Afganistán obliga a Trump a dar un giro en su política exterior

El Gobierno evita cifrar el incremento militar y las fechas del despliegue. Tillerson advierte de que estudian condicionar la ayuda a Pakistán a la adopción por parte de ese país de un "enfoque diferente" ante los talibanes

Amanda Mars
Washington, El País
Estados Unidos seguirá en Afganistán, habrá más soldados desplegados y se explorarán acuerdos políticos con los talibanes. Lo envenenado de la guerra afgana ha podido con Donald Trump. El presidente anunció la noche del lunes una nueva hoja de ruta para este conflicto que resulta una enmienda a la totalidad de aquel discurso suyo que llamaba a dejar las guerras lejanas, especialmente esta en la que los americanos llevan 16 años atrapados. Trump confirmó un refuerzo de la presencia militar y renunció a fijar fechas de retirada, pero advirtió: “Ya no vamos a construir países; vamos a matar terroristas”.


Trump hereda de Barack Obama el problema que este recibió a su vez de George W. Bush. Tras los atentados del 11-S, los americanos lideraron una coalición internacional para destruir a Al Qaeda y expulsar a los talibanes de Afganistán, pero década y media de invasión no ha servido para ninguno de estos objetivos. Los americanos y sus aliados no han sido capaces de ganar la guerra ni tampoco de dotar a las fuerzas locales de autonomía suficiente como para abandonarlas. Los halcones del Pentágono han impuesto su discurso y han logrado luz verde para sumar otros 4.000 soldados a los 8.400 ahora desplegados, según los planes discutidos en julio, aunque de momento no se ha confirmado ningún detalle del nuevo contingente ni un calendario de envío.

“Una retirada apresurada crearía un vacío que los terroristas, incluidos el ISIS [siglas en inglés del Estado Islámico] y Al Qaeda llenarían de inmediato, tal y como ocurrió antes del 11-S. Y, como sabemos, América se fue de Irak de forma equivocada y apresurada”, admitió Trump en un discurso a la nación en horario de máxima audiencia, desde la base militar de Fort Myer, en Arlington (Virginia).

El mandatario no ocultó que se trataba de una capitulación en toda regla. “Comprendo la frustración de los americanos”, dijo al principio de su discurso. “Mi primer instinto era salir, y a mí, históricamente, me ha gustado seguir mis instintos, pero he oído toda mi vida que las decisiones son muy distintas cuando te sientas en la mesa del Despacho Oval”, explicó. Fue el mayor reconocimiento público desde que llegó a la presidencia, el pasado 20 de enero, de lo distintas que se ven las cosas desde el poder. Distintas de cómo las juzgaba en la campaña electoral o de cuando, por ejemplo, en 2012, tuiteaba este mensaje: “Es tiempo de salir de Afganistán. Construimos carreteras y escuelas para gente que nos odia. No favorece nuestro interés nacional”.
Minifaldas en 1972

Contaba este martes The Washington Post, en una reconstrucción de los entresijos del camino hasta esta decisión, que, para convencer a Trump de que no todo estaba perdido en Afganistán, el general H. R. MacMaster, consejero de Seguridad Nacional, le enseñó una fotografía de 1972, de unas muchachas paseando en minifalda por la calles de Kabul. Era una forma de explicar que hubo un Afganistán lejos de los burkas y de los talibanes.

La nueva Administración americana ha optado por decidir el repliegue militar del país en función de las “condiciones” y no de un calendario, a diferencia de Barack Obama, cuyas previsiones quedaron en papel mojado. El demócrata prometió al llegar a la Casa Blanca que comenzaría el repliegue en 2011 y en 2014 aseguró que se completaría antes de finalizar su mandato. Esos más de 8.000 que permanecen en el territorio suponen una parte mínima de los 100.000 que llegó a haber.

Afganistán fue un foco de frustraciones para Obama y puede serlo también para Trump. Hasta ahora, la guerra se ha llevado por delante la vida de 2.400 soldados estadounidenses y ha engullido 700.000 millones de dólares del contribuyente. El Gobierno de Kabul ha perdido terreno, solo tiene control indiscutible en el 57% del país, frente al 72% de un año antes. Resulta muy optimista pensar que los efectivos adicionales vayan a suponer un giro de la situación a corto plazo. Tampoco exhibiciones de fuerza, como la llamada “madre de todas las bombas” que Estados Unidos lanzó en abril, lo hizo.

El plan de Trump simboliza el triunfo de los generales —MacMaster y jefe del Pentágono, Jim Mattis— sobre el ya exestratega jefe de Trump, el defenestrado Steve Bannon, valedor de la retórica más aislacionista. Breitbart News, la publicación a la que Bannon ha regresado como editor y que constituye un referente de la extrema derecha, ha criticado el cambio de tercio de Trump respecto a esta guerra.

Con todo, el presidente lanzó una advertencia al Ejecutivo de Kabul. “Estados Unidos trabajará con el Gobierno afgano siempre que veamos determinación y avances. Pero nuestro compromiso no es ilimitado, y nuestro apoyo no es un cheque en blanco. El pueblo estadounidense espera ver reformas reales y resultados reales”, dijo.

Entradas populares