Los (muchos) escollos para gobernar Alemania
Refugiados, integración europea y medio ambiente son algunos de los temas en los que Merkel deberá poner de acuerdo a cuatro partidos muy distintos
Luis Doncel
Enviado especial a Berlín
“Europa nos está mirando. No podemos permitirnos el lujo de estar mucho tiempo sin Gobierno. Sería una catástrofe para Europa y Alemania”. Habla Franz Decker, politólogo de la Universidad de Bonn que, pese a las muchas dificultades, confía en que la canciller Angela Merkel acabe cerrando un pacto entre la Unión Cristianodemócrata (CDU) que ella lidera, sus aliados bávaros de la CSU, los liberales del FDP y los Verdes. Es la llamada coalición Jamaica —por los colores de los partidos que la integran: negro, amarillo y verde—, inédita en la historia de Alemania.
Merkel se enfrenta a meses de peliagudas negociaciones que pueden descarrilar en cualquier momento. Si esto ocurriera y los socialdemócratas mantuvieran su propósito de pasar a la oposición, el país quedaría al borde de las elecciones anticipadas. Estos son los principales escollos.
La furia bávara. El mayor problema para llevar a buen puerto las negociaciones lo tiene Merkel en casa, con una CSU en estado de shock tras haber caído más que ningún otro partido y con unas elecciones en Baviera —las que realmente le importan— el próximo año. Su líder, Horst Seehofer, ya ha anunciado que el nuevo Gobierno debe cerrar “el flanco derecho” para evitar que los ultras de AfD suban más. Es una idea que eriza el pelo a los militantes verdes más izquierdistas. “La CSU va a ser el partido menos proclive a hacer concesiones. Y todos van a tener que hacerlas”, dice Josef Janning, del think-tank ECF
Jamaica, ¿cóctel molotov? La unión democristiana-liberal-verde solo se ha ensayado en los pequeños Estados del Sarre (donde fracasó) y Schleswig-Holstein (donde nació este mismo año); y en estos casos no tenían la dificultad añadida de los bávaros. Los Verdes tienen hambre de despacho, pero están divididos entre su sector izquierdista y el conservador. Y un hipotético pacto tendría que pasar por el voto de los militantes. El FDP, al contrario, es un partido unido bajo un líder, Christian Lindner. Pero este repite que prefiere pasar a la oposición antes que entrar en un Gobierno que no modifique sustancialmente la dirección política del país.
Parálisis hasta el 15 de octubre. Ese día se celebran elecciones en el Estado de Baja Sajonia. Ningún partido querrá hacer hasta entonces ningún movimiento que reduzca sus opciones en ese importante land. La Constitución de Alemania no establece un plazo máximo para formar Gobierno, pero todo apunta a que se va a superar el récord de 2013, cuando la CDU y SPD necesitaron 87 días. Que nadie espere nuevo Gobierno antes de Navidad.
El dilema de los refugiados. El tema que monopolizó los dos últimos años de legislatura vuelve con fuerza. La CSU reclama fijar un número máximo de asilados al año. Es algo que Merkel ya rechazó categóricamente durante la crisis migratoria de 2015; y que topará con una oposición aún mayor entre los Verdes. Al margen de esta polémica, los futuros socios tienen concepciones muy distintas: los liberales quieren facilitar la expulsión de solicitantes de asilo, sobre todo del Magreb, algo que los ecologistas rechazan.
Si fracasan y el SPD insiste en liderar la oposicion, podría haber nuevas elecciones
Respuesta a Macron. El líder liberal y estrella política del momento ha protagonizado una campaña de tintes euroescépticos: reclama un marco legal para permitir la salida de un país —Grecia, obviamente— de la eurozona sin necesidad de irse de la UE. Lindner, que no pierde ocasión de autodenominarse como “europeísta”, tilda de “línea roja” el presupuesto para la zona euro que reclama el presidente francés, Emmanuel Macron. El FDP quiere más Europa, pero siempre que esto signifique más control en los presupuestos nacionales, y no más gastos comunes, que ellos ven como “dinero alemán enviado a la olla común europea”. Este discurso va a reducir considerablemente el margen de maniobra de Merkel en Europa.
El órdago verde. Los Verdes tienen en el medio ambiente y la lucha contra el cambio climático su razón de ser. Y en estos campos deberán obtener avances sustanciales para justificar un trío con liberales y conservadores. “Quien quiera cambio climático, que vote a los liberales”, decía la líder ecologista Katrin Göring-Eckardt. Su partido promete acabar con el carbón y el motor de combustión interna, dos promesas que chocan con el resto de los socios.
El SPD, último cartucho. Si la coalición Jamaica falla, Merkel siempre puede tratar de convencer a Schulz, que ha repetido hasta la saciedad que los socialdemócratas van a la oposición para evitar que la ultraderecha lidere la crítica al Gobierno. La canciller no quiere cerrar ninguna puerta, y el lunes insistió en que le gustaría seguir hablando con los socialdemócratas. “Puede usar mejor su tiempo y llamar a otra persona”, respondió el líder del SPD con displicencia. Es imposible saber si los socialdemócratas podrían replantearse su negativa para evitar la repetición de las elecciones o si Schulz estaría dispuesto a convertirse en una especie de Pedro Sánchez a la alemana. “Si las negociaciones con liberales y verdes fracasan, no se puede descartar que el SPD entre en el Gobierno. A nadie le convienen nuevas elecciones, en la que los ultras podrían conseguir incluso más votos”, asegura el politólogo Decker.
El factor Merkel. La canciller sale debilitada de estas elecciones. “En su partido el malestar se va a oír cada vez más. Y las preguntas sobre su sucesión van a llegar pronto”, vaticina Janning. Muchos analistas hablan estos días del fin de la era Merkel. Pero conviene no olvidar que en 2005 y 2013 ya negoció dos grandes coaliciones que parecían muy difíciles; y que ha sobrevivido a las dos.
Luis Doncel
Enviado especial a Berlín
“Europa nos está mirando. No podemos permitirnos el lujo de estar mucho tiempo sin Gobierno. Sería una catástrofe para Europa y Alemania”. Habla Franz Decker, politólogo de la Universidad de Bonn que, pese a las muchas dificultades, confía en que la canciller Angela Merkel acabe cerrando un pacto entre la Unión Cristianodemócrata (CDU) que ella lidera, sus aliados bávaros de la CSU, los liberales del FDP y los Verdes. Es la llamada coalición Jamaica —por los colores de los partidos que la integran: negro, amarillo y verde—, inédita en la historia de Alemania.
Merkel se enfrenta a meses de peliagudas negociaciones que pueden descarrilar en cualquier momento. Si esto ocurriera y los socialdemócratas mantuvieran su propósito de pasar a la oposición, el país quedaría al borde de las elecciones anticipadas. Estos son los principales escollos.
La furia bávara. El mayor problema para llevar a buen puerto las negociaciones lo tiene Merkel en casa, con una CSU en estado de shock tras haber caído más que ningún otro partido y con unas elecciones en Baviera —las que realmente le importan— el próximo año. Su líder, Horst Seehofer, ya ha anunciado que el nuevo Gobierno debe cerrar “el flanco derecho” para evitar que los ultras de AfD suban más. Es una idea que eriza el pelo a los militantes verdes más izquierdistas. “La CSU va a ser el partido menos proclive a hacer concesiones. Y todos van a tener que hacerlas”, dice Josef Janning, del think-tank ECF
Jamaica, ¿cóctel molotov? La unión democristiana-liberal-verde solo se ha ensayado en los pequeños Estados del Sarre (donde fracasó) y Schleswig-Holstein (donde nació este mismo año); y en estos casos no tenían la dificultad añadida de los bávaros. Los Verdes tienen hambre de despacho, pero están divididos entre su sector izquierdista y el conservador. Y un hipotético pacto tendría que pasar por el voto de los militantes. El FDP, al contrario, es un partido unido bajo un líder, Christian Lindner. Pero este repite que prefiere pasar a la oposición antes que entrar en un Gobierno que no modifique sustancialmente la dirección política del país.
Parálisis hasta el 15 de octubre. Ese día se celebran elecciones en el Estado de Baja Sajonia. Ningún partido querrá hacer hasta entonces ningún movimiento que reduzca sus opciones en ese importante land. La Constitución de Alemania no establece un plazo máximo para formar Gobierno, pero todo apunta a que se va a superar el récord de 2013, cuando la CDU y SPD necesitaron 87 días. Que nadie espere nuevo Gobierno antes de Navidad.
El dilema de los refugiados. El tema que monopolizó los dos últimos años de legislatura vuelve con fuerza. La CSU reclama fijar un número máximo de asilados al año. Es algo que Merkel ya rechazó categóricamente durante la crisis migratoria de 2015; y que topará con una oposición aún mayor entre los Verdes. Al margen de esta polémica, los futuros socios tienen concepciones muy distintas: los liberales quieren facilitar la expulsión de solicitantes de asilo, sobre todo del Magreb, algo que los ecologistas rechazan.
Si fracasan y el SPD insiste en liderar la oposicion, podría haber nuevas elecciones
Respuesta a Macron. El líder liberal y estrella política del momento ha protagonizado una campaña de tintes euroescépticos: reclama un marco legal para permitir la salida de un país —Grecia, obviamente— de la eurozona sin necesidad de irse de la UE. Lindner, que no pierde ocasión de autodenominarse como “europeísta”, tilda de “línea roja” el presupuesto para la zona euro que reclama el presidente francés, Emmanuel Macron. El FDP quiere más Europa, pero siempre que esto signifique más control en los presupuestos nacionales, y no más gastos comunes, que ellos ven como “dinero alemán enviado a la olla común europea”. Este discurso va a reducir considerablemente el margen de maniobra de Merkel en Europa.
El órdago verde. Los Verdes tienen en el medio ambiente y la lucha contra el cambio climático su razón de ser. Y en estos campos deberán obtener avances sustanciales para justificar un trío con liberales y conservadores. “Quien quiera cambio climático, que vote a los liberales”, decía la líder ecologista Katrin Göring-Eckardt. Su partido promete acabar con el carbón y el motor de combustión interna, dos promesas que chocan con el resto de los socios.
El SPD, último cartucho. Si la coalición Jamaica falla, Merkel siempre puede tratar de convencer a Schulz, que ha repetido hasta la saciedad que los socialdemócratas van a la oposición para evitar que la ultraderecha lidere la crítica al Gobierno. La canciller no quiere cerrar ninguna puerta, y el lunes insistió en que le gustaría seguir hablando con los socialdemócratas. “Puede usar mejor su tiempo y llamar a otra persona”, respondió el líder del SPD con displicencia. Es imposible saber si los socialdemócratas podrían replantearse su negativa para evitar la repetición de las elecciones o si Schulz estaría dispuesto a convertirse en una especie de Pedro Sánchez a la alemana. “Si las negociaciones con liberales y verdes fracasan, no se puede descartar que el SPD entre en el Gobierno. A nadie le convienen nuevas elecciones, en la que los ultras podrían conseguir incluso más votos”, asegura el politólogo Decker.
El factor Merkel. La canciller sale debilitada de estas elecciones. “En su partido el malestar se va a oír cada vez más. Y las preguntas sobre su sucesión van a llegar pronto”, vaticina Janning. Muchos analistas hablan estos días del fin de la era Merkel. Pero conviene no olvidar que en 2005 y 2013 ya negoció dos grandes coaliciones que parecían muy difíciles; y que ha sobrevivido a las dos.