Qué debe hacer el mundo con Corea del Norte
El lanzamiento exitoso de un misil intercontinental por parte del régimen de Kim Jong-un obliga a los líderes mundiales a repensar sus estrategias, pero no hay acuerdos a la vista. Las diferencias entre Estados Unidos, Rusia y China
Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
Corea del Norte probó 114 misiles desde 1984, cuando comenzó su carrera armamentista bajo el liderazgo de Kim Il-sung, fundador del régimen. Su hijo, Kim Jong-il (1994—2011), continuó con el programa militar, pero fue principalmente su nieto, Kim Jong-un, quien le dio un impulso definitivo. Desde su llegada al poder, en 2011, se realizaron 83 ensayos balísticos, según una investigación del Centro James Martin de Estudios para la No Proliferación (CNS, por sus siglas en inglés), del Instituto de Estudios Internacionales de Monterey, California.
Esta decisión profundizó la tensión en la península de Corea y generó una conflictividad creciente entre Pyongyang y Washington, principal aliado de Corea del Sur. La escalada llegó a otro nivel el 4 de julio pasado, cuando el régimen anunció el lanzamiento exitoso del misil Hwasong-14, el primero de alcance intercontinental (ICBM). Llegó a una altura de 2.802 kilómetros y recorrió 933 kilómetros en 39 minutos, hasta caer en el Mar de Japón.
Expertos internacionales aseguran que, disparado en otro ángulo, podría cubrir una distancia muy superior. "Esto representa un cambio muy importante, porque significa que Corea del Norte ha logrado desarrollar un misil capaz de atacar a Estados Unidos. Su alcance es cuestión de debate, pero la mayoría sostiene que oscila entre 6.700 y 9.000 kilómetros. Las estimaciones más bajas le permitirían llegar fácilmente a Alaska, y las más altas a buena parte de la costa oeste del país", afirmó Shea Cotton, investigador del CNS, consultado por Infobae.
Lo que aún no ha podido desarrollar el ejército de Kim es un ICBM capaz de transportar una ojiva nuclear, lo que le daría un poder de destrucción con el que podría amenazar a todo el planeta. "La capacidad de lanzar un ICBM es cualitativamente diferente, por supuesto. Pero hay muchos otros elementos a considerar para obtener poderío nuclear. También está la cuestión de la puntería. Corea del Norte aún está lejos en muchos de estos parámetros. Así que sería sensacionalista decir que ese lanzamiento exitoso rompe el paradigma", explicó a Infobae Kent Calder, director del Centro Reischauer para Estudios del Este de Asia, en la Universidad Johns Hopkins.
En cualquier caso, los avances de los últimos años son innegables y ya no sólo generan preocupación en Estados Unidos. Rusia y China, su aliado más importante, están endureciendo su postura, aunque todavía no parecen dispuestos a adoptar una estrategia común con Washington y con Seúl. De todos modos, en algo hay acuerdo: ningún método está funcionando. Ni el camino de las sanciones de los último dos, ni la diplomacia de los primeros. Si todo sigue igual, lo más probable es que Corea del Norte se vuelva una amenaza cada vez mayor.
"Lo que pasó marca un significativo fracaso de la política exterior estadounidense hacia Norcorea —dijo Cotton—. Una de las principales metas desde 1998 era evitar que esto ocurriera, y ahora ha sucedido. No está claro para dónde iremos de aquí en adelante".
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El pomposo anuncio de la televisión estatal de Corea del Norte sobre el exitoso lanzamiento
Estrategias y objetivos contrapuestos
"Rusia, China y Estados Unidos comparten cierto grado de desagrado hacia el comportamiento impetuoso e impredecible de Corea del Norte, y su imprudencia en el uso de armas de destrucción masiva. La diferencia, sin embargo, es que Pyongyang dirige la presión hacia Washington, no hacia los otros dos, lo que les permite usarlo como una ventaja", dijo Calder.
Esa diferencia fundamental explica que la reacción ante el lanzamiento del 4 de julio haya sido tan distinta. Horas después del anuncio, tropas estadounidenses y surcoreanas realizaron ensayos balísticos para "contrarrestar las acciones ilegales y desestabilizantes de Corea del Norte", según difundieron en una nota. En cambio, Beijing y Moscú emitieron un comunicado conjunto en el que instaron al régimen de Kim a parar con las pruebas misilísticas, pero también exigieron a Estados Unidos y a Corea del Sur que desistieran de continuar con los ejercicios militares.
El eje de la estrategia desplegada por la Casa Blanca en los últimos años fue aislar a los norcoreanos y aplicarles sanciones económicas y diplomáticas para forzarlos a parar su programa armamentista a cambio de levantarlas. Este esquema había sido relativamente exitoso con la Libia de Muamar Gadafi, que tras años de hostilidad aceptó abandonar sus aspiraciones nucleares en 2003. Su caída en 2011 luego de meses de una cruenta guerra civil en la que Estados Unidos apoyó a los rebeldes sepultó cualquier posibilidad de que los Kim siguieran ese camino.
Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia hubo un sutil cambio de enfoque. Sin abandonar la línea dura de las administraciones anteriores, buscó sumar a China para formar un frente común, aprovechando el buen vínculo personal con Xi Jinping. Por el momento, no dio frutos.
"China tiene una estrategia diferente y son muy escépticos con la nuestra —apuntó Cotton—. Ellos piensan que si queda completamente aislado, Corea del Norte se va replegar con más fuerza sobre su programa de misiles. La lógica sería que, tras perder a su único aliado, dirían: 'Bueno, ahora que estamos solos necesitamos esas bombas atómicas más que nunca'. Probablemente China esté en lo cierto en este punto. Su táctica ha sido alentar una facción dentro del gobierno norcoreano que le sea leal y que pueda convencer a Kim a dar marcha atrás. Pero la respuesta del líder ante el surgimiento de este grupo fue matar a todos".
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Así fue el ejercicio conjunto de Estados Unidos y Corea del Sur (Reuters)
El miembro más encumbrado de esa facción pro china era el tío de Kim, que fue brutalmente asesinado en 2014. A juzgar por el endurecimiento del régimen en los últimos años, las purgas sobre todos los sectores potencialmente disidentes fueron efectivas.
Menos claro es lo que busca Rusia, que no está tan involucrado en el conflicto de la península como China y Estados Unidos. No obstante, es uno de los temas que tocaron Putin y Trump en la reunión que mantuvieron durante la cumbre del G20 en Hamburgo. En líneas generales, la decisión es seguir a Beijing, que es uno de sus principales socios.
"No creo que pueda haber un acuerdo entre China, Rusia y Estados Unidos. En primer lugar, Washington va a querer que Corea del Sur y Japón se involucren en las negociaciones. Segundo, los objetivos estadounidenses entran en conflicto con los chinos y con los rusos. La Casa Blanca quiere deshacerse de las armas nucleares de Corea del Norte, pero lo que quiere China es que se mantenga la estabilidad en el país. Por eso no veo lugar para que haya una solución negociada", expresó a Infobae Zack Cooper, especialista en seguridad en Asia del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos (CSIS por su nombre en inglés), un think tank con sede en Washington DC.
Tampoco Cotton encuentra lugar para que haya un acuerdo. "Norcorea no va a renunciar a sus misiles. Y un pacto que acepte eso no parece políticame viable en Estados Unidos. Basta recordar toda la controversia que hubo en torno al acuerdo que hubo con Irán. Esto sería lo mismo, sólo que Teherán cedió en sus ambiciones nucleares, mientras que Pyongyang las mantendría".
Otro punto de vista manifestó Shen Dingli, profesor de estudios internacionales en la Universidad Fudan, en Shanghái, China. Para él es posible que haya un arreglo entre las tres potencias, aunque no incluiría a Kim. "Podrían llegar a algún tipo de entendimiento para ejercer mayor presión —dijo a Infobae—. Aunque hay algo que saben pero que no dicen: Corea del Norte no va a abandonar su capacidad nuclear y misilística, sin importar cuánta presión reciba".
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El sistema antimisiles THAAD probado por EEUU para bloquear cohetes como los lanzados por Kim Jong-un
Qué hacer con Corea del Norte
Algunos expertos en la geopolítica de la península son muy pesimistas respecto del futuro de este conflicto. "Para ser honesto, creo que ya no hay mucho por hacer, y que cualquier cambio llegaría demasiado tarde", dijo Cotton, con resignación. "Lo único que le falta a Corea del Norte es desarrollar un misil capaz de atacar Washington. No están muy lejos de conseguirlo y no hay mucho que podamos hacer para impedirlo. Lo único a lo que podemos aspirar es a contenerlos lo más posible, trabajando con nuestros aliados en la región para aislarlos. Aunque no se podrá por completo porque el 80% de su comercio es con China".
Otros analistas no ven tan negro el futuro y creen que aún se pueden hacer cosas para mejorar la situación. Calder, por ejemplo, sostuvo que habría que empezar por dejar de confiar en China para resolver el conflicto, ya que el objetivo de su gobierno es usar a Pyongyang como una carta para obtener beneficios de Estados Unidos. "Hay otras opciones que no involucran a China, como impulsar ciberataques y presionar a otros países —dijo—. También se podría ejercer más fuerza sobre Beijing en materia comercial, para hacerlo cooperar".
Corea del Norte es una amenaza en aumento, es cierto. Pero eso no significa que una crisis mayúscula sea inevitable. No hay que perder de vista que una cosa es que el régimen continúe desarrollando su arsenal, y otra muy diferente es que esté dispuesto a usarlo para atacar a otro país. Kim sabe que eso desataría una guerra y que su ejército no tiene manera de salir ganando.
"Creo que Estados Unidos continuará con su estrategia de disuasión para evitar que Corea del Norte ataque o transfiera tecnología a actores estatales y no estatales. La disuasión ha demostrado ser efectiva para evitar grandes conflictos, así que no deberíamos perder las esperanzas", concluyó Cooper.
Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
Corea del Norte probó 114 misiles desde 1984, cuando comenzó su carrera armamentista bajo el liderazgo de Kim Il-sung, fundador del régimen. Su hijo, Kim Jong-il (1994—2011), continuó con el programa militar, pero fue principalmente su nieto, Kim Jong-un, quien le dio un impulso definitivo. Desde su llegada al poder, en 2011, se realizaron 83 ensayos balísticos, según una investigación del Centro James Martin de Estudios para la No Proliferación (CNS, por sus siglas en inglés), del Instituto de Estudios Internacionales de Monterey, California.
Esta decisión profundizó la tensión en la península de Corea y generó una conflictividad creciente entre Pyongyang y Washington, principal aliado de Corea del Sur. La escalada llegó a otro nivel el 4 de julio pasado, cuando el régimen anunció el lanzamiento exitoso del misil Hwasong-14, el primero de alcance intercontinental (ICBM). Llegó a una altura de 2.802 kilómetros y recorrió 933 kilómetros en 39 minutos, hasta caer en el Mar de Japón.
Expertos internacionales aseguran que, disparado en otro ángulo, podría cubrir una distancia muy superior. "Esto representa un cambio muy importante, porque significa que Corea del Norte ha logrado desarrollar un misil capaz de atacar a Estados Unidos. Su alcance es cuestión de debate, pero la mayoría sostiene que oscila entre 6.700 y 9.000 kilómetros. Las estimaciones más bajas le permitirían llegar fácilmente a Alaska, y las más altas a buena parte de la costa oeste del país", afirmó Shea Cotton, investigador del CNS, consultado por Infobae.
Lo que aún no ha podido desarrollar el ejército de Kim es un ICBM capaz de transportar una ojiva nuclear, lo que le daría un poder de destrucción con el que podría amenazar a todo el planeta. "La capacidad de lanzar un ICBM es cualitativamente diferente, por supuesto. Pero hay muchos otros elementos a considerar para obtener poderío nuclear. También está la cuestión de la puntería. Corea del Norte aún está lejos en muchos de estos parámetros. Así que sería sensacionalista decir que ese lanzamiento exitoso rompe el paradigma", explicó a Infobae Kent Calder, director del Centro Reischauer para Estudios del Este de Asia, en la Universidad Johns Hopkins.
En cualquier caso, los avances de los últimos años son innegables y ya no sólo generan preocupación en Estados Unidos. Rusia y China, su aliado más importante, están endureciendo su postura, aunque todavía no parecen dispuestos a adoptar una estrategia común con Washington y con Seúl. De todos modos, en algo hay acuerdo: ningún método está funcionando. Ni el camino de las sanciones de los último dos, ni la diplomacia de los primeros. Si todo sigue igual, lo más probable es que Corea del Norte se vuelva una amenaza cada vez mayor.
"Lo que pasó marca un significativo fracaso de la política exterior estadounidense hacia Norcorea —dijo Cotton—. Una de las principales metas desde 1998 era evitar que esto ocurriera, y ahora ha sucedido. No está claro para dónde iremos de aquí en adelante".
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El pomposo anuncio de la televisión estatal de Corea del Norte sobre el exitoso lanzamiento
Estrategias y objetivos contrapuestos
"Rusia, China y Estados Unidos comparten cierto grado de desagrado hacia el comportamiento impetuoso e impredecible de Corea del Norte, y su imprudencia en el uso de armas de destrucción masiva. La diferencia, sin embargo, es que Pyongyang dirige la presión hacia Washington, no hacia los otros dos, lo que les permite usarlo como una ventaja", dijo Calder.
Esa diferencia fundamental explica que la reacción ante el lanzamiento del 4 de julio haya sido tan distinta. Horas después del anuncio, tropas estadounidenses y surcoreanas realizaron ensayos balísticos para "contrarrestar las acciones ilegales y desestabilizantes de Corea del Norte", según difundieron en una nota. En cambio, Beijing y Moscú emitieron un comunicado conjunto en el que instaron al régimen de Kim a parar con las pruebas misilísticas, pero también exigieron a Estados Unidos y a Corea del Sur que desistieran de continuar con los ejercicios militares.
El eje de la estrategia desplegada por la Casa Blanca en los últimos años fue aislar a los norcoreanos y aplicarles sanciones económicas y diplomáticas para forzarlos a parar su programa armamentista a cambio de levantarlas. Este esquema había sido relativamente exitoso con la Libia de Muamar Gadafi, que tras años de hostilidad aceptó abandonar sus aspiraciones nucleares en 2003. Su caída en 2011 luego de meses de una cruenta guerra civil en la que Estados Unidos apoyó a los rebeldes sepultó cualquier posibilidad de que los Kim siguieran ese camino.
Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia hubo un sutil cambio de enfoque. Sin abandonar la línea dura de las administraciones anteriores, buscó sumar a China para formar un frente común, aprovechando el buen vínculo personal con Xi Jinping. Por el momento, no dio frutos.
"China tiene una estrategia diferente y son muy escépticos con la nuestra —apuntó Cotton—. Ellos piensan que si queda completamente aislado, Corea del Norte se va replegar con más fuerza sobre su programa de misiles. La lógica sería que, tras perder a su único aliado, dirían: 'Bueno, ahora que estamos solos necesitamos esas bombas atómicas más que nunca'. Probablemente China esté en lo cierto en este punto. Su táctica ha sido alentar una facción dentro del gobierno norcoreano que le sea leal y que pueda convencer a Kim a dar marcha atrás. Pero la respuesta del líder ante el surgimiento de este grupo fue matar a todos".
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Así fue el ejercicio conjunto de Estados Unidos y Corea del Sur (Reuters)
El miembro más encumbrado de esa facción pro china era el tío de Kim, que fue brutalmente asesinado en 2014. A juzgar por el endurecimiento del régimen en los últimos años, las purgas sobre todos los sectores potencialmente disidentes fueron efectivas.
Menos claro es lo que busca Rusia, que no está tan involucrado en el conflicto de la península como China y Estados Unidos. No obstante, es uno de los temas que tocaron Putin y Trump en la reunión que mantuvieron durante la cumbre del G20 en Hamburgo. En líneas generales, la decisión es seguir a Beijing, que es uno de sus principales socios.
"No creo que pueda haber un acuerdo entre China, Rusia y Estados Unidos. En primer lugar, Washington va a querer que Corea del Sur y Japón se involucren en las negociaciones. Segundo, los objetivos estadounidenses entran en conflicto con los chinos y con los rusos. La Casa Blanca quiere deshacerse de las armas nucleares de Corea del Norte, pero lo que quiere China es que se mantenga la estabilidad en el país. Por eso no veo lugar para que haya una solución negociada", expresó a Infobae Zack Cooper, especialista en seguridad en Asia del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos (CSIS por su nombre en inglés), un think tank con sede en Washington DC.
Tampoco Cotton encuentra lugar para que haya un acuerdo. "Norcorea no va a renunciar a sus misiles. Y un pacto que acepte eso no parece políticame viable en Estados Unidos. Basta recordar toda la controversia que hubo en torno al acuerdo que hubo con Irán. Esto sería lo mismo, sólo que Teherán cedió en sus ambiciones nucleares, mientras que Pyongyang las mantendría".
Otro punto de vista manifestó Shen Dingli, profesor de estudios internacionales en la Universidad Fudan, en Shanghái, China. Para él es posible que haya un arreglo entre las tres potencias, aunque no incluiría a Kim. "Podrían llegar a algún tipo de entendimiento para ejercer mayor presión —dijo a Infobae—. Aunque hay algo que saben pero que no dicen: Corea del Norte no va a abandonar su capacidad nuclear y misilística, sin importar cuánta presión reciba".
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Qué hacer con Corea del Norte
Algunos expertos en la geopolítica de la península son muy pesimistas respecto del futuro de este conflicto. "Para ser honesto, creo que ya no hay mucho por hacer, y que cualquier cambio llegaría demasiado tarde", dijo Cotton, con resignación. "Lo único que le falta a Corea del Norte es desarrollar un misil capaz de atacar Washington. No están muy lejos de conseguirlo y no hay mucho que podamos hacer para impedirlo. Lo único a lo que podemos aspirar es a contenerlos lo más posible, trabajando con nuestros aliados en la región para aislarlos. Aunque no se podrá por completo porque el 80% de su comercio es con China".
Otros analistas no ven tan negro el futuro y creen que aún se pueden hacer cosas para mejorar la situación. Calder, por ejemplo, sostuvo que habría que empezar por dejar de confiar en China para resolver el conflicto, ya que el objetivo de su gobierno es usar a Pyongyang como una carta para obtener beneficios de Estados Unidos. "Hay otras opciones que no involucran a China, como impulsar ciberataques y presionar a otros países —dijo—. También se podría ejercer más fuerza sobre Beijing en materia comercial, para hacerlo cooperar".
Corea del Norte es una amenaza en aumento, es cierto. Pero eso no significa que una crisis mayúscula sea inevitable. No hay que perder de vista que una cosa es que el régimen continúe desarrollando su arsenal, y otra muy diferente es que esté dispuesto a usarlo para atacar a otro país. Kim sabe que eso desataría una guerra y que su ejército no tiene manera de salir ganando.
"Creo que Estados Unidos continuará con su estrategia de disuasión para evitar que Corea del Norte ataque o transfiera tecnología a actores estatales y no estatales. La disuasión ha demostrado ser efectiva para evitar grandes conflictos, así que no deberíamos perder las esperanzas", concluyó Cooper.