Una marcha radical acaba en enfrentamientos en Hamburgo ante el G20
Los choques empezaron en torno a las ocho en el centro de la ciudad natal de Angela Merkel
Ana Carbajosa
Hamburgo, El País
“Bienvenido al infierno”. Es es el lema de la marcha con la que los antisistemas recibieron este jueves al presidente estadounidense Donald Trump y al resto de mandatarios del G20, que reúne a los países más industrializados del planeta con los emergentes, que el jueves han ido llegando a Hamburgo. La marcha derivó en fuertes enfrentamientos con la policía en el centro de la ciudad natal de la canciller Angela Merkel, anfitriona de la cumbre, que el jueves amaneció fortificada, coronada con alambre de espino y repleta de barricadas.
Miles de antisistema procedentes de toda Europa se dieron cita este jueves en el centro de la ciudad para protagonizar la marcha más temida; la bautizada como “bienvenido al infierno”. Muchos manifestantes vestidos de negro y con capucha desplegaron un cubo de plástico gigante, también negro, en alusión al famoso black block de las protestas antiglobalización. La policía les pidió reiteradamente que se quitaran las máscaras.
En torno a las ocho de la noche estallaron los choques y comenzaron las carreras. Algunos manifestantes lanzaron botellas y otros objetos a la policía que trató de dispersar a la multitud con porras, cañones de agua y gases lacrimógenos. Miles de manifestantes corrieron despavoridas y huyeron saltando un muro. Algunos encapuchados montaron después barricadas con mobiliario urbano. Sobre las ocho y media de la noche, la policía decretó el fin de la marcha y los organizadores dieron por terminada una protesta que reunió a unas 12.000 personas.
Unos 20.000 policías a pie, a caballo, en motos y en helicópteros han tomado esta bella ciudad hanseática y han cortado el tráfico en torno al centro de convenciones de la cumbre y en las cercanías de los hoteles en los que se alojan los mandatarios. Solo en bicicleta es posible circular por una ciudad acordonada y cuyas calles se han quedado medio desiertas. El ruido de las hélices de los helicópteros es constante. Los habitantes que han podido, han cogido vacaciones y han huido de una cumbre que anticipa histórica. En total se prevén unas 30 manifestaciones en contra de los mandatarios que representan el 80% de la riqueza del planeta y tres cuartos del comercio mundial.
Merkel se había propuesto demostrar a algunos de sus invitados, líderes de de países en los que la disidencia se reprime y se castiga —Turquía, China, Arabia Saudí…— que en Alemania la protesta es posible. La canciller deberá al mismo tiempo evitar a toda costa que la violencia se desborde, como ocurrió en protestas antiglobalización como las de Génova en 2001 o la de Seattle dos años antes. El sábado se celebrará la gran manifestación de clausura, que reunirá según las previsiones de los activistas a 100.000 personas.
Hamburgo es un símbolo. Es el corazón de la izquierda radical alemana y uno de los grandes referentes del movimiento alternativo en toda Europa. Es además la sede del mítico Rote Flora, un teatro ocupado desde hace más de 30 años y sede indiscutible de los antisistemas alemanes. “La idea es resucitar las protestas anticapitalistas y antiglobalización que triunfaron hace años”, explica un miembro del movimiento que vive en una comunidad a las afueras de Berlín, que pide no aparecer nombrado y que cuenta que llevan más de un año preparando estas protestas.
El viernes, los activistas planean cortar los accesos a la cumbre e interrumpir el tráfico portuario de uno de los centros de comercio marítimo más importante de Europa. No está sin embargo nada claro que vayan a lograr sus objetivos, teniendo en cuenta el impresionante despliegue policial y la reputación de las fuerzas de seguridad de Hamburgo, conocidas por su dureza en el resto del país. Durante esta semana han reprimido manifestaciones con cañones de agua y han desmantelado los campamentos en los que pretendían dormir los manifestantes.
Cumbre alternativa
Los más radicales monopolizan la atención de unas protestas que son sin embargo mucho más amplias. Miles de activistas de toda Europa han celebrado el miércoles y el jueves una cumbre alternativa en la que han debatido sobre problemas globales como el comercio o el cambio climático, de los que también se ocuparán los líderes del G20.
Al norte de Hamburgo, en el centro cultural Kampnaged, más de un millar de jóvenes y no tan jóvenes participaban en uno de los paneles de la contracumbre. Escriben también en un inmenso rollo de papel su mensaje para los mandatarios. “Parad las guerras”, “piensa globalmente, actúa localmente” o “fronteras abiertas”, se lee. “Defendemos la justicia ambiental. Nosotros hemos estropeado el planeta con nuestra industrialización y ahora los que sufren el cambio climático son los más pobres”, sostiene Andreas Van Baaijen, uno de los organizadores y miembro de Attac. “Reclamamos derechos sociales globales. Pedimos derecho a la salud y a la educación para todos”.
Ana Carbajosa
Hamburgo, El País
“Bienvenido al infierno”. Es es el lema de la marcha con la que los antisistemas recibieron este jueves al presidente estadounidense Donald Trump y al resto de mandatarios del G20, que reúne a los países más industrializados del planeta con los emergentes, que el jueves han ido llegando a Hamburgo. La marcha derivó en fuertes enfrentamientos con la policía en el centro de la ciudad natal de la canciller Angela Merkel, anfitriona de la cumbre, que el jueves amaneció fortificada, coronada con alambre de espino y repleta de barricadas.
Miles de antisistema procedentes de toda Europa se dieron cita este jueves en el centro de la ciudad para protagonizar la marcha más temida; la bautizada como “bienvenido al infierno”. Muchos manifestantes vestidos de negro y con capucha desplegaron un cubo de plástico gigante, también negro, en alusión al famoso black block de las protestas antiglobalización. La policía les pidió reiteradamente que se quitaran las máscaras.
En torno a las ocho de la noche estallaron los choques y comenzaron las carreras. Algunos manifestantes lanzaron botellas y otros objetos a la policía que trató de dispersar a la multitud con porras, cañones de agua y gases lacrimógenos. Miles de manifestantes corrieron despavoridas y huyeron saltando un muro. Algunos encapuchados montaron después barricadas con mobiliario urbano. Sobre las ocho y media de la noche, la policía decretó el fin de la marcha y los organizadores dieron por terminada una protesta que reunió a unas 12.000 personas.
Unos 20.000 policías a pie, a caballo, en motos y en helicópteros han tomado esta bella ciudad hanseática y han cortado el tráfico en torno al centro de convenciones de la cumbre y en las cercanías de los hoteles en los que se alojan los mandatarios. Solo en bicicleta es posible circular por una ciudad acordonada y cuyas calles se han quedado medio desiertas. El ruido de las hélices de los helicópteros es constante. Los habitantes que han podido, han cogido vacaciones y han huido de una cumbre que anticipa histórica. En total se prevén unas 30 manifestaciones en contra de los mandatarios que representan el 80% de la riqueza del planeta y tres cuartos del comercio mundial.
Merkel se había propuesto demostrar a algunos de sus invitados, líderes de de países en los que la disidencia se reprime y se castiga —Turquía, China, Arabia Saudí…— que en Alemania la protesta es posible. La canciller deberá al mismo tiempo evitar a toda costa que la violencia se desborde, como ocurrió en protestas antiglobalización como las de Génova en 2001 o la de Seattle dos años antes. El sábado se celebrará la gran manifestación de clausura, que reunirá según las previsiones de los activistas a 100.000 personas.
Hamburgo es un símbolo. Es el corazón de la izquierda radical alemana y uno de los grandes referentes del movimiento alternativo en toda Europa. Es además la sede del mítico Rote Flora, un teatro ocupado desde hace más de 30 años y sede indiscutible de los antisistemas alemanes. “La idea es resucitar las protestas anticapitalistas y antiglobalización que triunfaron hace años”, explica un miembro del movimiento que vive en una comunidad a las afueras de Berlín, que pide no aparecer nombrado y que cuenta que llevan más de un año preparando estas protestas.
El viernes, los activistas planean cortar los accesos a la cumbre e interrumpir el tráfico portuario de uno de los centros de comercio marítimo más importante de Europa. No está sin embargo nada claro que vayan a lograr sus objetivos, teniendo en cuenta el impresionante despliegue policial y la reputación de las fuerzas de seguridad de Hamburgo, conocidas por su dureza en el resto del país. Durante esta semana han reprimido manifestaciones con cañones de agua y han desmantelado los campamentos en los que pretendían dormir los manifestantes.
Cumbre alternativa
Los más radicales monopolizan la atención de unas protestas que son sin embargo mucho más amplias. Miles de activistas de toda Europa han celebrado el miércoles y el jueves una cumbre alternativa en la que han debatido sobre problemas globales como el comercio o el cambio climático, de los que también se ocuparán los líderes del G20.
Al norte de Hamburgo, en el centro cultural Kampnaged, más de un millar de jóvenes y no tan jóvenes participaban en uno de los paneles de la contracumbre. Escriben también en un inmenso rollo de papel su mensaje para los mandatarios. “Parad las guerras”, “piensa globalmente, actúa localmente” o “fronteras abiertas”, se lee. “Defendemos la justicia ambiental. Nosotros hemos estropeado el planeta con nuestra industrialización y ahora los que sufren el cambio climático son los más pobres”, sostiene Andreas Van Baaijen, uno de los organizadores y miembro de Attac. “Reclamamos derechos sociales globales. Pedimos derecho a la salud y a la educación para todos”.