Los mercados argentinos, inquietos ante la posible victoria de Cristina Kirchner el domingo
La campaña de la primera ronda cierra con mucha incertidumbre y la explosión de un paquete bomba en Indra, la empresa que hace el recuento de resultados
Carlos E. Cué
Federico Rivas Molina
Buenos Aires, El País
Es solo una primera ronda de las elecciones de octubre sin efectos prácticos reales, pero en Argentina todo parece pendiente de lo que suceda el domingo en las PASO, las primarias obligatorias que funcionarán como una especie de sonde masivo para comprobar el ánimo de los votantes. La campaña cerró este jueves –en Argentina hay dos días de reflexión- en un ambiente de incertidumbre total, con los mercados muy nerviosos ante la posibilidad de que Cristina Fernández de Kirchner gane en la provincia de Buenos Aires. Y con una inesperada e inquietante noticia: un paquete bomba estalló en las oficinas en la capital de la empresa española Indra, encargada de hacer el recuento electoral. El ataque dejó dos personas con heridas y quemaduras, aunque fuera de peligro.
La economía argentina depende como muy pocas del Estado, y por tanto de la política, y en las últimas semanas el Banco Central está gastando mucho dinero de las reservas para evitar que el dólar se dispare ante el temor de los inversores de que un triunfo de Kirchner en la provincia de Buenos Aires debilite al Gobierno de Mauricio Macri y frene su política de reformas y ajuste en especial en las hipersubvencionadas tarifas de la energía y el transporte. Los analistas creen que si gana ella, el presidente tendrá mucho más difícil la reducción del déficit público que tiene prevista para después de las elecciones.
Los candidatos cerraron la campaña en este ambiente de incertidumbre que beneficia a los dos principales grupos, el de Kirchner y el de Macri, que tiene como candidato principal a su exministro de Educación, Esteban Bullrich. La expresidenta, que se ha mantenido prácticamente en silencio en toda la campaña para dejar que en sus mensajes hablen los ciudadanos que sufren la crisis, atacó a su rival en su último acto de campaña en La Matanza, el municipio más poblado de los alrededores de Buenos Aires y uno de los más pobres, corazón de su núcleo duro en el conurbano. “Lo tienen escondido a Bullrich, le han pedido que no abra la boca”, se rió Fernández de Kirchner ante los errores durante la campaña de su rival. Era, de nuevo, otra política, completamente diferente a la que golpeaba a todo y a todos en sus larguísimos discursos antes de la derrota de 2015. Incluso admitió que en esa época pecó de soberbia, algo inédito en ella, que nunca reconocía errores. “Algunas veces no hemos sido tan humildes como debiéramos, tenemos que reconocerlo”.
Kirchner, apoyada por el consultor español Antoni Gutiérrez Rubí, ha diseñado la campaña como un plebiscito sobre Macri para recuperar a la clase media que le dio la espalda en 2015 y ahora sufre la crisis. “Ayudénnos a convencer al Gobierno de que tiene que cambiar el rumbo económico. Necesitamos expresar que las cosas así no pueden seguir. Cuando vayan a votar, aunque estén bien, piensen en los millones de personas que están mal”.
Mientras, Macri lanza el mensaje contrario: si ella gana, se irán los inversores, se hundirá el país, explica. Y la ataca cada vez con más dureza. Incluso llegó a decir que la expresidenta tiene “un problema psicológico”, alentando así la tesis instalada de que está enferma. En el cierre de campaña de Cambiemos en Córdoba, la segunda provincia del país y responsable, en buena medida del triunfo de Macri en 2015, el presidente volvió a fustigar a Kirchner. "Nos costó encontrar el punto de partida porque habían dejado un Estado destrozado", dijo, y señaló que su Gobierno "puso en marcha el país después de casi seis años sin crecimiento".
Macri y el Gobierno se apoyan en su mensaje de que si gana el kircherismo todo se complicará en los nervios que han mostrado los mercados ante las encuestas que la colocan a ella primera, aunque en los últimos días el oficialismo parece haber recuperado terreno. Y el dato que muestra con más claridad ese nerviosismo es la cotización del dólar.
Los argentinos piensan en verde, dice una frase que se escucha desde los años 70, cuando el país se sumergió en ciclos sucesivos de expansión y crisis económica que aún persisten. El dólar se convirtió desde entonces en el gran refugio de los ahorristas. Tanto que la cotización oficial ha convivido a lo largo de los años con el dólar negro, paralelo, blue, contado con liqui, exportador y otra larga lista de versiones más o menos originales. Ahora ha llegado el dólar electoral. La moneda estadounidense rompió dos veces la barrera de los 18 pesos desde finales de julio y obligó al Banco Central (BCRA) a quemar reservas para mantenerlo bajo.
El miércoles fue un día de ventas récord, con 584 millones de dólares, una suma que no se alcanzaba para una misma jornada desde octubre de 2015. Aquellos eran tiempos de cepo cambiario y el kirchnerismo hacia malabares para contener la subida del dólar a días de las elecciones presidenciales, que finalmente perdió en manos de Macri. Un año y medio después el ruido electoral ha vuelto, y el BCRA tuvo que intervenir en el mercado.
Desde el viernes pasado ha vendido más de 1.248 millones de sus reservas internacionales para contener la presión cambiaria. Los motivos de esa subida tienen orígenes externos, como la incertidumbre mundial por la tensión entre Estados Unidos y Corea del Norte, pero sobre todo internos. El Gobierno no ha podido garantizar su triunfo en la provincia d Buenos Aires, donde enfrenta a Kirchner, y los inversores están asustados.
La inflación tampoco ayuda demasiado. El INDEC, la oficina oficial de estadísticas, difundió hoy que la subida de precios de julio fue de 1,7% y suma 13,8% desde enero. La última subida mensual aleja cada vez más la meta oficial anual del 17% y pone en evidencia los puntos flacos de la batalla contra los precios. El rubro vivienda, agua, gas, electricidad y combustibles subió 24,1% desde el inicio del año y los gastos en educación casi 23%.
En todo caso, el dólar es el mejor termómetro del humor de los inversores. El mayorista, ese que se vende y se compra en grandes cantidades, ya ganó 0,33% en lo que va de agosto, 11,47% desde enero y 20% interanual. Este domingo, las elecciones primarias obligatorias determinarán el verdadero poder electoral de Kirchner. Y dependerá del resultado que el dólar se agite aún más hasta la elección definitiva, el 22 de octubre. Argentina vivirá así varios meses de enorme incertidumbre, con todo pendiente de las elecciones, algo que sucede cada dos años –presidenciales e intermedias- una rutina que impide cualquier política económica de medio plazo y que lleva a muchos analistas e incluso al presidente a plantear que todas las elecciones deberían concentrarse cada cuatro años, pero de momento nadie se anima a cambiar el sistema.
Carlos E. Cué
Federico Rivas Molina
Buenos Aires, El País
Es solo una primera ronda de las elecciones de octubre sin efectos prácticos reales, pero en Argentina todo parece pendiente de lo que suceda el domingo en las PASO, las primarias obligatorias que funcionarán como una especie de sonde masivo para comprobar el ánimo de los votantes. La campaña cerró este jueves –en Argentina hay dos días de reflexión- en un ambiente de incertidumbre total, con los mercados muy nerviosos ante la posibilidad de que Cristina Fernández de Kirchner gane en la provincia de Buenos Aires. Y con una inesperada e inquietante noticia: un paquete bomba estalló en las oficinas en la capital de la empresa española Indra, encargada de hacer el recuento electoral. El ataque dejó dos personas con heridas y quemaduras, aunque fuera de peligro.
La economía argentina depende como muy pocas del Estado, y por tanto de la política, y en las últimas semanas el Banco Central está gastando mucho dinero de las reservas para evitar que el dólar se dispare ante el temor de los inversores de que un triunfo de Kirchner en la provincia de Buenos Aires debilite al Gobierno de Mauricio Macri y frene su política de reformas y ajuste en especial en las hipersubvencionadas tarifas de la energía y el transporte. Los analistas creen que si gana ella, el presidente tendrá mucho más difícil la reducción del déficit público que tiene prevista para después de las elecciones.
Los candidatos cerraron la campaña en este ambiente de incertidumbre que beneficia a los dos principales grupos, el de Kirchner y el de Macri, que tiene como candidato principal a su exministro de Educación, Esteban Bullrich. La expresidenta, que se ha mantenido prácticamente en silencio en toda la campaña para dejar que en sus mensajes hablen los ciudadanos que sufren la crisis, atacó a su rival en su último acto de campaña en La Matanza, el municipio más poblado de los alrededores de Buenos Aires y uno de los más pobres, corazón de su núcleo duro en el conurbano. “Lo tienen escondido a Bullrich, le han pedido que no abra la boca”, se rió Fernández de Kirchner ante los errores durante la campaña de su rival. Era, de nuevo, otra política, completamente diferente a la que golpeaba a todo y a todos en sus larguísimos discursos antes de la derrota de 2015. Incluso admitió que en esa época pecó de soberbia, algo inédito en ella, que nunca reconocía errores. “Algunas veces no hemos sido tan humildes como debiéramos, tenemos que reconocerlo”.
Kirchner, apoyada por el consultor español Antoni Gutiérrez Rubí, ha diseñado la campaña como un plebiscito sobre Macri para recuperar a la clase media que le dio la espalda en 2015 y ahora sufre la crisis. “Ayudénnos a convencer al Gobierno de que tiene que cambiar el rumbo económico. Necesitamos expresar que las cosas así no pueden seguir. Cuando vayan a votar, aunque estén bien, piensen en los millones de personas que están mal”.
Mientras, Macri lanza el mensaje contrario: si ella gana, se irán los inversores, se hundirá el país, explica. Y la ataca cada vez con más dureza. Incluso llegó a decir que la expresidenta tiene “un problema psicológico”, alentando así la tesis instalada de que está enferma. En el cierre de campaña de Cambiemos en Córdoba, la segunda provincia del país y responsable, en buena medida del triunfo de Macri en 2015, el presidente volvió a fustigar a Kirchner. "Nos costó encontrar el punto de partida porque habían dejado un Estado destrozado", dijo, y señaló que su Gobierno "puso en marcha el país después de casi seis años sin crecimiento".
Macri y el Gobierno se apoyan en su mensaje de que si gana el kircherismo todo se complicará en los nervios que han mostrado los mercados ante las encuestas que la colocan a ella primera, aunque en los últimos días el oficialismo parece haber recuperado terreno. Y el dato que muestra con más claridad ese nerviosismo es la cotización del dólar.
Los argentinos piensan en verde, dice una frase que se escucha desde los años 70, cuando el país se sumergió en ciclos sucesivos de expansión y crisis económica que aún persisten. El dólar se convirtió desde entonces en el gran refugio de los ahorristas. Tanto que la cotización oficial ha convivido a lo largo de los años con el dólar negro, paralelo, blue, contado con liqui, exportador y otra larga lista de versiones más o menos originales. Ahora ha llegado el dólar electoral. La moneda estadounidense rompió dos veces la barrera de los 18 pesos desde finales de julio y obligó al Banco Central (BCRA) a quemar reservas para mantenerlo bajo.
El miércoles fue un día de ventas récord, con 584 millones de dólares, una suma que no se alcanzaba para una misma jornada desde octubre de 2015. Aquellos eran tiempos de cepo cambiario y el kirchnerismo hacia malabares para contener la subida del dólar a días de las elecciones presidenciales, que finalmente perdió en manos de Macri. Un año y medio después el ruido electoral ha vuelto, y el BCRA tuvo que intervenir en el mercado.
Desde el viernes pasado ha vendido más de 1.248 millones de sus reservas internacionales para contener la presión cambiaria. Los motivos de esa subida tienen orígenes externos, como la incertidumbre mundial por la tensión entre Estados Unidos y Corea del Norte, pero sobre todo internos. El Gobierno no ha podido garantizar su triunfo en la provincia d Buenos Aires, donde enfrenta a Kirchner, y los inversores están asustados.
La inflación tampoco ayuda demasiado. El INDEC, la oficina oficial de estadísticas, difundió hoy que la subida de precios de julio fue de 1,7% y suma 13,8% desde enero. La última subida mensual aleja cada vez más la meta oficial anual del 17% y pone en evidencia los puntos flacos de la batalla contra los precios. El rubro vivienda, agua, gas, electricidad y combustibles subió 24,1% desde el inicio del año y los gastos en educación casi 23%.
En todo caso, el dólar es el mejor termómetro del humor de los inversores. El mayorista, ese que se vende y se compra en grandes cantidades, ya ganó 0,33% en lo que va de agosto, 11,47% desde enero y 20% interanual. Este domingo, las elecciones primarias obligatorias determinarán el verdadero poder electoral de Kirchner. Y dependerá del resultado que el dólar se agite aún más hasta la elección definitiva, el 22 de octubre. Argentina vivirá así varios meses de enorme incertidumbre, con todo pendiente de las elecciones, algo que sucede cada dos años –presidenciales e intermedias- una rutina que impide cualquier política económica de medio plazo y que lleva a muchos analistas e incluso al presidente a plantear que todas las elecciones deberían concentrarse cada cuatro años, pero de momento nadie se anima a cambiar el sistema.