Bale, golazo en el desierto
Madrid, AS
Corría el minuto 61 en Anoeta cuando Isco hizo uno de esos trucos que le han llevado a ganarse el apodo de 'Magia'. Su pase, espectacular y efectivo, encontró en la rampa de lanzamiento a Bale: medio campo más tarde, tras haberse puesto a 35 kilómetros por hora y habiendo necesitado sólo dos toques sutiles con la zurda, el galés celebraba un gol más necesario para su autoestima que para su equipo.
El tanto, que dio carpetazo al partido, justificó la presencia de Bale desde el inicio contra una Real que hasta entonces le había visto deambular de un lado a otro con más pena que gloria. Porque de lo de antes, casi como de lo de después, poco hubo que destacar: 19 pases acertados, seis fallados, un remate que no llegó a portería, un centro sin destinatario madridista, dos intercepciones, una recuperación, un regate completado de los dos intentados, una falta recibida y un fuera de juego.
Datos a un abismo de su categoría y que, sin embargo, parecieron suficientes por su imparable galopada. Y, mientras sus jugadores se abrazaban, Zidane lucía esa sonrisa de a quien le sale (casi) todo bien, en plan "ya lo sabía". El francés le había apoyado en la rueda de prensa previa y volvió a hacerlo después del triunfo, pidiéndole más, eso sí, consciente de que hay un amplio margen de mejora: "Bale tiene mucho, no sólo contraataque. Cuando no hay espacio también se maneja muy bien".
Esa frase de ZZ, que sirvió para recordar que el de Cardiff es mucho más que un galgo, es precisamente lo que reclama el Bernabéu: continuidad e implicación, que su gol no sea una anécdota, sino la tónica habitual. De él depende que en Anoeta, su jardín particular, en el que ha visto puerta seis veces en cinco visitas, haya encontrado el camino de vuelta a su mejor versión o el que le siga llevando a bandazos por el desierto.
Corría el minuto 61 en Anoeta cuando Isco hizo uno de esos trucos que le han llevado a ganarse el apodo de 'Magia'. Su pase, espectacular y efectivo, encontró en la rampa de lanzamiento a Bale: medio campo más tarde, tras haberse puesto a 35 kilómetros por hora y habiendo necesitado sólo dos toques sutiles con la zurda, el galés celebraba un gol más necesario para su autoestima que para su equipo.
El tanto, que dio carpetazo al partido, justificó la presencia de Bale desde el inicio contra una Real que hasta entonces le había visto deambular de un lado a otro con más pena que gloria. Porque de lo de antes, casi como de lo de después, poco hubo que destacar: 19 pases acertados, seis fallados, un remate que no llegó a portería, un centro sin destinatario madridista, dos intercepciones, una recuperación, un regate completado de los dos intentados, una falta recibida y un fuera de juego.
Datos a un abismo de su categoría y que, sin embargo, parecieron suficientes por su imparable galopada. Y, mientras sus jugadores se abrazaban, Zidane lucía esa sonrisa de a quien le sale (casi) todo bien, en plan "ya lo sabía". El francés le había apoyado en la rueda de prensa previa y volvió a hacerlo después del triunfo, pidiéndole más, eso sí, consciente de que hay un amplio margen de mejora: "Bale tiene mucho, no sólo contraataque. Cuando no hay espacio también se maneja muy bien".
Esa frase de ZZ, que sirvió para recordar que el de Cardiff es mucho más que un galgo, es precisamente lo que reclama el Bernabéu: continuidad e implicación, que su gol no sea una anécdota, sino la tónica habitual. De él depende que en Anoeta, su jardín particular, en el que ha visto puerta seis veces en cinco visitas, haya encontrado el camino de vuelta a su mejor versión o el que le siga llevando a bandazos por el desierto.