Europa sana al Madrid
Resucitó Bale en un partido a campo abierto con un gol y una asistencia, pero acabó tocado. Doblete de Cristiano. Dortmund ya es tierra conquistada.
Luis Nieto
As
Se corrigió Bale y se corrigió parcialmente el problema. El galés se fue tocado de un partido de acampada libre por el que desfiló elegante y vertiginosamente, tras ofrecer su mejor versión, aunque al Madrid volvieron a írsele demasiados goles. Ese desfase entre la creación y la producción se cronifica y hace que un Madrid a gran escala, de sobresaliente, no salga impecable en la foto. Con todo, el equipo de Zidane paseó en Dortmund con porte de campeón y con el Cristiano de siempre. Sus dos goles (cuatro en la competición, 25 a los equipos alemanes. 109 a lo largo de su carrera) confirman que no existe trasplante para él ni dentro ni fuera de la plantilla.
Aún quedan partidos para rescatar a Bale. El de Dortmund fue uno de ellos, un choque descamisado, abierto, en el que se confundió la alegría con la despreocupación y el descuido, a campo abierto. Y ahí el galés, que es jugador sin preámbulos, al que le aburre la elaboración hasta quedarse al margen de ella, se hace imparable. Sobre todo si se arranca desde la izquierda.
El Borussia fue colaborador necesario en ese relanzamiento del galés. Conserva esa impronta pasional de la era Klopp, pero se revela entre intrépido y suicida. Habla mal de la Bundesliga que sólo haya encajado un gol en seis partidos, porque si el adversario salva esa primera línea de presión a la que lo fía todo se encuentra una zaga desaliñada, sin vuelta, a cuarenta metros de un portero al que se le exige ser un factor de corrección sin posibilidades de supervivencia.
Cristiano, imparable
Por ahí entró el Madrid de las gacelas hasta la reiteración para acabar confirmando el primer diagnóstico del curso: perdona demasiado. Antes del descanso, el Borussia sólo le hirió con un remate en el segundo palo que, tras rozarlo Keylor, lo repelió la mano de Ramos en posición poco natural. Debió ser penalti. A cambio, el Madrid cruzó la frontera amarilla con extrema facilidad: por la banda de Carvajal, en los eslaloms de Modric, con el pase de Isco, el jugador que ahora separa al Madrid del resto del mundo, y con Bale y Cristiano sintiéndose infinitamente superiores en el sprint. Un cuerpo de ejército intimidatorio que sólo pegó un tiro en el primer tiempo: un volea suave y colocadísima de Bale a envío de Carvajal. El resto fue fogueo en la barbas de Bürki, que celebró el 0-1 al descanso.
Contagiado por la dejadez defensiva del Borussia, el Madrid se prestó entonces al tiroteo. Al tanto de Cristiano, en servicio de Bale en papel que borda, como extremo izquierdo, respondió con otro Aubameyang, más listo que los centrales del Madrid. A falta de media hora, Bosz lanzó a su equipo a la carga, retirando a Toljan para reconfigurar el once en un 3-4-3 que acabó con ese recreo mal aprovechado por el Madrid. Götze lideró el cambio. Aun castigado por las lesiones y con una silueta sospechosa, filtró pases magníficos que no advinaron los centrales del Madrid. Su salida desmontó el tinglado amarillo. El segundo gol de Cristiano, también firmado a la carrera, acabó con la intriga y con la estadística: Dortmund también es terreno conquistado.
Luis Nieto
As
Se corrigió Bale y se corrigió parcialmente el problema. El galés se fue tocado de un partido de acampada libre por el que desfiló elegante y vertiginosamente, tras ofrecer su mejor versión, aunque al Madrid volvieron a írsele demasiados goles. Ese desfase entre la creación y la producción se cronifica y hace que un Madrid a gran escala, de sobresaliente, no salga impecable en la foto. Con todo, el equipo de Zidane paseó en Dortmund con porte de campeón y con el Cristiano de siempre. Sus dos goles (cuatro en la competición, 25 a los equipos alemanes. 109 a lo largo de su carrera) confirman que no existe trasplante para él ni dentro ni fuera de la plantilla.
Aún quedan partidos para rescatar a Bale. El de Dortmund fue uno de ellos, un choque descamisado, abierto, en el que se confundió la alegría con la despreocupación y el descuido, a campo abierto. Y ahí el galés, que es jugador sin preámbulos, al que le aburre la elaboración hasta quedarse al margen de ella, se hace imparable. Sobre todo si se arranca desde la izquierda.
El Borussia fue colaborador necesario en ese relanzamiento del galés. Conserva esa impronta pasional de la era Klopp, pero se revela entre intrépido y suicida. Habla mal de la Bundesliga que sólo haya encajado un gol en seis partidos, porque si el adversario salva esa primera línea de presión a la que lo fía todo se encuentra una zaga desaliñada, sin vuelta, a cuarenta metros de un portero al que se le exige ser un factor de corrección sin posibilidades de supervivencia.
Cristiano, imparable
Por ahí entró el Madrid de las gacelas hasta la reiteración para acabar confirmando el primer diagnóstico del curso: perdona demasiado. Antes del descanso, el Borussia sólo le hirió con un remate en el segundo palo que, tras rozarlo Keylor, lo repelió la mano de Ramos en posición poco natural. Debió ser penalti. A cambio, el Madrid cruzó la frontera amarilla con extrema facilidad: por la banda de Carvajal, en los eslaloms de Modric, con el pase de Isco, el jugador que ahora separa al Madrid del resto del mundo, y con Bale y Cristiano sintiéndose infinitamente superiores en el sprint. Un cuerpo de ejército intimidatorio que sólo pegó un tiro en el primer tiempo: un volea suave y colocadísima de Bale a envío de Carvajal. El resto fue fogueo en la barbas de Bürki, que celebró el 0-1 al descanso.
Contagiado por la dejadez defensiva del Borussia, el Madrid se prestó entonces al tiroteo. Al tanto de Cristiano, en servicio de Bale en papel que borda, como extremo izquierdo, respondió con otro Aubameyang, más listo que los centrales del Madrid. A falta de media hora, Bosz lanzó a su equipo a la carga, retirando a Toljan para reconfigurar el once en un 3-4-3 que acabó con ese recreo mal aprovechado por el Madrid. Götze lideró el cambio. Aun castigado por las lesiones y con una silueta sospechosa, filtró pases magníficos que no advinaron los centrales del Madrid. Su salida desmontó el tinglado amarillo. El segundo gol de Cristiano, también firmado a la carrera, acabó con la intriga y con la estadística: Dortmund también es terreno conquistado.