El Madrid desnuda al Barcelona
Los blancos, con Benzema a la cabeza, ganan la Supercopa, su segundo título del curso, tras imponerse con claridad a un Barça menor que solo encontró alivio en Messi
José Sámano
El País
Siete títulos iluminan ya al Madrid de Zidane. El de la Supercopa conseguido ante un Barça que está a ciegas. Desorientado en el campo y en los despachos, mientras hubo pulso en el equipo azulgrana solo compareció Messi. Insuficiente por las carencias de los suyos y por la altura de este Madrid hecho y redondo que gana, gana y vuelve a ganar.
Solo en el segundo tiempo, ya más que decidido el título, tuvo algo de fuelle el Barça. Antes, frente a un Madrid abrasivo, mutable y constante, fue un equipo perplejo, esmirriado y sin etiqueta. De momento, no hay padre que le reconozca, ha perdido el catón. Sin Xavi se olvidó de ser un equipo pinturero con la pelota y se entregó a pies de tres delanteros de órdago. Sin Neymar no sabe de qué tendal pinzar, salvo que aparezca Messi. El argentino hoy se ve obligado a ser Messi, Xavi y Neymar. Demasiado hasta para Leo. Y eso que apenas es lo único algo reconocible de este Barça.
Hasta el intermedio, solo La Pulga fue capaz de quitar las telarañas a su equipo, siquiera un ratito. Tan retratado quedó este Barça que para cuando Messi tocó por primera vez el balón, el Madrid ya iba por delante en el marcador y en el juego. Al contrario que los azulgrana en la ida, el conjunto blanco tuvo hueso desde el primer segundo. Lo mismo dio que Zidane descolgara a Casemiro, Isco y Bale. O que Cristiano estuviera en el palco. El Madrid tiene de todo y en abundancia.
Desfile quien desfile, al Real no le falta fútbol y chicha. Un volumen ensordecedor para el Barça, acorralado cerca de Ter Stegen antes de despojarse del chándal. La presión alta y con dientes de sierra de los madridistas, en cada asalto siempre con más chicha que los culés, fue una tortura para los de Valverde, que esta vez recurrió a tres centrales. El lateral derecho del Barça es un jeroglífico. Rehabilitado Aleix Vidal y recién fichado Semedo, los dos se quedaron a la sombra. Con los tres zagueros centrales no hubo remedio: ganancias ninguna, pérdidas muchas.
No había alcanzado el medio campo el Barça, chato y abatido, cuando Asensio dejó a Ter Stegen con musarañas a la vista. El balear tiene una zurda tan asombrosa que por segunda ocasión en cuatro días dejó tieso a Ter Stegen, que esta vez tuvo menos motivos para quedarse como una estalactita. Con Lucas y Asensio abiertos en las orillas, con el auxilio permanente de Carvajal y Marcelo, el Barça no supo a qué atender. Si tapar a los laterales, cerrar mejor a los delanteros o tomar la matrícula a Kroos y Modric.
No se alivió el cuadro catalán hasta que Messi se incrustó en medio campo y, al menos unos minutos, tiró de escuadra y cartabón. En esta oportunidad no tuvo el arresto fijo de Kovacic, estupendo en el papel de Casemiro durante una hora. Pero si Messi recula y no atisba a Neymar su panorámica se reduce. Si encima los interiores —Rakitic y André Gomes— no saben a qué atenerse, si aventurarse al área del rival o empadronarse en medio campo, hasta el radar de Leo se resiente.
Al primer arreón de Messi, con Luis Suárez como única referencia, respondió de maravilla el Madrid. Bien incubado por Kovacic, el grupo de Zidane encontró una vía de escape por los costados, sobre todo por el de Lucas Vázquez, frente al que Umtiti y Jordi Alba no se secundaron como debían. Asensio mantuvo el tipo, pero por encima de todos emergió Benzema. El francés cargó con el oleaje blanco, por aquí por allá, sin dar pistas a Piqué, Mascherano o Umtiti. Un birle de Lucas a Busquets derivó en el segundo tanto local. Benzema, espabilado, se anticipó a su compatriota Umtiti. Poco antes, otro quite, este del desatado Benzema a Mascherano, derivó en un remate al poste de Lucas Vázquez. El Madrid tenía lo que le faltaba a su adversario: hueso, fútbol y definición, porque se conoce de memoria el dictado.
Resuelto el título con creces, en el segundo tramo se acortaron las distancias. El Barça tuvo algo más de cuerpo, en parte por la rebaja del Madrid, ya más dispuesto a las carreras que a empotrar al contrario. Valverde sostuvo la trinchera de los tres centrales incluso cuando dio pista a Semedo, relevo de Piqué. Messi no cejó y el Barça tuvo otra cara ante Keylor. El argentino remató al larguero y luego Luis Suárez al poste izquierdo del meta costarricense. Otro Barça, sí, pero no el Barça que se presupone debiera ser.
Tampoco remitió Benzema, el jugador de la noche y la madrugada, y el partido se tornó en una ida y vuelta mientras brindaba la hinchada local y los azulgrana no quitaban ojo a Luis Suárez, que terminó tan cojo como está el Barça. Un Barça al que el Real dejó en evidencia mientras hubo miga.
José Sámano
El País
Siete títulos iluminan ya al Madrid de Zidane. El de la Supercopa conseguido ante un Barça que está a ciegas. Desorientado en el campo y en los despachos, mientras hubo pulso en el equipo azulgrana solo compareció Messi. Insuficiente por las carencias de los suyos y por la altura de este Madrid hecho y redondo que gana, gana y vuelve a ganar.
Solo en el segundo tiempo, ya más que decidido el título, tuvo algo de fuelle el Barça. Antes, frente a un Madrid abrasivo, mutable y constante, fue un equipo perplejo, esmirriado y sin etiqueta. De momento, no hay padre que le reconozca, ha perdido el catón. Sin Xavi se olvidó de ser un equipo pinturero con la pelota y se entregó a pies de tres delanteros de órdago. Sin Neymar no sabe de qué tendal pinzar, salvo que aparezca Messi. El argentino hoy se ve obligado a ser Messi, Xavi y Neymar. Demasiado hasta para Leo. Y eso que apenas es lo único algo reconocible de este Barça.
Hasta el intermedio, solo La Pulga fue capaz de quitar las telarañas a su equipo, siquiera un ratito. Tan retratado quedó este Barça que para cuando Messi tocó por primera vez el balón, el Madrid ya iba por delante en el marcador y en el juego. Al contrario que los azulgrana en la ida, el conjunto blanco tuvo hueso desde el primer segundo. Lo mismo dio que Zidane descolgara a Casemiro, Isco y Bale. O que Cristiano estuviera en el palco. El Madrid tiene de todo y en abundancia.
Desfile quien desfile, al Real no le falta fútbol y chicha. Un volumen ensordecedor para el Barça, acorralado cerca de Ter Stegen antes de despojarse del chándal. La presión alta y con dientes de sierra de los madridistas, en cada asalto siempre con más chicha que los culés, fue una tortura para los de Valverde, que esta vez recurrió a tres centrales. El lateral derecho del Barça es un jeroglífico. Rehabilitado Aleix Vidal y recién fichado Semedo, los dos se quedaron a la sombra. Con los tres zagueros centrales no hubo remedio: ganancias ninguna, pérdidas muchas.
No había alcanzado el medio campo el Barça, chato y abatido, cuando Asensio dejó a Ter Stegen con musarañas a la vista. El balear tiene una zurda tan asombrosa que por segunda ocasión en cuatro días dejó tieso a Ter Stegen, que esta vez tuvo menos motivos para quedarse como una estalactita. Con Lucas y Asensio abiertos en las orillas, con el auxilio permanente de Carvajal y Marcelo, el Barça no supo a qué atender. Si tapar a los laterales, cerrar mejor a los delanteros o tomar la matrícula a Kroos y Modric.
No se alivió el cuadro catalán hasta que Messi se incrustó en medio campo y, al menos unos minutos, tiró de escuadra y cartabón. En esta oportunidad no tuvo el arresto fijo de Kovacic, estupendo en el papel de Casemiro durante una hora. Pero si Messi recula y no atisba a Neymar su panorámica se reduce. Si encima los interiores —Rakitic y André Gomes— no saben a qué atenerse, si aventurarse al área del rival o empadronarse en medio campo, hasta el radar de Leo se resiente.
Al primer arreón de Messi, con Luis Suárez como única referencia, respondió de maravilla el Madrid. Bien incubado por Kovacic, el grupo de Zidane encontró una vía de escape por los costados, sobre todo por el de Lucas Vázquez, frente al que Umtiti y Jordi Alba no se secundaron como debían. Asensio mantuvo el tipo, pero por encima de todos emergió Benzema. El francés cargó con el oleaje blanco, por aquí por allá, sin dar pistas a Piqué, Mascherano o Umtiti. Un birle de Lucas a Busquets derivó en el segundo tanto local. Benzema, espabilado, se anticipó a su compatriota Umtiti. Poco antes, otro quite, este del desatado Benzema a Mascherano, derivó en un remate al poste de Lucas Vázquez. El Madrid tenía lo que le faltaba a su adversario: hueso, fútbol y definición, porque se conoce de memoria el dictado.
Resuelto el título con creces, en el segundo tramo se acortaron las distancias. El Barça tuvo algo más de cuerpo, en parte por la rebaja del Madrid, ya más dispuesto a las carreras que a empotrar al contrario. Valverde sostuvo la trinchera de los tres centrales incluso cuando dio pista a Semedo, relevo de Piqué. Messi no cejó y el Barça tuvo otra cara ante Keylor. El argentino remató al larguero y luego Luis Suárez al poste izquierdo del meta costarricense. Otro Barça, sí, pero no el Barça que se presupone debiera ser.
Tampoco remitió Benzema, el jugador de la noche y la madrugada, y el partido se tornó en una ida y vuelta mientras brindaba la hinchada local y los azulgrana no quitaban ojo a Luis Suárez, que terminó tan cojo como está el Barça. Un Barça al que el Real dejó en evidencia mientras hubo miga.