Una Supercopa de enredos

Busquets evidencia el recelo del vestuario del Barça con sus dirigentes mientras en el Madrid, pese a su gran momento deportivo, Zidane pone el foco en los árbitros

José Sámano
Madrid, El País
Con Paulinho no basta, claro. El Barça necesita mucho mayor consuelo. Y ninguno tiene más a tiro que dejar huella hoy en el Bernabéu (23.00, Telecinco y TV-3), por más que la Supercopa se le haya puesto fuera de órbita con el 1-3 del Camp Nou. Con la directiva en entredicho, el único alivio inmediato para el Barça sería auparse frente al Madrid, que pierde a CR pero recupera a Modric.


Los azulgrana viven días de zozobra. En las gradas propias, con ese jolgorio ante los goles del Madrid del domingo, en el campo y en los despachos. El recelo entre la plantilla y el mando directivo parece cada vez más evidente. Si Piqué reveló hace unos días que los jugadores sabían que se iba Neymar antes de concluir el mes de julio, Pep Segura, responsable del área deportiva, se la devolvió el domingo: “El fallo de Piqué en el autogol ha sido determinante”. Al mosqueo se sumó Busquets: “Creo que la mejor manera de expresarse desde dentro del club no es señalar a un jugador”. Mientras se cruzan las puyas en Barcelona, los madridistas también tuercen el morro. Apenas ha amanecido la temporada y ya hay árbitros y comités en la diana. Hasta el cachazudo Zidane dijo estar “muy molesto” con el episodio de CR en la ida, su expulsión y posterior castigo. “Cuando miras todo lo que sucedió y piensas que Cristiano no estará cinco partidos… Ahí pasa algo”, soltó el técnico francés.

Más allá del error arbitral al juzgar como piscinazo el que no lo era —el de Ronaldo— y pasar por alto el que sí lo fue —el de Luis Suárez—, nada dijo Zidane sobre la actitud del luso. Se ganó una tarjeta sabida con su imitación al brindis de Messi en Chamartín en la última visita culé. Y ni siquiera él merecería un indulto si empuja a un colegiado tras un fallo de este. Por supuesto, tampoco Messi, aunque le pasaran por alto un zarandeo a otro juez en un clásico de 2009. Desde que rueda el balón hace más de un siglo se reclama con derecho una unificación de criterios, pero el Madrid, por mucho que quiera cerrar filas en torno a CR, que no admite susurros cuando requiere el respaldo de la institución y del vestuario, tiene motivos sobrados para mirar al césped con agrado sin reparar en los deslices arbitrales. En agosto, el Real ya tiene un título (Supercopa europea) y otro a un dedo ante su gran antagonista, al que puede dejar más sonado de lo que está.

Ya desde el curso pasado se aprecia una evolución en los madridistas y poco a poco se verifica una involución azulgrana. Ensimismado con lo que fue, hoy el Barça no parece saber quién es y, mucho menos, quién quiere ser. Faltan la idea y el ideólogo, y entre el barcelonismo se adivina otro despilfarro con los 222 millones del PSG. Paulinho al margen, no faltan motivos si se repasa la lista de los jugadores alistados en año y medio por esta directiva por similar cantidad a la de Neymar: Semedo, Vidal, Arda, Umtiti, Digne, André Gomes, Alcácer, Denis Suárez y Cillesen. En ese tiempo, por unos cuatro millones, al Madrid llegó Asensio, que hoy simboliza lo que es un equipo en el que, con el mallorquín a la cabeza, hay una segunda línea que empuja y empuja. En el Barça hay titulares a la baja y suplentes muy suplentes.

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