Batshuayi silencia el Wanda

Un gol del belga en el 93' provoca la derrota del Atleti en el estreno de su estadio en Europa. El Chelsea gozó de más ocasiones. Los rojiblancos, terceros en el grupo.

Patricia Cazón
As
Parecía que sería otro día en el que quedarse a vivir. Día de fotos, de estreno en Europa, de Atlético presumiendo de Wanda. Parecía sí. Porque acabó en lo contrario: un olvidar rápido, al Chelsea, su partido y esta derrota que, en el descuendo, daba la vuelta a un partido que se empezó ganando. El estadio ha dejado de oler a lo que huelen los libros en septiembre, aún por llenarse de subrayados, de fluorescentes o tachones.


Pero, ante el Chelsea, todo comenzó torcido, emborronado. Todas aquellas veces en las que Hazard le ganaba la espalda a Thomas era un tachón. Porque Hazard era una pistola ametralladora. Disparo al lateral de la red, disparo al palo de Oblak que hizo temblar, por vez primera vez, los cimientos de este estadio. Para el Atleti enfrentarse a la defensa de tres centrales era como jugar con antifaz. Da igual que la grada, con su garganta, tratara de indicar los caminos. Parecían cegados. Griezmann, Carrasco y Correa siempre se estampaban contra Azpilicueta, David Luiz o Cahill, como un insecto frente a la luz.

Al Atleti no le salía nada. Ni los centros de Griezmann, demasiado largos, ni los pases filtrados de Saúl, a nadie, ni un pase atrás de Godín a Filipe y Lucas que casi se convierte en regalo a Kante. Y el Metropolitano (para la UEFA no existe Wanda) alzaba la voz como lo hacía el Calderón. Ese alee, alee, alee, de momento, lo único a subrayar. Porque el Chelsea llegaba tan fácil que parecía jugar solo. Y mientras Courtois seguía inédito, Oblak le sacaba otro balón que olía a red a Morata.

Pero es que Bakayoko cada vez ocupaba más campo, Fábregas lanzaba balones arriba, y Morata y Hazard se movían, rapidísimos tras ese hueco, cada vez más grande, a la espalda de Thomas y Saúl. Godín no tenía cuerpo, pies, piernas para tratar de frenarles. Y el reloj pasaba y cada minuto era una arruga en la frente. Así se sufría, sí. Con el Atleti aguantándo como sólo se puede ante la lluvia, resguardado, esperando un claro. Eso o un paraguas. Se lo tendió David Luiz.

En un córner, antes del descanso, derribó a Lucas y penalti. Griezmann lo lanzó por el centro, fortísimo, como si lo empujara el propio Simeone y esa frase, “dale, dale, dale”. Griezmann, de nuevo Luis en el Calderón, también primer goleador en Europa. Si la respuesta del Chelsea al gol fue una balón que se envenenó de Marcos Alonso, la del Atleti pudo ser el 2-0. Jugada Correa-Saúl-Koke, disparo a puerta vacía de Saúl fuera. Coincidió con el pitido a descanso.

Y el respiro de 68.000 pulmones a la vez, tanto aire acumulado en 45 minutos, que volverían a encoger el Chelsea nada más regresar de la caseta. La cabeza de Morata, al fin, encontraría el gol y Fábregas lo perdonaría, en una jugada en la que el Atleti no supo despejar un balón que se convirtió en bomba. En la grada, el partido no eran arrugas, era un bastón en la mano. El Atleti no es que se resguardara, es que no estaba. Ni Griezmann, ni Correa, ni Carrasco. Todo tachones. Un año menos cada vez que Morata corría hacia Oblak. Dos años menos de vida.

Cruzó demasiado el balón en una cuando Torres y Gaitán ya estaban en el campo, valientes, tratando de equilibrar el campo. Era el 80’ cuando Conte hacía sus dos primeros cambios, fuera Morata y Hazard, dentro Batshuayi y ese gol, diez minutos después, en el descuento, que terminaba de voltear el partido, que es la primera derrota del Wanda Metropolitano. Batshuayi, el primer dolor, como aquella lejana Vojvodina del Calderón.

Fue marcar y pitar el árbitro. Final. Después sólo hubo un infinito silencio. Un silencio que no podían mitigar casi setenta mil gargantas a la vez. Un silencio que pesaba entre el ruido. Dos partidos de Champions, un punto de seis, lo que queda de fase de grupos convertido en un infinito Anglirú.

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