La democracia de los datos: cómo los venezolanos pueden enfrentar las mentiras del gobierno
Alberto Cavallo
Infobae
Venezuela, alguna vez uno de los países más ricos de América Latina, parece estar en un subibaja al borde del colapso. Su economía se contrae. Faltan los alimentos. Su moneda —el bolívar— virtualmente no vale nada y la inflación parece fuera de control. Pero dado que el Banco Central del país dejó de publicar datos sobre la inflación en diciembre de 2015, nadie tiene un panorama exacto de hasta qué punto la situación es extrema.
Esta escasez de datos sobre la inflación puede parecer un problema académico, pero en realidad los indicadores económicos no son poca cosa. Sin estadísticas oficiales, es imposible sacar conclusiones precisas sobre el bienestar del pueblo venezolano. La falta de datos tiene consecuencias en el nivel micro, también. La tasa de inflación, por ejemplo, es una cifra vital para cualquiera que quiera negociar un salario, tomar una decisión sobre una renta que se pueda pagar o hacer ahorros o planes financieros para el futuro.
Muchos venezolanos están enojados por el intento gubernamental de eliminar información importante. Como nacional de Argentina —otro país latinoamericano que en el pasado mintió sobre la inflación—, sé muy bien lo que se siente. Como economista, los insto a que conviertan su frustración en acción.
Este año, tiempo atrás, mis colegas y yo comenzamos un proyecto para medir la inflación en Venezuela utilizando una técnica nueva y altamente efectiva: crowdsourcing (colaboración abierta distribuida) mediante teléfonos celulares. Mi equipo desarrolló una aplicación especial para teléfonos con Android que permite que la gente del país informe los precios de los servicios y los productos cotidianos. Luego sumamos los datos al nivel de inflación estimado. Durante los últimos cinco meses hemos juntado más de 3.000 anotaciones de 1.000 productos en 10 ciudades del país.
Nuestros datos indican que la tasa de inflación de Venezuela es de aproximadamente 25% por mes, lo cual representa una de las tasas más altas del mundo.
Esa cifra, que se ubica peligrosamente cerca de la hiperinflación, debería hacer hervir la sangre de todos los venezolanos. Los funcionarios del gobierno están haciendo un daño sin precedentes a la economía del país, y hacen las cosas peores al no publicar estadísticas sobre el problema.
Desafortunadamente, el gobierno venezolano no es una excepción en América Latina. Mis investigaciones pasadas, también parte del Billion Prices Project (Proyecto de Miles de Millones de Precios) del MIT, utilizaba los precios en línea para medir la inflación en Argentina. Este trabajo mostró que la tasa de inflación de Argentina fue casi tres veces más alta que las estimaciones oficiales del gobierno entre 2007 y 2015. La revelación confirmó la sospecha de larga data de que el gobierno argentino manipulaba sus datos económicos y para el uso de la gente había estadísticas alternativas.
Es verdad que en Venezuela existen estimaciones alternativas de la inflación, pero nuestros datos tienen varias ventajas. Somos un proyecto académico sin afiliación política. Nuestras estadísticas se actualizan a diario: todos los precios y los códigos individuales están disponibles públicamente en nuestra página de internet, de modo tal que cualquiera puede verificar si hay errores. Y quizá lo más importante: el uso de precios de crowdsourcing de docenas de voluntarios del país entero implica que el gobierno no puede impedirnos que obtengamos y publiquemos nuestros resultados.
En esta etapa tenemos uno de los conjuntos de datos más grandes sobre Venezuela a disposición pública. Pero necesitamos más ayuda. Para aumentar la precisión de nuestras mediciones, necesitamos más voluntarios valientes que quieran enfrentarse a la ocultación y las mentiras del gobierno.
Para eso hemos hecho extremadamente fácil la posibilidad de ser voluntario de nuestro proyecto: no se requiere una capacitación especial y la participación demanda sólo unos pocos minutos por semana. Todo lo que nuestros voluntarios deben hacer es descargar nuestra app, y entonces ir a cualquier tienda y elegir la misma cantidad de ítems. (Puede ser cualquier cosa, desde un litro de leche a un cartón de huevos, o a una hogaza de pan.) Deben ingresar el código de barras y el precio de sus productos y sacar una foto de la etiqueta con el precio. Nuestra tecnología se encarga del cálculo numérico. Los voluntarios también nos ayudan a constatar los precios al mirar las imágenes de los precios que recibimos en nuestra página de internet.
Nuestro objetivo es crear un movimiento social: un movimiento social decidido a echar luz sobre la manipulación gubernamental de los datos y contribuir a la transparencia económica. Al participar en este proyecto, los venezolanos comunes pueden circunvalar al gobierno y resistirse a un Banco Central que tiene la decisión de ocultar la verdad.
Vivimos en un mundo en el que los gobiernos ya no tienen el monopolio de los datos. Al utilizar nuevos datos y nuevas tecnologías que nos permitan mediar las variables económicas, podemos llenar las lagunas de las estadísticas sobre inflación para la gente normal que necesita tomar decisiones, para los legisladores que quieren tratar de resolver el problema y para las generaciones futuras que querrán saber qué sucedió en realidad.
Infobae
Venezuela, alguna vez uno de los países más ricos de América Latina, parece estar en un subibaja al borde del colapso. Su economía se contrae. Faltan los alimentos. Su moneda —el bolívar— virtualmente no vale nada y la inflación parece fuera de control. Pero dado que el Banco Central del país dejó de publicar datos sobre la inflación en diciembre de 2015, nadie tiene un panorama exacto de hasta qué punto la situación es extrema.
Esta escasez de datos sobre la inflación puede parecer un problema académico, pero en realidad los indicadores económicos no son poca cosa. Sin estadísticas oficiales, es imposible sacar conclusiones precisas sobre el bienestar del pueblo venezolano. La falta de datos tiene consecuencias en el nivel micro, también. La tasa de inflación, por ejemplo, es una cifra vital para cualquiera que quiera negociar un salario, tomar una decisión sobre una renta que se pueda pagar o hacer ahorros o planes financieros para el futuro.
Muchos venezolanos están enojados por el intento gubernamental de eliminar información importante. Como nacional de Argentina —otro país latinoamericano que en el pasado mintió sobre la inflación—, sé muy bien lo que se siente. Como economista, los insto a que conviertan su frustración en acción.
Este año, tiempo atrás, mis colegas y yo comenzamos un proyecto para medir la inflación en Venezuela utilizando una técnica nueva y altamente efectiva: crowdsourcing (colaboración abierta distribuida) mediante teléfonos celulares. Mi equipo desarrolló una aplicación especial para teléfonos con Android que permite que la gente del país informe los precios de los servicios y los productos cotidianos. Luego sumamos los datos al nivel de inflación estimado. Durante los últimos cinco meses hemos juntado más de 3.000 anotaciones de 1.000 productos en 10 ciudades del país.
Nuestros datos indican que la tasa de inflación de Venezuela es de aproximadamente 25% por mes, lo cual representa una de las tasas más altas del mundo.
Esa cifra, que se ubica peligrosamente cerca de la hiperinflación, debería hacer hervir la sangre de todos los venezolanos. Los funcionarios del gobierno están haciendo un daño sin precedentes a la economía del país, y hacen las cosas peores al no publicar estadísticas sobre el problema.
Desafortunadamente, el gobierno venezolano no es una excepción en América Latina. Mis investigaciones pasadas, también parte del Billion Prices Project (Proyecto de Miles de Millones de Precios) del MIT, utilizaba los precios en línea para medir la inflación en Argentina. Este trabajo mostró que la tasa de inflación de Argentina fue casi tres veces más alta que las estimaciones oficiales del gobierno entre 2007 y 2015. La revelación confirmó la sospecha de larga data de que el gobierno argentino manipulaba sus datos económicos y para el uso de la gente había estadísticas alternativas.
Es verdad que en Venezuela existen estimaciones alternativas de la inflación, pero nuestros datos tienen varias ventajas. Somos un proyecto académico sin afiliación política. Nuestras estadísticas se actualizan a diario: todos los precios y los códigos individuales están disponibles públicamente en nuestra página de internet, de modo tal que cualquiera puede verificar si hay errores. Y quizá lo más importante: el uso de precios de crowdsourcing de docenas de voluntarios del país entero implica que el gobierno no puede impedirnos que obtengamos y publiquemos nuestros resultados.
En esta etapa tenemos uno de los conjuntos de datos más grandes sobre Venezuela a disposición pública. Pero necesitamos más ayuda. Para aumentar la precisión de nuestras mediciones, necesitamos más voluntarios valientes que quieran enfrentarse a la ocultación y las mentiras del gobierno.
Para eso hemos hecho extremadamente fácil la posibilidad de ser voluntario de nuestro proyecto: no se requiere una capacitación especial y la participación demanda sólo unos pocos minutos por semana. Todo lo que nuestros voluntarios deben hacer es descargar nuestra app, y entonces ir a cualquier tienda y elegir la misma cantidad de ítems. (Puede ser cualquier cosa, desde un litro de leche a un cartón de huevos, o a una hogaza de pan.) Deben ingresar el código de barras y el precio de sus productos y sacar una foto de la etiqueta con el precio. Nuestra tecnología se encarga del cálculo numérico. Los voluntarios también nos ayudan a constatar los precios al mirar las imágenes de los precios que recibimos en nuestra página de internet.
Nuestro objetivo es crear un movimiento social: un movimiento social decidido a echar luz sobre la manipulación gubernamental de los datos y contribuir a la transparencia económica. Al participar en este proyecto, los venezolanos comunes pueden circunvalar al gobierno y resistirse a un Banco Central que tiene la decisión de ocultar la verdad.
Vivimos en un mundo en el que los gobiernos ya no tienen el monopolio de los datos. Al utilizar nuevos datos y nuevas tecnologías que nos permitan mediar las variables económicas, podemos llenar las lagunas de las estadísticas sobre inflación para la gente normal que necesita tomar decisiones, para los legisladores que quieren tratar de resolver el problema y para las generaciones futuras que querrán saber qué sucedió en realidad.