Kate del Castillo: “No volveré a México porque no me siento segura”

“No he hecho ni un solo personaje de latina que no haya sido sexualizado”, asegura la intérprete en Madrid, donde entregará un premio Platino

Gregorio Belinchón
Madrid, El País
Entre toda la parafernalia esquizofrénica que rodea la promoción de los Premios Platino —los galardones del cine latinoamericano celebran este sábado en Madrid su cuarta edición y el viernes tomaron un sótano del hotel Palace para entrevistas con las estrellas que acuden a la ceremonia—, Kate del Castillo (Ciudad de México, 1972) parece levantar una campana del silencio que preserva al periodista y a la actriz del rugir de la marabunta circundante. Probablemente lleva año y medio realizando el mismo truco de magia en su día a día para mantener a salvo su salud mental tras el estallido del caso Chapo Guzmán, uno de cuyos puntos álgidos llegó con el encuentro entre el capo de la droga, entonces en busca y captura, Sean Penn, la actriz y otros dos acompañantes el 2 de octubre de 2015. Otro, cuando se hizo pública aquella reunión.


Del Castillo ya residía entonces en Los Ángeles (posee la doble nacionalidad): “He pasado por todas las etapas: decepción, tristeza, coraje, rabia... Ya me acostumbré. Aunque he sido exonerada por la justicia mexicana y amo mi país, ya no me siento cómoda en México, no tengo ganas de ir, no volveré a México porque no me siento segura”. Y no precisamente por amenazas del narcotráfico. “No, del Gobierno. Y me lo ha hecho saber de muchas maneras”. Para rizar el rizo, la actriz encarna en la serie de Netflix Ingobernable a la primera dama de México: “Ves la serie, y me ves corriendo por México y no te das cuenta de que no soy yo [risas]. El Gobierno no quería que yo la hiciera. En fin, no me pararon, no nos detuvieron”.

La actriz incide en que parte de la persecución que ha sufrido nace del hecho de que sea mujer: “A un hombre no le hubieran inventado una relación con este señor. Lo sexualizaron todo, lo convirtieron en turbio para que pareciera que había pasado algo de blanqueo de dinero... No voy a hacer público todo lo que me han hecho y de todo lo que me acusaron, porque no acabaríamos. Pero hoy, de todo eso, no queda nada de nada”. Y en ese momento se acuerda de Sean Penn: “¿Te has fijado? Ni a él, ni a Fernando ni a José [Suchilin e Ibáñez, los dos productores que le acompañaron] les ha pasado nada. Sean Penn ha quedado casi casi como un héroe. Es el machismo mexicano”. Remata la historia asegurando que el estadounidense la engañó: “Yo quería hacer una película sobre ese señor [Joaquín Guzmán, El Chapo] y pensé que ellos tres viajaban por lo mismo. Lo de la entrevista para Rolling Stone no me lo contó hasta que llegamos allí, mientras yo traducía sus preguntas”.

Del Castillo conoce bien la sociedad estadounidense. “No he hecho ni un solo personaje de los que he interpretado como latina que no haya sido sexualizado. Son todas así, tontas. O si no, feas. Y el cabello... ¿Como mexicana solo puedes tener el pelo negro? Son estereotipos retrógrados. A cambio se nota que lo latino está de moda en Estados Unidos, y que estamos avanzando”. Respira y habla del empoderamiento femenino: “No es momento de callarnos, como no es momento de callarme ante lo que está ocurriendo en mi país. No son tiempos para callarnos ante las injusticias. Con las redes sociales todos podemos tener un eco y debemos usarlo para bien. Es curioso que la gente siga teniendo miedo del feminismo, porque hay una ignorancia enorme alrededor del concepto. Se imaginan a lesbianas enojadas y con bigote. Y en realidad solo pedimos una igualdad. Por ejemplo, en los sueldos”.

La carrera de Kate de Castillo nació y creció en las telenovelas, un mundo en el que acabó reinando, y siempre ganó menos que su coprotagonista masculino: “Nunca fue al revés o a la par. Incluso cuando yo era la actriz principal, y a mi lado iban cambiando los galanes. Pasaba en Televisa y pasa igualmente hoy en Estados Unidos. El cambio va a venir, porque siento que nos estamos levantando todas, pero pasará un rato antes de que obtengamos justicia. Falta mucho”. ¿Y disfrutaba haciendo telenovelas? “Siempre he disfrutado con mi trabajo. Nunca he sido más feliz que dentro de un plató. Pero me aburrí de decir las mismas tonterías, de galanes clonados... Por eso me fui de mi país: en México tu carrera queda encasillada si empezaste en las telenovelas. Sin embargo, me siento orgullosa de ellas, allí aprendí mucho de ritmo y me hicieron famosa por todo el mundo”.

La actriz también se siente orgullosa de haber perseguido y logrado proyectos como la serie La reina del Sur: “Ya batallaba por ella cuando iba a ser película, y sonaban como su protagonista Jennifer Lopez, Salma Hayek o Eva Mendes. Al final la gané. A cambio, el público me ve como guerrera y en la vida real soy vulnerable”.

Tras este año y medio, ¿qué ha aprendido? “Que debo dejar de ser naíf y de confiar tanto en la gente. Me dejaron sola. Eso sí, no me arrepiento, aunque tendré más cuidado con quién dejo entrar en mi vida. Vamos, que no me hubiera llevado a Sean Penn”. Y estalla en carcajadas.

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