El segundo contratiempo de los terroristas
Los testimonios de vecinos de Cambrils apuntan a que el ataque fue improvisado: el coche solo aceleró cuando vio un control de los Mossos
Nacho Carretero
Cambrils, El País
Mientras La Rambla barcelonesa vivía su pesadilla en forma de atropello, cinco integrantes de la célula yihadista se dirigieron a Cambrils (Tarragona) a bordo de una segunda furgoneta también alquilada.
El plan inicial de los terroristas, según la investigación todavía abierta, era cargar esa furgoneta con bombonas de gas; pero estas habían explotado en Alcanar la noche anterior. Tanto el atropello en La Rambla como lo que estaban a punto de llevar a cabo estos cinco hombres fueron, según la principal hipótesis de la investigación, ataques improvisados y precipitados ante la ausencia de explosivos y la alerta levantada. Pero tuvieron un segundo contratiempo: mientras conducían hacia Cambrils, la furgoneta se averió.
Los cinco jóvenes dejaron el vehículo abandonado en el arcén de la autovía. Cogieron en su lugar un Audi A3 negro y, alrededor de la una de la madrugada, lograron llegar a Cambrils, localidad turística al sur de Tarragona. Un lugar que cada verano se llena de turistas.
Rubén, hijo del dueño del Club Náutico y trabajador en el mismo, estaba a esa hora despidiendo a unos amigos a la entrada del restaurante. Vio acercarse el Audi. “Iban despacio, no parecía que fuesen huyendo de nada ni con prisa. Hasta que vieron el coche de los Mossos”. Frente al Náutico suele haber un control policial. “Esta ahí casi cada noche de los meses de verano”. Nada más verlo, los terroristas pisaron a fondo y embistieron saltando por encima de la rotonda. “Fueron a lo bestia a por el coche de los Mossos. El impacto fue tan grande que volcaron”.
El vuelco lo vio también Álvaro, camarero de La Taberna del Mar, a pocos metros. “Pensé que era un borracho que había perdido el control. Enseguida me di cuenta de que no”, dice mientras sirve platos a los turistas. “Creo recordar que, tras volcar, tres de ellos salieron en una dirección y otro en otra”. Un quinto se habría quedado dentro del coche, malherido o ya muerto. “Los tres de un lado cayeron enseguida, les disparó un policía que les gritaba que no se movieran. Hubo muchos disparos. Por la terraza pasaron varias balas”. Susana, dueña del bar, lo confirma: “Algunas impactaron en la fachada, saltó hormigón”.
El tiroteo lo vivió de cerca Rubén. “Empezó a entrar mucha gente en el restaurante, en estampida. Bajamos al almacén, con mucho miedo”, relata. “De fondo oíamos gritos, creo que eran de la policía, a ellos no les escuché ningún grito. Y muchos disparos, un montón”. El cuarto huido del coche apuñaló de muerte a una mujer en su carrera y acabó abatido también por los Mossos.
Al cabo de unos minutos, cuando se hizo el silencio, Rubén se asomó al escenario. “Lo primero que vi fue un hombre tirado en el suelo. Llevaba un chaleco, así que pensé que era un agente. Luego me di cuenta de que era un chaleco de explosivos”. Eran falsos.
“Casi toda la gente que estaba aquella noche en el restaurante ha vuelto hoy”, dice Rubén. “Han hecho el esfuerzo de vencer el miedo, de regresar a la normalidad”. Después Rubén guarda silencio. “Aunque la verdad es que hay mucho miedo. Tenemos miedo, sí”.
Nacho Carretero
Cambrils, El País
Mientras La Rambla barcelonesa vivía su pesadilla en forma de atropello, cinco integrantes de la célula yihadista se dirigieron a Cambrils (Tarragona) a bordo de una segunda furgoneta también alquilada.
El plan inicial de los terroristas, según la investigación todavía abierta, era cargar esa furgoneta con bombonas de gas; pero estas habían explotado en Alcanar la noche anterior. Tanto el atropello en La Rambla como lo que estaban a punto de llevar a cabo estos cinco hombres fueron, según la principal hipótesis de la investigación, ataques improvisados y precipitados ante la ausencia de explosivos y la alerta levantada. Pero tuvieron un segundo contratiempo: mientras conducían hacia Cambrils, la furgoneta se averió.
Los cinco jóvenes dejaron el vehículo abandonado en el arcén de la autovía. Cogieron en su lugar un Audi A3 negro y, alrededor de la una de la madrugada, lograron llegar a Cambrils, localidad turística al sur de Tarragona. Un lugar que cada verano se llena de turistas.
Rubén, hijo del dueño del Club Náutico y trabajador en el mismo, estaba a esa hora despidiendo a unos amigos a la entrada del restaurante. Vio acercarse el Audi. “Iban despacio, no parecía que fuesen huyendo de nada ni con prisa. Hasta que vieron el coche de los Mossos”. Frente al Náutico suele haber un control policial. “Esta ahí casi cada noche de los meses de verano”. Nada más verlo, los terroristas pisaron a fondo y embistieron saltando por encima de la rotonda. “Fueron a lo bestia a por el coche de los Mossos. El impacto fue tan grande que volcaron”.
Al cabo de unos minutos, cuando se hizo el silencio, Rubén se asomó al escenario. “Lo primero que vi fue un hombre tirado en el suelo. Llevaba un chaleco, así que pensé que era un agente. Luego me di cuenta de que era un chaleco de explosivos”. Eran falsos.
“Casi toda la gente que estaba aquella noche en el restaurante ha vuelto hoy”, dice Rubén. “Han hecho el esfuerzo de vencer el miedo, de regresar a la normalidad”. Después Rubén guarda silencio. “Aunque la verdad es que hay mucho miedo. Tenemos miedo, sí”.