Macron sopesa un referéndum para reformar las instituciones
El presidente hace valer su mandato electoral ante el Congreso, en Versalles, para transformar Francia
Marc Bassets
Versalles, El País
Emmanuel Macron esgrimió este lunes su mayoría clara en las recientes elecciones presidenciales y legislativas para pedir a los franceses que le ayuden a poner en marcha “una verdadera revolución”. En su primer discurso ante los diputados y senadores reunidos en sesión extraordinaria en Versalles, Macron les emplazó a reformar las instituciones del país en el plazo de un año. En caso contrario, convocará un referéndum. Sólo en dos ocasiones los legisladores interrumpieron para aplaudir, y en el hemiciclo se veían escaños vacíos. La izquierda de Jean-Luc Mélenchon boicoteó el acto para protestar contra la supuesta “deriva faraónica" de un presidente que intentar realzar la autoridad de la institución.
El marco era solemne: el Palacio de Versalles. La audiencia, extraordinaria: el parlamento francés reunido en Congreso, es decir, con la presencia en la misma sala de los miembros de la Asamblea Nacional y del Senado. La ocasión, nueva: un discurso del presidente de la República para presentar sus prioridades de gobierno antes los legisladores que en los próximos años deberán aprobarlas. Entre protestas de la oposición y acusaciones de “monarquismo” y “americanismo”, Macron se dirigió por primera vez al Congreso en un discurso y definitivamente inauguró el quinquenio presidencial. Su primer ministro, Édouard Philippe, presentará el martes su programa de gobierno.
Macron habló durante casi una hora y media: diez mil palabras y 45 páginas en la versión del Elíseo. No despertó aplausos entusiastas, ni en la sala el ambiente era el de los discursos trascendentales.
Exhaustivo y lleno de digresiones, sin novedades programáticas que no hubiese apuntado en los meses anteriores, el presidente combinó la enumeración de propuestas clave con reflexiones más abstractas sobre el destino de Francia. Apeló a la unidad en un momento crítico, en su opinión, para el país, “un estado de emergencia que es tanto económico y social”, dijo, “como de seguridad”. Recordó a la audiencia que en las presidenciales de mayo y en las legislativas de junio los franceses le otorgaron un mandato para “emprender una vía completamente nueva”.
Liberalismo a la francesa
Escondido entre los meandros argumentativos de su primer discurso ante el Congreso, Emmanuel Macron deslizó ideas que apuntan a un giro en la tradicional hostilidad francesa al liberalismo. El nuevo presidente no rehuyó la palabra maldita. Por ejemplo, al reclamar la “cultura liberal, abierta, generosa” heredera de la tradición, tan francesa, de la Ilustración. O al señalar que uno de los principios en los que todos los franceses, de cualquier signo político, deberían unirse para sacar al país adelante es el de “una libertad fuerte”. Habló de “emancipar a los ciudadanos” y de “combatir por la movilidad”. Defendió que “los franceses son lo suficientemente inteligentes para hacer su camino solos”, sin el Estado encima. Y pidió que se deje de tratarse a los más débiles como “menores incapaces, en dependencia permanente del Estado”, y que se les dé “los medios para influir eficazmente en su destino”.
Un ejemplo de esta doble música —conciliadora y amenazante— es la mención del referéndum si los parlamentarios no adoptan una reforma institucional.
Macron desea reducir en un tercio del número de diputados y senadores. Se trata de agilizar la adopción de las leyes. También requirió la introducción de "dosis de proporcionalidad" en el sistema electoral para mejorar la representatividad. El actual sistema, mayoritario y a dos vueltas, sobrerrepresenta a los vencedores y no refleja la diversidad ideológica de Francia. Perjudica a partidos como el extremista Frente Nacional, que recogió casi once millones de votos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en mayo y al mes siguiente obtuvo solo ocho diputados en la Asamblea Nacional.
“Estas reformas se someterán al voto del Parlamento, pero si es necesario, recurriré al voto de nuestros conciudadanos por vía del referéndum”, dijo. Es decir: parlamentarismo, sí, pero dentro de unos límites. También en la reforma laboral, clave en el inicio del mandato y apenas mencionada en Versalles, quiere recurrir a la vía de las ordenanzas, que habilitan al poder ejecutivo preparar una ley sin pasar por el proceso de enmiendas en las cámaras.
Macron habló al Congreso amparado por el artículo 18 de la Constitución, reformado en 2008 bajo la presidencia de Nicolas Sarkozy. Hasta entonces, y según la ley fundamental de la V República, el presidente no podía dirigirse en persona a los legisladores. Si quería comunicarles un mensaje, debía ser escrito y leído por alguien en su lugar. Varios presidentes recurrieron a este mecanismo para definir sus prioridades legislativas. La enmienda de Sarkozy levantó la barrera del mensaje escrito. Sarkozy usó la prerrogativa y convocó al Congreso una vez, en junio de 2009, en plena crisis económica. Hollande, en noviembre de 2015, después de la ola de atentados en París y Saint-Denis.
El discurso de Versalles es el primero en este formato al inicio del mandato. Macron, elegido presidente el 7 de mayo, prometía en la campaña presentar una vez al año un balance “nacional y europeo”. El modelo es el discurso sobre el estado de la Unión que una vez al año lee el presidente de Estados Unidos ante el Congreso reunido en sesión conjunta de la Cámara de Representantes y el Senado, como el francés en esta ocasión. También es costumbre, en EE UU, que al inicio de su mandato, cuando aún no hay balance que presentar, el presidente convoque al Congreso para presentar sus prioridades, como Macron.
Macron confirmó la voluntad de levantar el 1 de noviembre el estado de emergencia, vigente en Francia desde los atentados de 2015. Al estado de emergencia le sustituirá una ley antiterrorista, que debe perpetuar algunos de sus elementos. Tras admitir que encontraba justificado el escepticismo hacia una Europa burocrática y de bajo vuelo, llamó a recobrar el espíritu de sus fundadores y a poner en marcha "convenciones democráticas" en los países miembros para relanzar la UE. La clave, según el presidente francés: “No dejar el monopolio del pueblo y de las ideas a los demagogos o a los extremistas”.
El día elegido era problemático. El martes, su primer ministro Philippe pronunciará ante la Asamblea Nacional la llamada declaración de política general y pedirá la confianza de la cámara. La crítica a Macron es que, al anticiparse en 24 horas al discurso de Philippe, lo contraprogramó y socavó su autoridad. En su defensa, el Elíseo aseguró que el presidente fija las grandes orientaciones, y el primer ministro el modo de alcanzarlas.
Los críticos ven en el discurso ante el Congreso —y en el marco en que se celebra, el hemiciclo ubicado en el Palacio de Versalles, símbolo del poder absoluto de Luis XIV, el Rey Sol— la evidencia de una deriva monárquica. Mélenchon lo definió como un “golpe de fuerza” que desdibuja al primer ministro y al parlamento. El líder de la izquierda alternativa, que pugna por abanderar la oposición frontal al presidente, participó en una concentración de protesta en la plaza de la República, en París.
Cuando en Versalles Macron aludió a los adalides de “la arrogancia doctrinaria o el sectarismo”, muchos en la audiencia pensaron en Mélenchon. Pero más adelante, en uno de los momentos más líricos del discurso, avisó de que el enemigo no está ni en el parlamento ni en la calle. “En cada uno de nosotros hay un cínico que duerme. Y es en cada uno de nosotros que hay que acallarlo, día tras día”.
La victoria de Macron en las elecciones presidenciales, primero, y la amplia mayoría de su partido en las legislativas de junio le han dado poderes para poner en marcha un programa de reformas económicas y relanzamiento de la Unión Europea junto a la Alemania de Angela Merkel. Después de Hollande, incómodo con la pompa presidencial, Macron intenta devolverle a la institución la autoridad que quiso el fundador de la V República, el general De Gaulle. El discurso ante el Congreso es un paso más en la reconstrucción de una presidencia que combina la autoridad gaullista con elementos del presidencialismo norteamericano.
Marc Bassets
Versalles, El País
Emmanuel Macron esgrimió este lunes su mayoría clara en las recientes elecciones presidenciales y legislativas para pedir a los franceses que le ayuden a poner en marcha “una verdadera revolución”. En su primer discurso ante los diputados y senadores reunidos en sesión extraordinaria en Versalles, Macron les emplazó a reformar las instituciones del país en el plazo de un año. En caso contrario, convocará un referéndum. Sólo en dos ocasiones los legisladores interrumpieron para aplaudir, y en el hemiciclo se veían escaños vacíos. La izquierda de Jean-Luc Mélenchon boicoteó el acto para protestar contra la supuesta “deriva faraónica" de un presidente que intentar realzar la autoridad de la institución.
El marco era solemne: el Palacio de Versalles. La audiencia, extraordinaria: el parlamento francés reunido en Congreso, es decir, con la presencia en la misma sala de los miembros de la Asamblea Nacional y del Senado. La ocasión, nueva: un discurso del presidente de la República para presentar sus prioridades de gobierno antes los legisladores que en los próximos años deberán aprobarlas. Entre protestas de la oposición y acusaciones de “monarquismo” y “americanismo”, Macron se dirigió por primera vez al Congreso en un discurso y definitivamente inauguró el quinquenio presidencial. Su primer ministro, Édouard Philippe, presentará el martes su programa de gobierno.
Macron habló durante casi una hora y media: diez mil palabras y 45 páginas en la versión del Elíseo. No despertó aplausos entusiastas, ni en la sala el ambiente era el de los discursos trascendentales.
Exhaustivo y lleno de digresiones, sin novedades programáticas que no hubiese apuntado en los meses anteriores, el presidente combinó la enumeración de propuestas clave con reflexiones más abstractas sobre el destino de Francia. Apeló a la unidad en un momento crítico, en su opinión, para el país, “un estado de emergencia que es tanto económico y social”, dijo, “como de seguridad”. Recordó a la audiencia que en las presidenciales de mayo y en las legislativas de junio los franceses le otorgaron un mandato para “emprender una vía completamente nueva”.
Liberalismo a la francesa
Escondido entre los meandros argumentativos de su primer discurso ante el Congreso, Emmanuel Macron deslizó ideas que apuntan a un giro en la tradicional hostilidad francesa al liberalismo. El nuevo presidente no rehuyó la palabra maldita. Por ejemplo, al reclamar la “cultura liberal, abierta, generosa” heredera de la tradición, tan francesa, de la Ilustración. O al señalar que uno de los principios en los que todos los franceses, de cualquier signo político, deberían unirse para sacar al país adelante es el de “una libertad fuerte”. Habló de “emancipar a los ciudadanos” y de “combatir por la movilidad”. Defendió que “los franceses son lo suficientemente inteligentes para hacer su camino solos”, sin el Estado encima. Y pidió que se deje de tratarse a los más débiles como “menores incapaces, en dependencia permanente del Estado”, y que se les dé “los medios para influir eficazmente en su destino”.
Un ejemplo de esta doble música —conciliadora y amenazante— es la mención del referéndum si los parlamentarios no adoptan una reforma institucional.
Macron desea reducir en un tercio del número de diputados y senadores. Se trata de agilizar la adopción de las leyes. También requirió la introducción de "dosis de proporcionalidad" en el sistema electoral para mejorar la representatividad. El actual sistema, mayoritario y a dos vueltas, sobrerrepresenta a los vencedores y no refleja la diversidad ideológica de Francia. Perjudica a partidos como el extremista Frente Nacional, que recogió casi once millones de votos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en mayo y al mes siguiente obtuvo solo ocho diputados en la Asamblea Nacional.
“Estas reformas se someterán al voto del Parlamento, pero si es necesario, recurriré al voto de nuestros conciudadanos por vía del referéndum”, dijo. Es decir: parlamentarismo, sí, pero dentro de unos límites. También en la reforma laboral, clave en el inicio del mandato y apenas mencionada en Versalles, quiere recurrir a la vía de las ordenanzas, que habilitan al poder ejecutivo preparar una ley sin pasar por el proceso de enmiendas en las cámaras.
Macron habló al Congreso amparado por el artículo 18 de la Constitución, reformado en 2008 bajo la presidencia de Nicolas Sarkozy. Hasta entonces, y según la ley fundamental de la V República, el presidente no podía dirigirse en persona a los legisladores. Si quería comunicarles un mensaje, debía ser escrito y leído por alguien en su lugar. Varios presidentes recurrieron a este mecanismo para definir sus prioridades legislativas. La enmienda de Sarkozy levantó la barrera del mensaje escrito. Sarkozy usó la prerrogativa y convocó al Congreso una vez, en junio de 2009, en plena crisis económica. Hollande, en noviembre de 2015, después de la ola de atentados en París y Saint-Denis.
El discurso de Versalles es el primero en este formato al inicio del mandato. Macron, elegido presidente el 7 de mayo, prometía en la campaña presentar una vez al año un balance “nacional y europeo”. El modelo es el discurso sobre el estado de la Unión que una vez al año lee el presidente de Estados Unidos ante el Congreso reunido en sesión conjunta de la Cámara de Representantes y el Senado, como el francés en esta ocasión. También es costumbre, en EE UU, que al inicio de su mandato, cuando aún no hay balance que presentar, el presidente convoque al Congreso para presentar sus prioridades, como Macron.
Macron confirmó la voluntad de levantar el 1 de noviembre el estado de emergencia, vigente en Francia desde los atentados de 2015. Al estado de emergencia le sustituirá una ley antiterrorista, que debe perpetuar algunos de sus elementos. Tras admitir que encontraba justificado el escepticismo hacia una Europa burocrática y de bajo vuelo, llamó a recobrar el espíritu de sus fundadores y a poner en marcha "convenciones democráticas" en los países miembros para relanzar la UE. La clave, según el presidente francés: “No dejar el monopolio del pueblo y de las ideas a los demagogos o a los extremistas”.
El día elegido era problemático. El martes, su primer ministro Philippe pronunciará ante la Asamblea Nacional la llamada declaración de política general y pedirá la confianza de la cámara. La crítica a Macron es que, al anticiparse en 24 horas al discurso de Philippe, lo contraprogramó y socavó su autoridad. En su defensa, el Elíseo aseguró que el presidente fija las grandes orientaciones, y el primer ministro el modo de alcanzarlas.
Los críticos ven en el discurso ante el Congreso —y en el marco en que se celebra, el hemiciclo ubicado en el Palacio de Versalles, símbolo del poder absoluto de Luis XIV, el Rey Sol— la evidencia de una deriva monárquica. Mélenchon lo definió como un “golpe de fuerza” que desdibuja al primer ministro y al parlamento. El líder de la izquierda alternativa, que pugna por abanderar la oposición frontal al presidente, participó en una concentración de protesta en la plaza de la República, en París.
Cuando en Versalles Macron aludió a los adalides de “la arrogancia doctrinaria o el sectarismo”, muchos en la audiencia pensaron en Mélenchon. Pero más adelante, en uno de los momentos más líricos del discurso, avisó de que el enemigo no está ni en el parlamento ni en la calle. “En cada uno de nosotros hay un cínico que duerme. Y es en cada uno de nosotros que hay que acallarlo, día tras día”.
La victoria de Macron en las elecciones presidenciales, primero, y la amplia mayoría de su partido en las legislativas de junio le han dado poderes para poner en marcha un programa de reformas económicas y relanzamiento de la Unión Europea junto a la Alemania de Angela Merkel. Después de Hollande, incómodo con la pompa presidencial, Macron intenta devolverle a la institución la autoridad que quiso el fundador de la V República, el general De Gaulle. El discurso ante el Congreso es un paso más en la reconstrucción de una presidencia que combina la autoridad gaullista con elementos del presidencialismo norteamericano.