Macron cumple 100 días con notas bajas en casa y apoyo internacional

El presidente de Francia asegura que sus metas son a largo plazo

Silvia Ayuso
París, El País
“En política, lo que no se hace en los primeros cien días, no se logra jamás”, ha afirmado en muchas ocasiones Jacques Attali, asesor de presidentes y mentor de Emmanuel Macron desde antes de que este empezara a pensar en el Elíseo. Se han cumplido esos cien días de Macron como presidente y a Attali ya no se lo ve tan a menudo al lado de su antiguo protegido. Pero sus palabras siguen flotando sobre un ejecutivo que ha acabado la tradicional luna de miel de los gobiernos con un sabor algo más amargo de lo que se esperaba y que sabe además que le espera un otoño caliente ante su intención de reformar la ley laboral e imponer fuertes ahorros en el presupuesto.


El propio Macron rechazó siempre el concepto de los cien días, convencido de que lo importante es la mirada a largo plazo, del quinquenio, y no la imposición de metas cortas. “Los últimos presidentes construyeron las condiciones de sus fracasos en las primeras semanas debido a la exageración, la negación de la realidad o la procrastinación”, afirmaba en abril, antes de la primera vuelta. No obstante, en esa misma entrevista, en el dominical Journal du Dimanche, también establecía sus prioridades para estos primeros tres meses de gobierno que ahora cumple.

Una de las principales, la aprobación de una ley de moralización de la vida pública que acabe con prácticas de nepotismo y garantice una mayor transparencia en las cuentas de los parlamentarios, la acaba de cumplir.

Horas antes de partir de vacaciones, la Asamblea Nacional que el partido de Macron, La República en Marcha, domina con holgura, aprobó el último tramo de la normativa rebautizada como ley de la confianza en la vida pública.

La ley debía tener un efecto ejemplarizante que Macron quiso trasladar a su propio Gobierno, que conformó con ministros a los que calificó de “irreprochables”. Ahí sin embargo dio su primer traspié. Ese primer ejecutivo no le duró más que unas semanas. Cuatro ministros, entre ellos el de Justicia, François Bayrou, que había elaborado el borrador de la ley moralizadora, se vieron obligados a dimitir por sospechas de empleos ficticios y de nepotismo en su entorno.

Esta combinación de avances y reveses ha marcado buena parte de sus primeros meses al frente del Elíseo, en los que Macron también ha sufrido una dimisión sin precedentes en la V República, la del jefe del Estado Mayor, el general Pierre de Villiers, por una disputa abierta con el presidente a raíz de los planes del Gobierno de recortar este año en 850 millones de euros el presupuesto militar. Un pulso que en Francia se interpretó, desde la izquierda a la derecha, como un golpe de autoritarismo de un presidente joven.
Éxito internacional

En la esfera internacional, la victoria de Macron fue saludada como el freno a la ola populista que se arrastraba desde el Brexit y se instaló en Estados Unidos con la victoria de Donald Trump. Su triunfo también ha dado un impulso necesario a una Unión Europea muy cuestionada y ha relanzado el binomio Berlín-París como motor del proyecto europeo. En estos tres meses como presidente, Macron ya se ha estrenado, y con éxito, en cumbres internacionales como la del G7 y G20. Y ha recibido en París tanto a Trump como al presidente ruso, Vladímir Putin. El efecto Macron hizo incluso que Francia diera un gran salto para pasar a encabezar la lista de países más influyentes mediante el soft power, el poder de atracción y persuasión mediante factores no coercitivos.

Fronteras adentro sin embargo, el entusiasmo con el macronismo se ha enfriado. Varias encuestas confirman la caída de popularidad de un presidente que, con tanto esfuerzo por distanciarse de la “presidencia normal” de su impopular predecesor, el socialista François Hollande, ha acabado usando un estilo más lejano y vertical autodefinido como “jupiteriano” que sin embargo tampoco acaba de calar entre los ciudadanos.
Caída en las encuestas

La última encuesta de Ifop realizada para el diario Le Figaro, publicada el fin de semana, confirma lo que otros sondeos llevan advirtiendo desde hace varias semanas: Macron sufre una fuerte caída de popularidad y sus índices de aprobación son menores incluso que los de Hollande o el conservador Nicolas Sarkozy al comienzo de sus mandatos. Solo un 36% se dice satisfecho con la presidencia de Macron, frente a un 64% de descontentos. Se trata de diez puntos más de insatisfacción que la que tenía Hollande en agosto de 2012. Y es también una brutal caída desde el 62% de aprobación de que gozaba Macron al inicio de su mandato.

Los franceses tampoco parecen ver ese proyecto a largo plazo que intenta vender su presidente. Solo un 23% considera que las cosas están cambiando para bien en Francia, frente a un 38% que cree que no ha cambiado nada y un 39% que afirma que se va a peor. “Ya no hay tregua estival ni estado de gracia”, advirtió el director de Ifop, Jérôme Fourquet, para quien los franceses están a “a la espera de resultados y de una clarificación de las reformas”.

Estas sin embargo prometen crear un ambiente más caldeado aún para Macron y su gabinete a la vuelta de las vacaciones. Varios sindicatos han fijado ya fechas de septiembre para las primeras protestas en contra de la reforma laboral que el Gobierno quiere haber aprobado “antes de que acabe el verano”. La negociación del presupuesto para 2018, en la que la única partida que no sufrirá recortes será la de defensa, también hace augurar un otoño caliente para el nuevo inquilino del Elíseo.

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