La capitulación del Barça de Messi
Las rutinas no son un problema hasta que se convierten en vicios y acaban por pudrir a un club sensible como el azulgrana
Ramon Besa
Barcelona, El País
El Barça capituló en Madrid. Hasta ayer, cuando salía retratado en París y Turín, se perdía en A Coruña o el Villamarín o era eliminado en el Calderón, siempre le quedaba el consuelo de ganar en el Bernabéu. Los azulgrana se afirmaban a costa de negar a los madridistas hasta el punto de que se extendió la creencia en el Camp Nou de que si Florentino no paraba de ganar la Champions era porque su equipo no se cruzaba con el Barcelona. El engaño se ha acabado con la Supercopa.
Ya no hay Madrid que valga para el Barcelona ni tridente que ponga a salvo de la crítica a Bartomeu. El equipo de Valverde no tiene medios para atacar como el de Guardiola ni delanteros para contragolpear como el de Luis Enrique. La referencia ya no es tampoco Cristiano en tanto que rival de Messi, comparativa que permitía disimular la decadencia azulgrana, sino que Zidane consiguió un equipo y una plantilla mejores que las del Barça. Zizou, al fin y al cabo, fue centrocampista como Guardiola.
La única respuesta de los rectores azulgrana por el momento es la de fichar para que sus aficionados no piensen que el partido de Madrid era el inicio de la próxima temporada sino que se trata del final de la pasada que se remató con la conquista de la Copa del Rey cuando todavía estaba Neymar, al que seguramente se sustituirá por Coutinho y Dembélé. Nadie diría, sin embargo, que Semedo y Deulofeu son nuevos ni que ha cambiado la vida de Aleix Vidal y Denis Suárez.
Las rutinas no son un problema hasta que se convierten en vicios y acaban por pudrir a un club sensible como el Barça. El nuevo técnico planteó un partido para ganar cuando se le pedía que cambiara el estado de ánimo con una actuación decente en el Bernabéu. Acostumbra a pasar con los nuevos que llegan al Camp Nou. Piensan que la situación tiene arreglo: se trata de tocar alguna tecla y volverá la luz al Camp Nou. Hasta que se dan cuenta de que el asunto es mucho más serio con y sin Neymar.
Valverde agitó al equipo y dispuso un dibujo contrario al de la cultura azulgrana: cuando defendía con tres era para atacar también con tres (3-4-3), no para desplegar un 3-5-2. La propuesta quedó superada por la réplica de Zidane. El francés dispuso un 4-3-3 y el Madrid comenzó la vuelta como acabó la ida: con un golazo de Asensio. El plan de Valverde ahondó en la idea de que el Barça se quiere mouriñizar sin Mourinho. Y los azulgrana perdieron la posesión, el balón y el partido: 2-0:
El Barça parece apostar por jugadores más físicos y más fuertes, por volantes como André Gomes y Paulinho, antes que por futbolistas genuinamente barcelonistas, pocos como Sergi Roberto, representante de La Masia. El estilo se defiende con volantes que piensen como Guardiola o Xavi y no con una guardia pretoriana que proteja a Messi. El 10 no necesita guardaespaldas como Neymar sino socios como Sergi Roberto. El nudo del conflicto está precisamente en los acompañantes de Leo.
El Barcelona se ha ido simplificando tanto que se resume en Messi. Ya no se habla del sentido de equipo ni de los tres delanteros, ni del rondo ni de las transiciones, tampoco de identidad que representaban el cerebro de Busquets y las piernas de Pedro, sino que el barcelonismo es presa ahora de la melancolía de Messi. Lo sabe bien Argentina. Al 10 se le reconoce como el mejor del mundo cuando es el punto y final del juego y no el origen como sucede ahora en el Barça.
El modelo en duda
No es fácil encontrar el punto de inflexión, sobre todo si se duda del modelo, y más cuando la directiva ya no dispone de medidas de gracia, como la de convocar elecciones en 2015, sino que Bartomeu está ahora legitimado para defenderse de las amenazas recibidas y de la moción de censura que presentará Benedito. Tampoco se soluciona con la apelación a la unidad que hace el vestuario después que se haya sabido que los jugadores ya no se bastan para sostener al club y divertir al Camp Nou.
No es el fin del mundo si se repasa la historia de la entidad y se piensa por ejemplo en el Dream Team y Romario. El Barça ha superado dificultades máximas y sobrevivió a las mayores calamidades, de manera que la situación tiene remedio, siempre que en lugar de endurecerse, y si se quiere hasta de desequilibrar y desbordar, se dé un tiempo para reflexionar y aceptar que su fútbol solo se recupera desde la autocritica, la humildad y la paciencia, la clave del juego que le encumbró con Cruyff.
La prisa nunca fue la bandera del Camp Nou. Toca parar para ver que el Barça se ha caído del pedestal que le quedaba en Madrid y que a Piqué ya no le pitan sino que le cantan mientras Sergio Ramos le tira la pelota a los morros de Messi. La actitud del capitán fue la única señal discordante de un equipo madridista cuya actitud causó perplejidad en la afición por la bondad con que trató al Barcelona, signo de cortesía o de burla, dispuesto a alargar la fiesta del miércoles hasta la final de la Champions.
Ramon Besa
Barcelona, El País
El Barça capituló en Madrid. Hasta ayer, cuando salía retratado en París y Turín, se perdía en A Coruña o el Villamarín o era eliminado en el Calderón, siempre le quedaba el consuelo de ganar en el Bernabéu. Los azulgrana se afirmaban a costa de negar a los madridistas hasta el punto de que se extendió la creencia en el Camp Nou de que si Florentino no paraba de ganar la Champions era porque su equipo no se cruzaba con el Barcelona. El engaño se ha acabado con la Supercopa.
Ya no hay Madrid que valga para el Barcelona ni tridente que ponga a salvo de la crítica a Bartomeu. El equipo de Valverde no tiene medios para atacar como el de Guardiola ni delanteros para contragolpear como el de Luis Enrique. La referencia ya no es tampoco Cristiano en tanto que rival de Messi, comparativa que permitía disimular la decadencia azulgrana, sino que Zidane consiguió un equipo y una plantilla mejores que las del Barça. Zizou, al fin y al cabo, fue centrocampista como Guardiola.
La única respuesta de los rectores azulgrana por el momento es la de fichar para que sus aficionados no piensen que el partido de Madrid era el inicio de la próxima temporada sino que se trata del final de la pasada que se remató con la conquista de la Copa del Rey cuando todavía estaba Neymar, al que seguramente se sustituirá por Coutinho y Dembélé. Nadie diría, sin embargo, que Semedo y Deulofeu son nuevos ni que ha cambiado la vida de Aleix Vidal y Denis Suárez.
Las rutinas no son un problema hasta que se convierten en vicios y acaban por pudrir a un club sensible como el Barça. El nuevo técnico planteó un partido para ganar cuando se le pedía que cambiara el estado de ánimo con una actuación decente en el Bernabéu. Acostumbra a pasar con los nuevos que llegan al Camp Nou. Piensan que la situación tiene arreglo: se trata de tocar alguna tecla y volverá la luz al Camp Nou. Hasta que se dan cuenta de que el asunto es mucho más serio con y sin Neymar.
Valverde agitó al equipo y dispuso un dibujo contrario al de la cultura azulgrana: cuando defendía con tres era para atacar también con tres (3-4-3), no para desplegar un 3-5-2. La propuesta quedó superada por la réplica de Zidane. El francés dispuso un 4-3-3 y el Madrid comenzó la vuelta como acabó la ida: con un golazo de Asensio. El plan de Valverde ahondó en la idea de que el Barça se quiere mouriñizar sin Mourinho. Y los azulgrana perdieron la posesión, el balón y el partido: 2-0:
El Barça parece apostar por jugadores más físicos y más fuertes, por volantes como André Gomes y Paulinho, antes que por futbolistas genuinamente barcelonistas, pocos como Sergi Roberto, representante de La Masia. El estilo se defiende con volantes que piensen como Guardiola o Xavi y no con una guardia pretoriana que proteja a Messi. El 10 no necesita guardaespaldas como Neymar sino socios como Sergi Roberto. El nudo del conflicto está precisamente en los acompañantes de Leo.
El Barcelona se ha ido simplificando tanto que se resume en Messi. Ya no se habla del sentido de equipo ni de los tres delanteros, ni del rondo ni de las transiciones, tampoco de identidad que representaban el cerebro de Busquets y las piernas de Pedro, sino que el barcelonismo es presa ahora de la melancolía de Messi. Lo sabe bien Argentina. Al 10 se le reconoce como el mejor del mundo cuando es el punto y final del juego y no el origen como sucede ahora en el Barça.
El modelo en duda
No es fácil encontrar el punto de inflexión, sobre todo si se duda del modelo, y más cuando la directiva ya no dispone de medidas de gracia, como la de convocar elecciones en 2015, sino que Bartomeu está ahora legitimado para defenderse de las amenazas recibidas y de la moción de censura que presentará Benedito. Tampoco se soluciona con la apelación a la unidad que hace el vestuario después que se haya sabido que los jugadores ya no se bastan para sostener al club y divertir al Camp Nou.
No es el fin del mundo si se repasa la historia de la entidad y se piensa por ejemplo en el Dream Team y Romario. El Barça ha superado dificultades máximas y sobrevivió a las mayores calamidades, de manera que la situación tiene remedio, siempre que en lugar de endurecerse, y si se quiere hasta de desequilibrar y desbordar, se dé un tiempo para reflexionar y aceptar que su fútbol solo se recupera desde la autocritica, la humildad y la paciencia, la clave del juego que le encumbró con Cruyff.
La prisa nunca fue la bandera del Camp Nou. Toca parar para ver que el Barça se ha caído del pedestal que le quedaba en Madrid y que a Piqué ya no le pitan sino que le cantan mientras Sergio Ramos le tira la pelota a los morros de Messi. La actitud del capitán fue la única señal discordante de un equipo madridista cuya actitud causó perplejidad en la afición por la bondad con que trató al Barcelona, signo de cortesía o de burla, dispuesto a alargar la fiesta del miércoles hasta la final de la Champions.