Líder desde el primer día

Andone perdonó de salida al Madrid y falló un penalti. Bale marcó un gol y dio otro. Debutó Llorente. Sergio Ramos fue expulsado.


Madrid, AS
En tiempos de adulación general y de ajetreo en el museo del club, el Madrid despachó al Depor con una victoria industrial, desprovista de adornos. Se tomó el partido de Riazor como un respiro, sorteó la acometida inicial de los gallegos, encadenó dos goles pronto y se deslizó luego sobre esa notable ventaja, sin librarse de algún apuro. Bale pagó parte de su deuda con un gol y una asistencia. El Depor fue un equipo de alto valor energético, pero no tuvo remate ni fortuna.



La Liga es un viaje largo, incómodo y pesado, que se juega en las cuatro estaciones del año y en el que no siempre es posible lucir de punta en blanco. Pero, mejor o peor iluminado, la fiabilidad de este Madrid queda fuera de duda. Su triunfo en Riazor fue un recorrido de sur a norte, que empezó con dos mano a mano que Keylor le ganó a Florin Andone, un delantero sin sutileza, sin finura, pero que colecciona todas las virtudes que amargan a un marcador: la percusión, la lectura del balón a la espalda de los centrales, la capacidad para crecerse en la pelea en solitario. Luciendo el maillot de la combatividad fue la fugaz imagen de un Depor insurgente ante un Madrid excesivamente contenido, al que se le apareció el gol antes que el fútbol.

Resucitó Bale


Volvió Isco, que ha convertido en ordinario lo extraordinario y que asume con naturalidad la jefatura del equipo, y volvió Bale, al que al menos no se le podrá reprochar que sigue en blanco. Con el Madrid acosado por la guerrilla blanquiazul, Modric disparó sin colocación, rechazó mal Rubén y el recorte fallido posterior de Benzema acabó en asistencia al galés, que marcó a puerta vacía. Un gol que le alivia, como la asistencia a Kroos en el tercer tanto. Aún no le ve el sillín a Asensio, pero empieza a percibirse que el Madrid no es un equipo dividido entre los enchufados (los demás, con algunas excedencias de Benzema) y el enchufado.

Al Madrid le incomodó este partido entre cascotes que le planteó el Depor, con el estruendoso 2-6 de la campaña pasada en la memoria. El equipo de Mel tuvo dureza y cierta intención a la contra, pero le perdonó mucho al Madrid al principio y no supo sofocar esos momentos huracanados de los de Zidane, casi siempre inspirados por Isco. En uno de ellos, después de 44 toques, Marcelo, siempre Marcelo, enhebró la aguja y Casemiro, que cada día se ve más en el área contraria, marcó a puerta vacía. Antes y después de aquello, el equipo blanco no pasó de batirse a brazo partido con un adversario feroz, que le quitó el encanto al Madrid. Este no era un partido de caviar de primero, de segundo y de postre.

Kroos sentencia


Con el 0-2 en los lomos, el Depor trasladó sus excavaciones al campo del Madrid. Allí presionó con más impulso y el mismo infortunio. El tercer tanto blanco, urdido por Benzema, Isco, Bale y Kroos, quedó emparedado por un cabezazo de Andone que sacó Ramos sobre la línea y un zapatazo de Guilherme al larguero.

A partir de ahí, Zidane hizo política de vestuario. Compensó a Asensio y Lucas Vázquez con minutos e hizo debutar a Llorente, mensaje de que no está en su cabeza cederle. Para entonces al Depor se le habían quitado ya las ganas de pelear por los puntos (más después de que Andone fallara un penalti) y el Madrid tampoco se dio un atracón en las contras, pese al vigor de los recién llegados a un partido que dejó al equipo de Zidane en el punto que lo dejó en mayo: en el trono del líder.

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