El glorioso fue Ceballos
Dos goles del exbético salvaron a un Madrid que volvió a sufrir por su falta de puntería. Cristiano y Pedraza tiraron dos veces al palo.
Luis Nieto
As
De Mendizorroza salió el Madrid en el mismo punto en que estaba: sobrado de munición y cortísimo de puntería. Dos remates al palo de Pedraza pudieron hacérselo pagar. Y dos goles de Ceballos, que ya aporrea la puerta, evitaron un drama mayor. Sucedió mientras Morata, que no se conformó con un oscar a mejor secundario en Chamartín, firmaba un hat-trick con el Chelsea.
Ese sentido de la perspectiva de Zidane, que le empuja a mirar por detrás del partido que juega, llevó al banquillo a Bale y Modric, a los que quiere de punta en blanco a Dortmund. Eso le condujo a juntar a Isco y Asensio. La chistera y la montera. Más Ceballos, en su primer test de resistencia. El Madrid más ornamental posible moviéndose al borde del precipicio. Una situación extrema que el recién llegado resolvió con dos goles, con impronta de jugador decisivo. Una buena combinación de filigrana, personalidad y pegada.
El Alavés, que anda a la intemperie en la clasificación, se ha endurecido con Cabello, que diseñó un equipo corto, cerrado y junto para atrapar el Madrid en la aglomeración, en la falta de espacios, y hacerle el partido poco respirable. En ese escenario mandó moderadamente el campeón, con más posesión que remate. Más desde que Ceballos le adelantara con un tiro a contrapié tras servicio de Asensio y salida afortunada del choque con Ibai. Ese tanto pareció tener un efecto saciante.
Cuatro palos
El Madrid se recreó en el eje Ceballos-Isco-Asensio sin meter el cuchillo de verdad en el partido, porque apenas encontró a Lucas Vázquez y Cristiano, enjaulado en su papel de nueve, y en cierto modo corto de extremidades por la ausencia de Marcelo. Nacho le mejora atrás pero es menos atrevido en una banda que no es la suya. Aún tuvo el Madrid un subidón de adrenalina, con cuatro ocasiones en cuatro minutos, en el intento de probar que su mala relación con el gol en el Bernabéu es más coyuntural que estructural. Luego se dejó ir y vio cómo le empató el Alavés, en cabezazo de rompe y rasga de Manu García, que entró como un búfalo al centro de Munir. Un gol largamente perseguido (489 minutos). El fin del cero absoluto. Ceballos, en un mal rechace de Pacheco, restauró el gobierno del Madrid en el partido.
El paso del tiempo obligó al Alavés a salir de la trinchera y el partido se le ofreció a Cristiano, que topó dos veces con el palo, la segunda tras control, recorte y rosca a cual mejor. Ahí volvió el Madrid de Chamartín, que no intimida disparando al aire. Y se vio de nuevo al borde del empate, cuando un tiro de Pedraza que tocó en Varane acabó en el larguero. Zidane entendió que era hora de echar el pestillo con Llorente, aclamadísimo, por Ceballos, aunque guardando la ropa no dejó de nadar el Madrid, en un despilfarro escandaloso de ocasiones. Eso no mejoró su estabilidad atrás. Pedraza remató de nuevoal palo, a Isco le quitaron un penalti y el Madrid llegó a la conclusión de que estar a 7 del Barça es un sinvivir.
Luis Nieto
As
De Mendizorroza salió el Madrid en el mismo punto en que estaba: sobrado de munición y cortísimo de puntería. Dos remates al palo de Pedraza pudieron hacérselo pagar. Y dos goles de Ceballos, que ya aporrea la puerta, evitaron un drama mayor. Sucedió mientras Morata, que no se conformó con un oscar a mejor secundario en Chamartín, firmaba un hat-trick con el Chelsea.
Ese sentido de la perspectiva de Zidane, que le empuja a mirar por detrás del partido que juega, llevó al banquillo a Bale y Modric, a los que quiere de punta en blanco a Dortmund. Eso le condujo a juntar a Isco y Asensio. La chistera y la montera. Más Ceballos, en su primer test de resistencia. El Madrid más ornamental posible moviéndose al borde del precipicio. Una situación extrema que el recién llegado resolvió con dos goles, con impronta de jugador decisivo. Una buena combinación de filigrana, personalidad y pegada.
El Alavés, que anda a la intemperie en la clasificación, se ha endurecido con Cabello, que diseñó un equipo corto, cerrado y junto para atrapar el Madrid en la aglomeración, en la falta de espacios, y hacerle el partido poco respirable. En ese escenario mandó moderadamente el campeón, con más posesión que remate. Más desde que Ceballos le adelantara con un tiro a contrapié tras servicio de Asensio y salida afortunada del choque con Ibai. Ese tanto pareció tener un efecto saciante.
Cuatro palos
El Madrid se recreó en el eje Ceballos-Isco-Asensio sin meter el cuchillo de verdad en el partido, porque apenas encontró a Lucas Vázquez y Cristiano, enjaulado en su papel de nueve, y en cierto modo corto de extremidades por la ausencia de Marcelo. Nacho le mejora atrás pero es menos atrevido en una banda que no es la suya. Aún tuvo el Madrid un subidón de adrenalina, con cuatro ocasiones en cuatro minutos, en el intento de probar que su mala relación con el gol en el Bernabéu es más coyuntural que estructural. Luego se dejó ir y vio cómo le empató el Alavés, en cabezazo de rompe y rasga de Manu García, que entró como un búfalo al centro de Munir. Un gol largamente perseguido (489 minutos). El fin del cero absoluto. Ceballos, en un mal rechace de Pacheco, restauró el gobierno del Madrid en el partido.
El paso del tiempo obligó al Alavés a salir de la trinchera y el partido se le ofreció a Cristiano, que topó dos veces con el palo, la segunda tras control, recorte y rosca a cual mejor. Ahí volvió el Madrid de Chamartín, que no intimida disparando al aire. Y se vio de nuevo al borde del empate, cuando un tiro de Pedraza que tocó en Varane acabó en el larguero. Zidane entendió que era hora de echar el pestillo con Llorente, aclamadísimo, por Ceballos, aunque guardando la ropa no dejó de nadar el Madrid, en un despilfarro escandaloso de ocasiones. Eso no mejoró su estabilidad atrás. Pedraza remató de nuevoal palo, a Isco le quitaron un penalti y el Madrid llegó a la conclusión de que estar a 7 del Barça es un sinvivir.