Estímulo Libertadores

Gallardo arrancó enchufado la pretemporada, confesó que uno de sus desafíos es dirigir en Europa, pero no se pone plazos y sólo piensa en ganar otra vez la Copa.

Ariel Cristófalo @acristofalo
acristofalo@ole.com.ar
Me puedo estimular... Así está Marcelo Gallardo hoy: estimulado, disfrutando un año que se juró disfrutar desde diciembre pasado, cuando se dio cuenta de que llevaba dos años y medio en el club de toda su vida, un período exitoso, histórico, del que prácticamente no había podido saborear ninguna de todas las cosas buenas que había logrado. Darse cuenta de eso, hacer un freno en ese torbellino permanente que implica ser el deté de River y pensar “che, mirá todo lo bueno que me estaba olvidando”, lo hizo reflexionar sobre cómo seguir. Era irse o renovarse. Y estaba a punto de elegir la primera opción hasta que entendió que debía encarar este año de otra manera. Y en eso anda. “Hace seis meses estaba más para irme. Lo reflexioné y decidí seguir para disfrutar este año como intento disfrutarlo, aunque haya cosas que hacen que uno esté en alerta constante”, dice hoy desde Orlando el deté que más títulos internacionales ganó en la historia del club.


A esa misma decisión deberá enfrentarse sí o sí en diciembre. Esta vez ni siquiera por una sensación espontánea sino ya por una cuestión contractual: su vínculo se interrumpe a fin de año y, aunque gane quien gane las elecciones a presidente le ofrecerá un papel en blanco y una birome, él todavía trata de no pensar mucho en el tema. Tal vez empiece a hacerlo pero en su más recóndita intimidad: Gallardo siente que no puede bajar otro mensaje que no sea el que lo estimula hoy, la preparación para un partido decisivo como el de Guaraní. La Copa Libertadores. Eso tapa todo, lo obliga a no bajar la guardia ni la exigencia ni siquiera en los peores momentos, y demora una decisión que no tiene por qué informar hoy. “Si veo que hay estímulos o desafíos para seguir, seguiré; si no los tengo, pararé. A mí me gusta la exigencia de querer ser mejor para ganar, pero también lleva cierto desgaste”, sigue Napoleón en TyC. Sabe el tipo que en ningún lado va a estar mejor que acá, sí, pero ese desgaste del que habla es el que lo lleva a pensar que tres años fueron casi una década y el que en determinado momento le dirá “basta, macho”. Por eso dice que está bien donde está, que lo que le transmite el hincha de River no lo podrá vivir “en ningún lugar del mundo”, pero que esto es semestre a semestre, que “al final de cada uno escucho mi sentir” y que no está “jugando con el sentimiento de los hinchas”.

Dependerá, entonces, de una cuestión de estímulos.

De estímulos y desafíos, como repitió varias veces ayer. Y si es por hablar de desafíos, uno de ellos es, más temprano que tarde, “dirigir en Europa”. Gallardo lo tiene claro: su norte es el norte, el norte del globo, y seguramente hará como hizo cuando la rompía con la 10: triunfar en River, hacer una carrera afuera, y acaso volver más adelante. Pero como cuando fue jugador, no tiene apuro: fue uno de los últimos de su brillante camada en emigrar, en 1999, seis años después de su debut: “Soy un entrenador joven, no me desespero”. Todo a su tiempo. La formación titular para el partido con Guaraní, la decisión de irse o de quedarse una vez más, Europa. Sus estímulos hoy están puestos en lo más inmediato. Y eso es lo que más tranquilidad debería dar.

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