Tácticas de terror de "bajo costo"
El grupo yihadista ISIS lleva tres años exhortando a sus acólitos a atentar con vehículos de forma indiscriminada. El ataque en Niza en julio de 2016 es por el momento el más letal con 86 víctimas mortales
ÓSCAR GUTIÉRREZ
Madrid, El País
El número tres de la revista que el Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) edita bajo el nombre Rumiyah (Roma), subido a la Red el pasado noviembre, instruía a sus fieles sobre cómo atentar con un vehículo pesado contra una multitud. Las páginas están aún disponibles en Internet bajo el epígrafe "Just terror tactics" (Solo tácticas de terror). Unos meses antes de la publicación, el 14 de julio de 2016, un camión de 19 toneladas había arrasado por el paseo marítimo de Niza (Francia). Murieron 86 personas. Ni 30 días pasaron desde que Rumiyah sacara esa suerte de manual del terrorista para que de nuevo un camión se lanzase contra una multitud. Esta vez fue en Berlín, el 19 de diciembre, y causó la muerte de una docena de personas. El ataque de las Ramblas, en Barcelona, con un patrón similar al de las otras dos ciudades europeas, golpea casi tres años después de que por vez primera, el ISIS llamase a matar en Occidente con todos los medios posibles.
Lo hizo en septiembre de 2014 el entonces portavoz del grupo yihadista, el sirio Mohamed al Adnani. EE UU acaba de iniciar su ofensiva contra la organización. Fue del siguiente modo: “Si no eres capaz de encontrar una bala o un IED [siglas en inglés de un dispositivo explosivo improvisado], entonces selecciona al impío americano, francés o a cualquiera de sus aliados. Golpéale la cabeza con una roca, asesínale con un cuchillo, pásale por encima con el coche, tírale desde un lugar muy alto, estrangúlale o envenénale”. Desde entonces, terroristas inspirados y motivados por el ISIS, normalmente sin vínculo directo con la organización, han atentado --o al menos lo han intentado-- de este modo en varias ciudades europeas.
El ataque terrorista de las Ramblas mezcla elementos de los que golpearon Niza y Berlín. En Niza, el autor del atropello masivo, Mohamed Lahouaiej Bouhlel, siguió su violenta marcha hasta ser abatido por los disparos de las fuerzas de seguridad. Anis Amri, el terrorista que atentó en Navidad en la capital alemana, de origen tunecino como Lahouaiej Bouhlel, logró huir --una rara avis en la ejecución de estos ataques, con un fuerte componente suicida-- y fue reducido por la policía italiana en Milán cuatro días después.
Como en Barcelona, los terroristas de Niza y Berlín eligieron objetivos turísticos para, como ha instado el ISIS en decenas de comunicaciones, causar muertes de civiles de forma indiscriminada, de un modo sencillo desde el punto de vista operacional, sin un coste elevado ni necesidad de gran entrenamiento en tierras del califato. La ideología yihadista es clara. Lo fue con Al Qaeda --aunque no caló profundamente--, con el sirio-español Mustafá Setmarian como ideólogo de cabecera, y lo es ahora con el ISIS: pide a sus seguidores formar células independientes --por lo que la actuación de lobos solitarios es inusual--, cortar lazos con la organización madre, si alguna vez los tuvieron, y atentar con celeridad, una vez se tengan los medios, para evitar a las fuerzas de seguridad.
Esta ideología, más dura de erradicar que la instauración misma de un califato, según coinciden los expertos en terrorismo yihadista, se volvió a manifestar de forma letal el pasado 22 de marzo, día que el británico Khalid Masood eligió para atropellar con un vehículo a los viandantes del Puente de Westminster, en el centro de Londres, causando la muerte a cuatro de ellos, y acuchillar posteriormente a un agente junto a la entrada de la sede del Parlamento británico. Masood, alejado por edad, 52 años, y proceso de radicalización, lento e irregular, de los perfiles vistos hasta el momento, fue abatido por la policía. De nuevo, el yihadismo online, la propaganda del ISIS, a un ritmo y con un alcance muy superiores a los de su hoy rival Al Qaeda, había puesto durante meses en el objetivo a la ciudad de Londres y al Gobierno británico por su colaboración con Washington en la coalición que bombardea al grupo terrorista en Siria e Irak desde hace ahora tres años.
Poco después, el 7 de abril, el ciudadano uzbeko Rajmat Akilov, simpatizante del ISIS, mató con un camión robado a cinco personas en el centro de Estocolmo (Suecia). Akilov, solicitantes de asilo, fue detenido por las fuerzas de seguridad. Su perfil encaja más en la del radical, con un fuerte componente de inestabilidad emocional, que imita el modus operandi de los ataques que mayor eco mediático están teniendo.
Dos meses después, el pasado 3 de junio, de nuevo la capital británica sufrió el golpe del terror. El paquistaní Khuram Shazad Butt, Rachid Redouan, con pasaportes marroquí y libio, y el marroquí Youssef Zaghba chocaron con su furgoneta tras tratar de atropellar a los peatones en el puente de Londres. Ya a pie acuchillaron a los que se cruzaron hasta recibir los disparos de la policía. En su camino acabaron con la vida del español Ignacio Echeverría. De nuevo un ataque indiscriminado perpetrado hasta la muerte --patrón muy diferente al de otras redes terroristas, más favorables a golpear y huir--.
Ha habido otros intentos de atropello masivo, como el de Djaziri Adam Lotfi, vecino de París fichado por las fuerzas de seguridad, que embistió el pasado 19 de junio en los Campos Elíseos a un coche de la Gendarmería. Su vehículo iba cargado de explosivos y armas. No consiguió su objetivo y fue abatido por varios agentes.
De París a Barcelona, a Berlín y Niza, los terroristas detrás de los atropellos masivos cometidos en en los últimos meses en Europa coinciden en actuar con pocos medios, un alto grado de radicalización, pero sin vínculos con la cúpula del ISIS, que por el momento solo ha organizado de forma directa las células de París, Bruselas y, más recientemente, ha contribuido al intento de atentado en Sidney (Australia).
ÓSCAR GUTIÉRREZ
Madrid, El País
El número tres de la revista que el Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) edita bajo el nombre Rumiyah (Roma), subido a la Red el pasado noviembre, instruía a sus fieles sobre cómo atentar con un vehículo pesado contra una multitud. Las páginas están aún disponibles en Internet bajo el epígrafe "Just terror tactics" (Solo tácticas de terror). Unos meses antes de la publicación, el 14 de julio de 2016, un camión de 19 toneladas había arrasado por el paseo marítimo de Niza (Francia). Murieron 86 personas. Ni 30 días pasaron desde que Rumiyah sacara esa suerte de manual del terrorista para que de nuevo un camión se lanzase contra una multitud. Esta vez fue en Berlín, el 19 de diciembre, y causó la muerte de una docena de personas. El ataque de las Ramblas, en Barcelona, con un patrón similar al de las otras dos ciudades europeas, golpea casi tres años después de que por vez primera, el ISIS llamase a matar en Occidente con todos los medios posibles.
Lo hizo en septiembre de 2014 el entonces portavoz del grupo yihadista, el sirio Mohamed al Adnani. EE UU acaba de iniciar su ofensiva contra la organización. Fue del siguiente modo: “Si no eres capaz de encontrar una bala o un IED [siglas en inglés de un dispositivo explosivo improvisado], entonces selecciona al impío americano, francés o a cualquiera de sus aliados. Golpéale la cabeza con una roca, asesínale con un cuchillo, pásale por encima con el coche, tírale desde un lugar muy alto, estrangúlale o envenénale”. Desde entonces, terroristas inspirados y motivados por el ISIS, normalmente sin vínculo directo con la organización, han atentado --o al menos lo han intentado-- de este modo en varias ciudades europeas.
El ataque terrorista de las Ramblas mezcla elementos de los que golpearon Niza y Berlín. En Niza, el autor del atropello masivo, Mohamed Lahouaiej Bouhlel, siguió su violenta marcha hasta ser abatido por los disparos de las fuerzas de seguridad. Anis Amri, el terrorista que atentó en Navidad en la capital alemana, de origen tunecino como Lahouaiej Bouhlel, logró huir --una rara avis en la ejecución de estos ataques, con un fuerte componente suicida-- y fue reducido por la policía italiana en Milán cuatro días después.
Como en Barcelona, los terroristas de Niza y Berlín eligieron objetivos turísticos para, como ha instado el ISIS en decenas de comunicaciones, causar muertes de civiles de forma indiscriminada, de un modo sencillo desde el punto de vista operacional, sin un coste elevado ni necesidad de gran entrenamiento en tierras del califato. La ideología yihadista es clara. Lo fue con Al Qaeda --aunque no caló profundamente--, con el sirio-español Mustafá Setmarian como ideólogo de cabecera, y lo es ahora con el ISIS: pide a sus seguidores formar células independientes --por lo que la actuación de lobos solitarios es inusual--, cortar lazos con la organización madre, si alguna vez los tuvieron, y atentar con celeridad, una vez se tengan los medios, para evitar a las fuerzas de seguridad.
Esta ideología, más dura de erradicar que la instauración misma de un califato, según coinciden los expertos en terrorismo yihadista, se volvió a manifestar de forma letal el pasado 22 de marzo, día que el británico Khalid Masood eligió para atropellar con un vehículo a los viandantes del Puente de Westminster, en el centro de Londres, causando la muerte a cuatro de ellos, y acuchillar posteriormente a un agente junto a la entrada de la sede del Parlamento británico. Masood, alejado por edad, 52 años, y proceso de radicalización, lento e irregular, de los perfiles vistos hasta el momento, fue abatido por la policía. De nuevo, el yihadismo online, la propaganda del ISIS, a un ritmo y con un alcance muy superiores a los de su hoy rival Al Qaeda, había puesto durante meses en el objetivo a la ciudad de Londres y al Gobierno británico por su colaboración con Washington en la coalición que bombardea al grupo terrorista en Siria e Irak desde hace ahora tres años.
Poco después, el 7 de abril, el ciudadano uzbeko Rajmat Akilov, simpatizante del ISIS, mató con un camión robado a cinco personas en el centro de Estocolmo (Suecia). Akilov, solicitantes de asilo, fue detenido por las fuerzas de seguridad. Su perfil encaja más en la del radical, con un fuerte componente de inestabilidad emocional, que imita el modus operandi de los ataques que mayor eco mediático están teniendo.
Dos meses después, el pasado 3 de junio, de nuevo la capital británica sufrió el golpe del terror. El paquistaní Khuram Shazad Butt, Rachid Redouan, con pasaportes marroquí y libio, y el marroquí Youssef Zaghba chocaron con su furgoneta tras tratar de atropellar a los peatones en el puente de Londres. Ya a pie acuchillaron a los que se cruzaron hasta recibir los disparos de la policía. En su camino acabaron con la vida del español Ignacio Echeverría. De nuevo un ataque indiscriminado perpetrado hasta la muerte --patrón muy diferente al de otras redes terroristas, más favorables a golpear y huir--.
Ha habido otros intentos de atropello masivo, como el de Djaziri Adam Lotfi, vecino de París fichado por las fuerzas de seguridad, que embistió el pasado 19 de junio en los Campos Elíseos a un coche de la Gendarmería. Su vehículo iba cargado de explosivos y armas. No consiguió su objetivo y fue abatido por varios agentes.
De París a Barcelona, a Berlín y Niza, los terroristas detrás de los atropellos masivos cometidos en en los últimos meses en Europa coinciden en actuar con pocos medios, un alto grado de radicalización, pero sin vínculos con la cúpula del ISIS, que por el momento solo ha organizado de forma directa las células de París, Bruselas y, más recientemente, ha contribuido al intento de atentado en Sidney (Australia).