el despido. Macron se siente legitimado por su victoria electoral, y no quiere perder tiempo para aplicar sus reformas.
El nuevo presidente francés no quiere correr la misma suerte que algunos de sus antecesores, que acabaron aparcando sus proyectos, o descafeinándolos, ante la resistencia en la calle. No quiere tropezar con esa maldición. De ahí que adoptase los textos de la reforma laboral por la vía expeditiva, tras un breve proceso de concertación con los sindicatos, y que vaya a aprobarlos este mismo mes, dando poco margen a los oponentes para movilizarse.
Las protestas de ayer congregaron en toda Francia a 400.000 personas, según los sindicatos; a 223.000, según el Gobierno. En París, entre la plaza de la Bastilla y la plaza de Italia, fueron 24.000, según la Prefectura; 60.000, según el sindicato CGT. La cifra es levemente inferior a la de la primera manifestación contra la reforma laboral de François Hollande, en marzo de 2016. Entonces, como recuerda Le Monde, acudieron a la protesta en la capital entre 27.000 y 29.000 personas, según la Prefectura; 100.000 personas según los sindicatos. La protesta de ayer en París terminó con incidentes puntuales y gases lacrimógenos.
Coincidiendo con la protesta, Macron voló al territorio francés de San Martín, en las Antillas, devastado por el huracán Irma. El viaje respondía a la urgencia por la catástrofe natural, pero también era una señal: el presidente ha pasado página de la reforma laboral y desea ocuparse de otros asuntos.
"Vagos de todos los países, uníos"
Las consignas en las manifestaciones de ayer en París no eran sólo contra la reforma laboral, a ratos parecía más una manifestación anti-Macron. La semana pasada Macron dijo: “No cederé en nada ni a los vagos, ni a los cínicos ni a los extremos”.
La palabra fainéant —vago, holgazán— resultó hiriente para muchos franceses, aunque en el contexto del discurso Macron posiblemente lo utilizó para designar a los políticos que prefieren quedarse de brazos cruzados. Los manifestantes hicieron suyo el eslogan: “Vagos de todos los países, uníos”, decía un cartel irónico. “Elogio de la pereza”, se leía en otro.
En los últimos días, él y su Gobierno han multiplicado los anuncios sobre las próximas medidas económicas, por ejemplo en materia impositiva y en la seguridad social.
Un problema para los detractores de Macron es la política de hechos consumados. No hay tiempo para frenar la reforma, ni seguramente ganas en la sociedad francesa. Macron ganó las elecciones prometiendo precisamente esta reforma y los franceses le otorgaron su confianza.
El riesgo de las protestas, pese a la capacidad de convocatoria demostrada por la CGT, es que acaben siendo inocuas y desactiven la capacidad de intimidación de los sindicatos. Pero también hay un riesgo para Macron: el de aparecer como la caricatura de líder elitista y arrogante, el amigo de los patrones que quiere vaciar los bolsillos del ciudadano de a pie.
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“Vamos a perder todo lo que nuestros antepasados ganaron”, dijo en la Bastilla Núria Montané, una enfermera jubilada, e hija de exiliados catalanes tras la Guerra Civil, que se manifestaba con la CGT. “Esta ley está hecha por los patrones y para los patrones”. Y añadió: “Somos gente pequeña, pero no nos dejamos pisar”.
Los sindicatos llegaron divididos a la protesta. De los tres grandes, sólo participaba la CGT, el más izquierdista. Los líderes del reformista CFDT y de Fuerza Obrera renunciaron, aunque miembros de este último se manifestaron junto a la CGT. A la protesta se sumó el líder de la izquierda alternativa en la Asamblea Nacional, Jean-Luc Mélenchon.
Primer proyecto
“Los que rechazan el combate ya han decidido perderlo”, acusó Eric, otro sindicalista del sector hospitalario que no quiso dar su apellido. Eric llevaba una pancarta en la que Macron aparecía con el bigote de Hitler, uno de los muchos carteles y eslóganes que señalaban que las protestas van más allá de la reforma laboral.
La reforma laboral es el primer gran proyecto legislativo de Macron. El 31 de agosto, el primer ministro, el conservador Édouard Philippe, presentó las cinco ordenanzas de las que consta la reforma. Las ordenanzas son textos legislativos que pueden aprobarse sin pasar por el proceso de debates y enmiendas del Parlamento. La reforma establece límites a las indemnizaciones por despido improcedente; ofrece más libertad a las multinacionales para despedir a trabajadores en caso de crisis; agiliza la negociación laboral en las pequeñas empresas, que pueden llegar a acuerdos esquivando los sindicatos; y simplifica las instancias de negociación dentro de las empresas.
El día 23 la Francia Insumisa —el partido de Mélenchon— ha convocado una manifestación en París. Junto a Philippe Martinez, el jefe de la CGT, Mélenchon se postula como el principal opositor a Macron y a sus reformas, que considera un “golpe de Estado social”. Con la popularidad a la baja, la adopción de la reforma laboral sería para Macron la primera verdadera victoria legislativa de su presidencia, la primera de una serie de medidas clave en su plan para relanzar Francia.