El Papa pide a los colombianos que huyan de la venganza para alcanzar la paz
Francisco da un espaldarazo a los acuerdos con las FARC al reunirse con el presidente Santos
Daniel Verdú
Bogotá, El País
Francisco estrenó ayer la agenda de su viaje a Colombia con un discurso y un encuentro con el presidente, Juan Manuel Santos, muy centrado en el proceso de paz, las desigualdes sociales y la ecología. El Papa pidió a los colombianos que renuncien a la venganza y a los intereses particulares y cortoplacistas en aras de conseguir una paz duradera. El espaldarazo a las políticas de Santos que, a diferencia del expresidente Álvaro Uribe, siempre ha apostado por una paz que integradora, fue acompañado de un toque de atención a los obispos, a quienes pidió más implicación.
Una alfombra roja de 38 metros cruza el Patio de Armas del Palacio de Nariño de Bogotá. Llega un modesto Chevrolet gris y baja el Papa Francisco. Suena la orquesta, el himno nacional y la canción Puede Ser. Todo tiene que ver ahora con la reconciliación. Un montón de niños discapacitados se abrazan al Pontífice que, como siempre, se entretiene con cada uno y hace volar por los aires el protocolo. Queda claro desde la primera línea de su discurso ante presidente Juan Manuel Santos que apoyará sin fisuras el proyecto de reconciliación que sigue a los acuerdos de paz que el político colombiano impulsó hace nueve meses tras cuatro años de diálogo con las FARC en La Habana.
Pero primero habló Santos, que en los últimos meses ha sufrido las consecuencias de un elevado desgaste por haber llevado hasta el final el proceso de paz con la guerrilla más antigua y organizada de América. El acuerdo puso fin a más de medio siglo de conflicto armado. Un rechazo alentado incluso por algunos representantes de la jerarquía católica —más del 50%, según la Fundación Paz y Reconciliación— que ayer tuvieron que oír por boca del Papa que no son “técnicos o políticos sino pastores” y que deben implicarse más en la reconciliación.
El presidente de Colombia atraviesa un momento político muy delicado. Cuando faltan nueve meses para las próximas elecciones presidenciales de 2018, aún no tiene un sucesor claro. Los opositores a Santos —encabezados por el expresidente Álvaro Uribe, a quien ayer debieron pitarle los oídos— le han reprochado todo este tiempo la tibieza exhibida con la guerrilla y haber renunciado a una justicia implacable con los responsables de tantas muertes a fin de conseguir la paz. Pero el Papa apoyó en su discurso esa línea de acción que le ha valido el Nobel a Santos y deslizó alguna alusión dirigida, podría interpretarse fácilmente, a los que han intentado sabotearlo. “Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses sólo particulares y a corto plazo. Cuanto más difícil es el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño hemos de poner en reconocer al otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mutuamente”.
En este momento de soledad en el que se encuentra Santos, Francisco elogió el trabajo llevado a cabo durante los últimos meses para instaurar una paz duradera en un país azotado por una tormenta de violencia que devastó a las instituciones y al propio Estado. “En el último año ciertamente se ha avanzado de modo particular; los pasos dados hacen crecer la esperanza, en la convicción de que la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea [...] que exige el compromiso de todos[?]”.
Muy agradecido por la visita, el presidente de Colombia, un hombre profundamente católico, recordó algunas palabras del Evangelio según Mateo que encajaba perfectamente con las tesis que le han costado el ostracismo político. ”No hay que perdonar hasta siete veces, sino hasta 70 veces siete. Hay que celebrar el regreso del hijo pródigo, porque estaba perdido y lo hemos encontrado”. Presumió también de lo conseguido para acabar con la violencia de las FARC, que dejó 220.000 muertos, y de ser el único país del mundo “donde hoy las armas se están cambiando por las palabras; donde las armas se destruyen y se funden para convertirse en monumentos a la paz”.
El Papa, como suele hacer, estructuró su discurso en tres ejes. Y más allá de la paz, también se refirió a dos de sus grandes obsesiones: el medioambiente y desigualdades sociales. Ahí llegó un tirón de orejas a la todavía insuficiente política social del Gobierno. “Se necesitan leyes justas que puedan [...] resolver las causas estructurales de la pobreza que generan exclusión y violencia”.
En la abrumadora agenda del Papa, que ayer también le condujo a tener un breve encuentro privado con obispos venezolanos y a oficiar una misa para 600.000 personas en el parque Simón Bolivar, estaba marcado en rojo su encuentro con los obispos colombianos. A su manera, leyó la cartilla a los 130 presentes por estar alejados de la gente y, a menudo, haberse callado ante injusticias o históricos conflictos como el narcotráfico. “Colombia tiene necesidad de ustedes", les lanzó. “No sirven alianzas con una parte u otra, sino la libertad de hablar a los corazones de todos”.
Daniel Verdú
Bogotá, El País
Francisco estrenó ayer la agenda de su viaje a Colombia con un discurso y un encuentro con el presidente, Juan Manuel Santos, muy centrado en el proceso de paz, las desigualdes sociales y la ecología. El Papa pidió a los colombianos que renuncien a la venganza y a los intereses particulares y cortoplacistas en aras de conseguir una paz duradera. El espaldarazo a las políticas de Santos que, a diferencia del expresidente Álvaro Uribe, siempre ha apostado por una paz que integradora, fue acompañado de un toque de atención a los obispos, a quienes pidió más implicación.
Una alfombra roja de 38 metros cruza el Patio de Armas del Palacio de Nariño de Bogotá. Llega un modesto Chevrolet gris y baja el Papa Francisco. Suena la orquesta, el himno nacional y la canción Puede Ser. Todo tiene que ver ahora con la reconciliación. Un montón de niños discapacitados se abrazan al Pontífice que, como siempre, se entretiene con cada uno y hace volar por los aires el protocolo. Queda claro desde la primera línea de su discurso ante presidente Juan Manuel Santos que apoyará sin fisuras el proyecto de reconciliación que sigue a los acuerdos de paz que el político colombiano impulsó hace nueve meses tras cuatro años de diálogo con las FARC en La Habana.
Pero primero habló Santos, que en los últimos meses ha sufrido las consecuencias de un elevado desgaste por haber llevado hasta el final el proceso de paz con la guerrilla más antigua y organizada de América. El acuerdo puso fin a más de medio siglo de conflicto armado. Un rechazo alentado incluso por algunos representantes de la jerarquía católica —más del 50%, según la Fundación Paz y Reconciliación— que ayer tuvieron que oír por boca del Papa que no son “técnicos o políticos sino pastores” y que deben implicarse más en la reconciliación.
El presidente de Colombia atraviesa un momento político muy delicado. Cuando faltan nueve meses para las próximas elecciones presidenciales de 2018, aún no tiene un sucesor claro. Los opositores a Santos —encabezados por el expresidente Álvaro Uribe, a quien ayer debieron pitarle los oídos— le han reprochado todo este tiempo la tibieza exhibida con la guerrilla y haber renunciado a una justicia implacable con los responsables de tantas muertes a fin de conseguir la paz. Pero el Papa apoyó en su discurso esa línea de acción que le ha valido el Nobel a Santos y deslizó alguna alusión dirigida, podría interpretarse fácilmente, a los que han intentado sabotearlo. “Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses sólo particulares y a corto plazo. Cuanto más difícil es el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño hemos de poner en reconocer al otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mutuamente”.
En este momento de soledad en el que se encuentra Santos, Francisco elogió el trabajo llevado a cabo durante los últimos meses para instaurar una paz duradera en un país azotado por una tormenta de violencia que devastó a las instituciones y al propio Estado. “En el último año ciertamente se ha avanzado de modo particular; los pasos dados hacen crecer la esperanza, en la convicción de que la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea [...] que exige el compromiso de todos[?]”.
Muy agradecido por la visita, el presidente de Colombia, un hombre profundamente católico, recordó algunas palabras del Evangelio según Mateo que encajaba perfectamente con las tesis que le han costado el ostracismo político. ”No hay que perdonar hasta siete veces, sino hasta 70 veces siete. Hay que celebrar el regreso del hijo pródigo, porque estaba perdido y lo hemos encontrado”. Presumió también de lo conseguido para acabar con la violencia de las FARC, que dejó 220.000 muertos, y de ser el único país del mundo “donde hoy las armas se están cambiando por las palabras; donde las armas se destruyen y se funden para convertirse en monumentos a la paz”.
El Papa, como suele hacer, estructuró su discurso en tres ejes. Y más allá de la paz, también se refirió a dos de sus grandes obsesiones: el medioambiente y desigualdades sociales. Ahí llegó un tirón de orejas a la todavía insuficiente política social del Gobierno. “Se necesitan leyes justas que puedan [...] resolver las causas estructurales de la pobreza que generan exclusión y violencia”.
En la abrumadora agenda del Papa, que ayer también le condujo a tener un breve encuentro privado con obispos venezolanos y a oficiar una misa para 600.000 personas en el parque Simón Bolivar, estaba marcado en rojo su encuentro con los obispos colombianos. A su manera, leyó la cartilla a los 130 presentes por estar alejados de la gente y, a menudo, haberse callado ante injusticias o históricos conflictos como el narcotráfico. “Colombia tiene necesidad de ustedes", les lanzó. “No sirven alianzas con una parte u otra, sino la libertad de hablar a los corazones de todos”.