El Congreso de Brasil debate si aparta a Temer por seis meses

El presidente confía en lograr los votos necesarios para rechazar la denuncia del fiscal general

Xosé Hermida
São Paulo, El País
La mala salud de hierro del presidente de Brasil, Michel Temer, se somete este miércoles a otra prueba decisiva. Y los pronósticos son que logrará superarla aunque continuará convaleciente y con respiración asistida. La Cámara de Diputados votará si acepta dar curso a la denuncia presentada contra Temer por el fiscal general de la República, quien acusa al presidente de corrupción pasiva. Un voto favorable implicaría que Temer sería apartado del cargo por seis meses. Para ello se necesita el apoyo a la denuncia de dos tercios de la Cámara -342 de los 513 diputados- , un objetivo que parece inalcanzable para los adversarios del presidente.


Los brasileños asistirán este miércoles a una liturgia bien conocida, muy similar a la que hace 14 meses acabó en la destitución de la anterior presidenta, la izquierdista Dilma Rousseff. El juicio del Congreso alcanza ahora al que era el vicepresidente de Rousseff, Michel Temer, quien aprovechó el impeachment de su entonces aliada para hacerse con el poder y formar un nuevo Gobierno de centro-derecha. A diferencia de su antecesora, que fue sometida a un juicio meramente político, contra Temer se cierne ahora una denuncia penal, acusado de cobrar, a través de intermediarios, sobornos de uno de los mayores empresarios del país. Pero la Constitución brasileña impide procesar a un presidente sin el aval de una mayoría cualificada de diputados de la Cámara, que, como en mayo del año pasado, desfilarán uno a uno para anunciar el sentido de su voto. Aunque esta vez se pretende evitar un espectáculo como el vivido entonces, cuando los parlamentarios justificaron su posición con argumentos que fueron de lo ridículo (uno llegó a dedicar el impeachment a los agentes de seguros) a lo siniestro (el dirigente de extrema derecha Jair Bolsonaro votó evocando el nombre del militar que durante la dictadura torturó a la entonces guerrillera Rousseff).

La crisis y la polarización política que se vivían en mayo de 2016 no han hecho más agravarse en este tiempo. Pero a diferencia de entonces las calles no hierven de protestas. Pese a que Temer ya ha superado los índices de impopularidad de su antecesora –está en un misérrimo 5%, según las últimas encuestas- el cansancio ciudadano y la ausencia de una alternativa clara al actual presidente han actuado de elemento desmovilizador. Los diputados han podido pulsar la opinión de sus votantes en las dos últimas semanas, ya que las vacaciones parlamentarias de invierno les permitieron retirarse a sus respectivos feudos, lejos de la burbuja política de Brasilia. Los contrarios a Temer forzaron el aplazamiento de la votación para después de ese receso, en la confianza de que el contacto con la calle y con la indignación popular por la corrupción sin límite ayudase a reflexionar a los aliados del Gobierno. Pero el presidente no ha se ha quedado quieto y todo apunta a que tiene margen suficiente para superar la prueba.

Temer, curtido durante décadas en los sótanos de la política brasileña y de su intrincado juego de intereses, ha desplegado todas sus habilidades para intentar parar el golpe. Ha atendido multimillonarias peticiones de dinero reclamadas por algunos diputados para sus respectivos territorios, pese a que tales concesiones ponen el peligro uno de los grandes objetivos proclamados por el Gobierno, el ajuste fiscal. Ha cedido a las pretensiones de uno de los lobbies más influyentes del Congreso, la llamada bancada ruralista, repartida entre varios partidos y que encarna los intereses de los grandes negocios agrarios. Para ganarse su voto se han hecho gestos como abrir la puerta a nuevas deforestaciones en la Amazonia o a frenar la demarcación de las tierras indígenas, codiciadas por los latifundistas y por industrias de sectores como el eléctrico.

Aunque en un sistema político como el brasileño, con una treintena de partidos y sin disciplina de voto, siempre puede saltar la sorpresa, Temer parece en disposición de salir vivo. Entre sus opositores algunos defienden que la mejor manera de desgastarlo es no registrarse ante la votación de hoy para impedir que puede celebrarse por falta de quórum (se requiere la presencia de 342 diputados). Eso dejaría a Temer "sangrando", según la expresión acuñada por muchos parlamentarios, con la amenaza de la denuncia cerniéndose sobre él indefinidamente. Y con la posibilidad de que el fiscal general de la República, Rodrigo Janot, convertido en la némesis del presidente, presente una nueva denuncia, como ya ha venido insinuando. Janot –vilipendiado en público por Temer- tiene poco tiempo, porque su mandato se acaba el próximo 17 de setiembre. Pero él mismo lo avisó recurriendo a un proverbio oriental: "Mientras haya bambú, habrá flecha".

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