El Barcelona asume el cambio de ciclo tras la Supercopa
El vestuario, hasta ahora inmune al ruido social del club, se ha contagiado de una convulsa crisis social y se cansó de aguantar a la institución.
Santi Giménez
As
Si la principal manera de solucionar un problema es detectarlo, parece que el Barcelona va por el buen camino. El Barça, a 17 de agosto de 2017, asume que está por debajo del Real Madrid. El tan anunciado cambio de ciclo ha llegado y a la salida del Bernabéu, tras jugar la vuelta de la Supercopa de España, los principales actores del Barcelona lanzaron un mensaje inequívoco a este respecto.
Ernesto Valverde, el nuevo entrenador que parece haber llegado al mejor sitio en el peor momento posible, ha heredado un equipo víctima de una planificación deportiva nefasta en los últimos años que se ha visto desnuda por la marcha de Neymar. No es raro pues, que el técnico reconociese tras los dos partidos oficiales contra el Real Madrid que “a día de hoy, ellos están mejor”, aunque apelando al orgullo recordó que “esto es muy largo, van a tener que cambiar cosas y en tres días estás en la cuerda floja”.
Más duro, por el estilo directo que acostumbra a utilizar y por llevar más años en el club fue el diagnóstico de Gerard Piqué, que llevó los problemas del club más allá de lo que pasa en el terreno de juego. “El equipo no está bien y el club tampoco, hay que remar en la misma dirección. Por primera vez desde que estoy en este equipo veo que el Real Madrid es superior a nosotros, cosa que antes no veía así”.
El diagnóstico del central abre una vía nueva en un club que hasta ahora había sabido mantener el vestuario aislado de todo el ruido que se generaba en torno a una institución volcánica como pocas.
Parece que el equipo, al final, se ha cansado de aguantar a la institución. Los tiempos en el que sobre el césped se ganaban títulos mientras entre los socios se articulaban mociones de censura, se debatía sobre las esteladas, la FIFA ponía en cuestión el modelo de cantera y la junta entrante trataba de empapelar a la saliente parece que han pasado a mejor vida. Ahora todo es convulso y el vestuario, antes un oasis, ha sido absorbido por la crispación.
La situación social ha acabado por contaminar a un equipo que ya no se corta en cruzar mensajes con los ejecutivos del club. El nerviosismo en la gestión ya es parte inseparable de un vestuario que durante años supo vivir a la suya ajeno al ruido de jarrones que se rompían en la sala de juntas.
Puede que esa permeabilidad empezara el día en el que una decisión ejecutiva entró de lleno en la política deportiva del club.
Fue cuando el Barça volvió a creerse intocable, justo tras ganar el segundo triplete de la historia. Bartomeu convocó elecciones pidiendo la continuidad de su junta bajo el lema de “Tridente y triplete” y en el interín entre su dimisión y las elecciones, la junta gestora fichó, mediante el pago de las cláusulas de rescisión a Arda Turan y Aleix Vidal en una decisión sin precedentes en la historia del club, puesto que jamás una junta gestora había asumido un gasto que no fuera ordinario para el funcionamiento del club más allá del pago de proveedores.
A partir de la llegada de esos dos jugadores y de ese lema de tridente y triplete el Barcelona siguió ganando, pero a base de explotar el mismo equipo sin darle alternativas ni renovarlo. Mientras el equipo se desgastaba, el ambiente social se enrarecía y el Madrid mejoraba sus prestaciones. Hasta que a mediados de agosto del 2017, el cambio de ciclo ya fue una realidad asumida. La cuestión es ver como el Barcelona empieza la reconquista. Lo que es seguro es que no será desde la base electoral de “Triplete y Tridente”. Eso es tan historia como los tiempos en los que el el vestuario vivía aislado del ruido de la sala de juntas
Santi Giménez
As
Si la principal manera de solucionar un problema es detectarlo, parece que el Barcelona va por el buen camino. El Barça, a 17 de agosto de 2017, asume que está por debajo del Real Madrid. El tan anunciado cambio de ciclo ha llegado y a la salida del Bernabéu, tras jugar la vuelta de la Supercopa de España, los principales actores del Barcelona lanzaron un mensaje inequívoco a este respecto.
Ernesto Valverde, el nuevo entrenador que parece haber llegado al mejor sitio en el peor momento posible, ha heredado un equipo víctima de una planificación deportiva nefasta en los últimos años que se ha visto desnuda por la marcha de Neymar. No es raro pues, que el técnico reconociese tras los dos partidos oficiales contra el Real Madrid que “a día de hoy, ellos están mejor”, aunque apelando al orgullo recordó que “esto es muy largo, van a tener que cambiar cosas y en tres días estás en la cuerda floja”.
Más duro, por el estilo directo que acostumbra a utilizar y por llevar más años en el club fue el diagnóstico de Gerard Piqué, que llevó los problemas del club más allá de lo que pasa en el terreno de juego. “El equipo no está bien y el club tampoco, hay que remar en la misma dirección. Por primera vez desde que estoy en este equipo veo que el Real Madrid es superior a nosotros, cosa que antes no veía así”.
El diagnóstico del central abre una vía nueva en un club que hasta ahora había sabido mantener el vestuario aislado de todo el ruido que se generaba en torno a una institución volcánica como pocas.
Parece que el equipo, al final, se ha cansado de aguantar a la institución. Los tiempos en el que sobre el césped se ganaban títulos mientras entre los socios se articulaban mociones de censura, se debatía sobre las esteladas, la FIFA ponía en cuestión el modelo de cantera y la junta entrante trataba de empapelar a la saliente parece que han pasado a mejor vida. Ahora todo es convulso y el vestuario, antes un oasis, ha sido absorbido por la crispación.
La situación social ha acabado por contaminar a un equipo que ya no se corta en cruzar mensajes con los ejecutivos del club. El nerviosismo en la gestión ya es parte inseparable de un vestuario que durante años supo vivir a la suya ajeno al ruido de jarrones que se rompían en la sala de juntas.
Puede que esa permeabilidad empezara el día en el que una decisión ejecutiva entró de lleno en la política deportiva del club.
Fue cuando el Barça volvió a creerse intocable, justo tras ganar el segundo triplete de la historia. Bartomeu convocó elecciones pidiendo la continuidad de su junta bajo el lema de “Tridente y triplete” y en el interín entre su dimisión y las elecciones, la junta gestora fichó, mediante el pago de las cláusulas de rescisión a Arda Turan y Aleix Vidal en una decisión sin precedentes en la historia del club, puesto que jamás una junta gestora había asumido un gasto que no fuera ordinario para el funcionamiento del club más allá del pago de proveedores.
A partir de la llegada de esos dos jugadores y de ese lema de tridente y triplete el Barcelona siguió ganando, pero a base de explotar el mismo equipo sin darle alternativas ni renovarlo. Mientras el equipo se desgastaba, el ambiente social se enrarecía y el Madrid mejoraba sus prestaciones. Hasta que a mediados de agosto del 2017, el cambio de ciclo ya fue una realidad asumida. La cuestión es ver como el Barcelona empieza la reconquista. Lo que es seguro es que no será desde la base electoral de “Triplete y Tridente”. Eso es tan historia como los tiempos en los que el el vestuario vivía aislado del ruido de la sala de juntas