La Camorra canta y baila
Un musical protagonizado por mafiosos compite en la sección oficial del festival de Venecia y renueva el debate sobre los límites del humor
Tommaso Koch
Madrid, El País
Ser boss cansa. Tiene sus ventajas, de acuerdo. Ríos de dinero, palacios o un ejército de fieles armados hasta los dientes. Básicamente, poder. Los ingresos de droga y prostitución dan incluso para quitarse algún capricho: una pantera, un picasso, un Ferrari... Pero, ¿merece la pena? Porque, claro, el trabajo de capo mafioso también es duro. Todo el mundo te quiere muerto. No hay manera de darse un paseo sereno fuera de casa. Y la agenda siempre anda hasta arriba de compromisos: cobrar el pizzo —el impuesto criminal—, castigar a un traidor, reemplazar a un correo eliminado por la banda rival, repartir sobres entre la policía. Decenas de decisiones complejas, y nadie con quien compartirlas. La guardia, siempre alta. Así no hay quien descanse. De ahí que don Vincenzo, o re do pesce (El rey del pescado), no pueda más. Se muere por unas vacaciones. Entonces, ¿por qué no hacerlo literalmente?
Así arranca Ammore e malavita, la primera película musical sobre la camorra: el boss asesina a un pobre diablo que se le parece, lo mete en un ataúd y escenifica su propio funeral. Encerrado en la caja de madera, el desgraciado canta: “¿Por qué demonios lloran por Vincenzo? ¡Pero si yo me llamo Franco!”. He aquí uno de los muchos momentos en los que la película promete reírse de la mafia y sus estereotipos. Durante dos horas, los camorristas bailan y disparan, cantan y amenazan. Y con esta carta de presentación arriesgada los hermanos Marco y Antonio Manetti, directores italianos curtidos en el cine de género al margen de la industria y los focos, se han ganado el acceso al festival de Venecia: su musical participa en la mismísima competición oficial, que se inaugura el próximo miércoles. “¡Claro que nos da miedo! Espero que la película tenga los hombros más anchos que nosotros”, se ríe Marco Manetti.
“En realidad, no es un musical de la camorra. Hablamos de ella como podríamos hacerlo de ETA. El filme se centra en cuándo sirves un objetivo que no es el tuyo, ya sea en una banda mafiosa, terrorista o hasta en una empresa. Nos interesaba la libertad: si la causa te supera, tal vez sea legítimo romperla”, continúa el cineasta por teléfono. Aun así, Ammore e malavita —que de momento no tiene estreno previsto en España— afronta uno de los mayores dramas de la historia de Italia en un formato inédito y atrevido. Porque mafia significa muertes, terror, omertà y chantajes al Estado. Por tanto, en la gran pantalla siempre se le ha retratado con dramas y documentales, de Vito Corleone a Gomorra. Hace tan solo tres años el debutante Pif lanzó la comedia La mafia solo mata en verano. Una oferta nueva que ni el público ni la crítica pudieron rechazar. Y ahora el musical de los Manetti ahonda en la misma línea paródica.
Sus directores son conscientes de que juegan con fuego. Por más que no encontraran obstáculos para producir y financiar el filme, se preparan para polémicas y debates que, inevitablemente, llegarán. Ocho apellidos vascos ya llevó a España a preguntarse si se podía hacer humor sobre ETA. Ahora, Ammore e malavita cuestionará entre los italianos si es legítimo reírse de la camorra y ponerla a bailar. Marco Manetti reconoce que no tiene respuesta para todo. “Ante alguien que me eche en cara que ironizamos sobre muertes que ocurren de verdad, no sabré que contestar. Pero sí quiero aclarar que bromear no es una falta de respeto, ni tampoco decir algo irónicamente significa avalarlo o restarle importancia”, asegura. Y le da la vuelta a la discusión: “Es raro que con los relatos criminales no se ofende nadie, más allá de decir ‘no somos así’, y con una comedia sí. ¿Estamos seguros de que bromear sobre un mafioso es más peligroso que narrarlo de modo glamuroso?”.
Por eso, al fin y al cabo, los Manetti no se empantanaron en debates sobre los límites de la parodia en un caso tan espinoso. No había criterios particulares para los chistes. Si a ellos les hacía gracia, valía. Les resultó más difícil, por ejemplo, decidir cómo repartir canciones y partes recitadas en el filme. Finalmente, optaron por un método infalible: “Pusimos Grease, nuestro musical favorito, y cronometramos cuánto duraban ambos. Y tratamos de reproducirlo”.
os hermanos Antonio (a la izquierda) y Marco Manetti, los codirectores de 'Ammore e malavita'.
os hermanos Antonio (a la izquierda) y Marco Manetti, los codirectores de 'Ammore e malavita'.
“Se puede hacer humor de todo”, remata su sentencia el cineasta italiano. Y así pretende reflejarlo en su filme: de muchachos que acaban en un callejón sin más salida que la camorra; de tiroteos y ajustes de cuentas; de jóvenes bajo arresto domiciliario; de la vocación de ser contrabandista; o de cómo últimamente la imagen de Nápoles está ligada a las vele de Scampia, atroces colosos edilicios que esconden en sus entrañas criaderos de camorristas. “Estábamos fuera de una sala, esperando la proyección de nuestro anterior filme. Y uno de los actores, hablando de este asunto, ironizó: ‘Como París presume de la Torre Eiffel o Roma del Coliseo, en Nápoles tenemos le vele de Scampia”, recuerda Marco Manetti. De ahí surgió la idea de un grupo de turistas que visitara en el filme este barrio de la periferia norte de Nápoles, como una atracción más. Y una forma de restarle hierro a una de las polémicas más feroces que rodea la ciudad.
A un lado, Roberto Saviano, el autor del célebre libro Gomorra, y quienes sostienen que la camorra existe y hay que contarla. Al otro, el alcalde de Nápoles, Luigi de Magistris, y los que temen que tanto relato mafioso ofusque todas las luces de la zona. Marco Manetti, con su filme, quiere colocarse justo en medio: “Con este asunto, el cine se está comiendo a la ciudad. Nápoles no es solo basura. Tiene un bullicio artístico superior a cualquier otra ciudad italiana, es la que produce más cultura. Me da pena que esto acabe enterrado bajo otros relatos. Creo que hay que contar ambas historias”.
Junto con su hermano, lo ha hecho. Y han convencido a Venecia para proponer el segundo musical en competición en dos años. Tras La La Land, Ammore e malavita. “Son películas muy distintas. Aunque hubiese sido mejor que no estuviera, claro”, bromea Manetti. La comparación puede amenazar de muerte al filme italiano. Para llegar a ser boss, sin embargo, hay que ir acostumbrándose.
Tommaso Koch
Madrid, El País
Ser boss cansa. Tiene sus ventajas, de acuerdo. Ríos de dinero, palacios o un ejército de fieles armados hasta los dientes. Básicamente, poder. Los ingresos de droga y prostitución dan incluso para quitarse algún capricho: una pantera, un picasso, un Ferrari... Pero, ¿merece la pena? Porque, claro, el trabajo de capo mafioso también es duro. Todo el mundo te quiere muerto. No hay manera de darse un paseo sereno fuera de casa. Y la agenda siempre anda hasta arriba de compromisos: cobrar el pizzo —el impuesto criminal—, castigar a un traidor, reemplazar a un correo eliminado por la banda rival, repartir sobres entre la policía. Decenas de decisiones complejas, y nadie con quien compartirlas. La guardia, siempre alta. Así no hay quien descanse. De ahí que don Vincenzo, o re do pesce (El rey del pescado), no pueda más. Se muere por unas vacaciones. Entonces, ¿por qué no hacerlo literalmente?
Así arranca Ammore e malavita, la primera película musical sobre la camorra: el boss asesina a un pobre diablo que se le parece, lo mete en un ataúd y escenifica su propio funeral. Encerrado en la caja de madera, el desgraciado canta: “¿Por qué demonios lloran por Vincenzo? ¡Pero si yo me llamo Franco!”. He aquí uno de los muchos momentos en los que la película promete reírse de la mafia y sus estereotipos. Durante dos horas, los camorristas bailan y disparan, cantan y amenazan. Y con esta carta de presentación arriesgada los hermanos Marco y Antonio Manetti, directores italianos curtidos en el cine de género al margen de la industria y los focos, se han ganado el acceso al festival de Venecia: su musical participa en la mismísima competición oficial, que se inaugura el próximo miércoles. “¡Claro que nos da miedo! Espero que la película tenga los hombros más anchos que nosotros”, se ríe Marco Manetti.
“En realidad, no es un musical de la camorra. Hablamos de ella como podríamos hacerlo de ETA. El filme se centra en cuándo sirves un objetivo que no es el tuyo, ya sea en una banda mafiosa, terrorista o hasta en una empresa. Nos interesaba la libertad: si la causa te supera, tal vez sea legítimo romperla”, continúa el cineasta por teléfono. Aun así, Ammore e malavita —que de momento no tiene estreno previsto en España— afronta uno de los mayores dramas de la historia de Italia en un formato inédito y atrevido. Porque mafia significa muertes, terror, omertà y chantajes al Estado. Por tanto, en la gran pantalla siempre se le ha retratado con dramas y documentales, de Vito Corleone a Gomorra. Hace tan solo tres años el debutante Pif lanzó la comedia La mafia solo mata en verano. Una oferta nueva que ni el público ni la crítica pudieron rechazar. Y ahora el musical de los Manetti ahonda en la misma línea paródica.
Sus directores son conscientes de que juegan con fuego. Por más que no encontraran obstáculos para producir y financiar el filme, se preparan para polémicas y debates que, inevitablemente, llegarán. Ocho apellidos vascos ya llevó a España a preguntarse si se podía hacer humor sobre ETA. Ahora, Ammore e malavita cuestionará entre los italianos si es legítimo reírse de la camorra y ponerla a bailar. Marco Manetti reconoce que no tiene respuesta para todo. “Ante alguien que me eche en cara que ironizamos sobre muertes que ocurren de verdad, no sabré que contestar. Pero sí quiero aclarar que bromear no es una falta de respeto, ni tampoco decir algo irónicamente significa avalarlo o restarle importancia”, asegura. Y le da la vuelta a la discusión: “Es raro que con los relatos criminales no se ofende nadie, más allá de decir ‘no somos así’, y con una comedia sí. ¿Estamos seguros de que bromear sobre un mafioso es más peligroso que narrarlo de modo glamuroso?”.
Por eso, al fin y al cabo, los Manetti no se empantanaron en debates sobre los límites de la parodia en un caso tan espinoso. No había criterios particulares para los chistes. Si a ellos les hacía gracia, valía. Les resultó más difícil, por ejemplo, decidir cómo repartir canciones y partes recitadas en el filme. Finalmente, optaron por un método infalible: “Pusimos Grease, nuestro musical favorito, y cronometramos cuánto duraban ambos. Y tratamos de reproducirlo”.
os hermanos Antonio (a la izquierda) y Marco Manetti, los codirectores de 'Ammore e malavita'.
os hermanos Antonio (a la izquierda) y Marco Manetti, los codirectores de 'Ammore e malavita'.
“Se puede hacer humor de todo”, remata su sentencia el cineasta italiano. Y así pretende reflejarlo en su filme: de muchachos que acaban en un callejón sin más salida que la camorra; de tiroteos y ajustes de cuentas; de jóvenes bajo arresto domiciliario; de la vocación de ser contrabandista; o de cómo últimamente la imagen de Nápoles está ligada a las vele de Scampia, atroces colosos edilicios que esconden en sus entrañas criaderos de camorristas. “Estábamos fuera de una sala, esperando la proyección de nuestro anterior filme. Y uno de los actores, hablando de este asunto, ironizó: ‘Como París presume de la Torre Eiffel o Roma del Coliseo, en Nápoles tenemos le vele de Scampia”, recuerda Marco Manetti. De ahí surgió la idea de un grupo de turistas que visitara en el filme este barrio de la periferia norte de Nápoles, como una atracción más. Y una forma de restarle hierro a una de las polémicas más feroces que rodea la ciudad.
A un lado, Roberto Saviano, el autor del célebre libro Gomorra, y quienes sostienen que la camorra existe y hay que contarla. Al otro, el alcalde de Nápoles, Luigi de Magistris, y los que temen que tanto relato mafioso ofusque todas las luces de la zona. Marco Manetti, con su filme, quiere colocarse justo en medio: “Con este asunto, el cine se está comiendo a la ciudad. Nápoles no es solo basura. Tiene un bullicio artístico superior a cualquier otra ciudad italiana, es la que produce más cultura. Me da pena que esto acabe enterrado bajo otros relatos. Creo que hay que contar ambas historias”.
Junto con su hermano, lo ha hecho. Y han convencido a Venecia para proponer el segundo musical en competición en dos años. Tras La La Land, Ammore e malavita. “Son películas muy distintas. Aunque hubiese sido mejor que no estuviera, claro”, bromea Manetti. La comparación puede amenazar de muerte al filme italiano. Para llegar a ser boss, sin embargo, hay que ir acostumbrándose.